Semana tr¨¢gica del PP
Los populares no consiguen dejar atr¨¢s la corrupci¨®n ni pasar p¨¢gina
La semana que se ha cerrado, con una concatenaci¨®n casi vertiginosa de actuaciones policiales y judiciales, ha sido tr¨¢gica para la imagen del PP, pero casi tanto o m¨¢s para la moral de la ciudadan¨ªa, obligada a presenciar una vez m¨¢s el enlodamiento de una tarea, la pol¨ªtica, que por su m¨¢xima importancia deber¨ªa ser tan ejemplar como irreprochable.
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No se trata, por desgracia, de casos aislados o coincidencias, sino de un rosario de causas que retratan toda una ¨¦poca de laxitud, desgobierno y corrupci¨®n en la que el PP aparece siempre como involucrado, bien como beneficiario de financiaci¨®n ilegal o como nido de altos cargos, militantes o personas afines se?alados en graves delitos de corrupci¨®n. Desde la G¨¹rtel hasta la P¨²nica en Madrid o Valencia (casos Ignacio Gonz¨¢lez y Francisco Camps), a los que hay que sumar Baleares (caso Jaume Matas) y Murcia (caso Pedro Antonio S¨¢nchez) m¨¢s recientemente, lo cierto es que son demasiados los presidentes de comunidades aut¨®nomas del PP involucrados en esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, por no hablar del hecho de que los cinco ¨²ltimos tesoreros del PP est¨¦n acusados de financiaci¨®n ilegal y el propio partido de beneficiario de ella a t¨ªtulo lucrativo.
No cabe, por tanto, sino entender el abatimiento que provoca contemplar c¨®mo personas elegidas para representar y servir a los ciudadanos han mostrado concebir esa actividad como una plataforma desde la que corromperse personalmente con cargo a los impuestos de todos aquellos a los que ten¨ªan que representar. Por eso, con las debidas garant¨ªas y salvaguardas que ofrece el Estado de derecho, esperamos y deseamos que caiga sobre los corruptos todo el peso de la ley y que Espa?a se vea pronto libre de esta lacra.
Pero tan comprensible como resulta la indignaci¨®n con la corrupci¨®n, debemos valorar adecuadamente el hecho de que muchos de estos corruptos est¨¢n hoy en la c¨¢rcel o en proceso de entrar en ella. Aunque tarde y con dificultades, incluso algunas veces, como estamos viendo, pese a la obstrucci¨®n del Gobierno, que intenta instrumentalizar a jueces y fiscales para protegerse o dilatar los procesos judiciales, estas actuaciones demuestran que en este pa¨ªs, felizmente, nadie est¨¢ por encima de la ley.
Hasta la fecha, ni el PP ni Mariano Rajoy han rendido cuentas pol¨ªticas sobre una corrupci¨®n que, como demuestra el caso de Rodrigo Rato, arranc¨® el mismo d¨ªa de la llegada al poder del PP en 1996, bajo la presidencia de Aznar. Sin embargo, los tiempos est¨¢n cambiando: como muestra la actuaci¨®n de la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, aunque sea ayudada por el nuevo escenario de pluralismo partidista, los pol¨ªticos est¨¢n entendiendo que frente a la actitud de ignorarlo todo y atribuirlo a conspiraciones, es posible ser proactivo en la lucha contra la corrupci¨®n.
Se equivocan, por tanto, quienes aprovechan la situaci¨®n para, con trazo grueso, dibujar una crisis de la democracia o difundir la idea de que en Espa?a hay una trama corrupta que ocupa el poder y no puede ser desalojada de ¨¦l. Al contrario, las im¨¢genes de los banquillos de estos d¨ªas, por dolorosas que sean, demuestran que en nuestra democracia, si se quiere, se puede salir de la corrupci¨®n.
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