Ninguna persona es ilegal
EN EL PALCO del Real Madrid, dice Gerard Piqu¨¦, se mueven los hilos del poder y los negocios. Supongo que en el del Nou Camp tambi¨¦n se cuecen bastantes habas. No comprendo tanto esc¨¢ndalo por decir algo que todos intuimos que es cierto, a no ser que sea afirmativa la respuesta a la pregunta a toda la portada de la revista Time: ¡°Is Truth Dead?¡± (?ha muerto la verdad?). Cuando las c¨¢maras enfocan a los invitados en los palcos de los grandes, lo que se ve son rostros aburridos, gente a la que no le gusta el f¨²tbol, esa fatiga del ego poderoso al tener que compartir una tonter¨ªa popular. Cuando celebran un gol, la m¨¢xima expresi¨®n de alegr¨ªa se parece a la perplejidad del gallo que experimenta la ilusi¨®n de poner un huevo. Es l¨®gico preguntarse por qu¨¦ y para qu¨¦ est¨¢n all¨ª, en los palcos, los gallos. Para poner huevos.
De joven escrib¨ª cr¨®nicas de f¨²tbol, e incluso mi primera novela pod¨ªa llevar la etiqueta de serie FC (f¨²tbol criminal). Pero fue mucho m¨¢s tarde cuando cre¨ª que hab¨ªa llegado a la cima del periodismo deportivo, con un art¨ªcu??lo titulado: ¡°?Se puede ser del Celta y del Deportivo al mismo tiempo?¡±. La primera vez, y quiz¨¢s la ¨²nica, en que consegu¨ª el sue?o tan ansiado por el periodismo actual: ?Arden las redes sociales! Me sent¨ª due?o por un d¨ªa de los algoritmos. El art¨ªculo m¨¢s le¨ªdo, reenviado y comentado del d¨ªa. Por supuesto, me ahorr¨¦ leer los comentarios. Quer¨ªa disfrutar de la gloria sin que me salpicara ni una gota de rencor. Hasta que al anochecer me encamin¨¦ como siempre hacia el bar La Barra. Nada m¨¢s entrar, percib¨ª en la atm¨®sfera ese ¡°estado de opini¨®n¡± que precede al linchamiento. Alguien hizo un giro anat¨®mico forense en el mostrador, me clav¨® una mirada de ciclog¨¦nesis explosiva y me espet¨® con inequ¨ªvoca entonaci¨®n de portavoz popular: ¡°Lo que te pasa a ti, Manolo, es que no tienes ni puta idea de f¨²tbol¡±. Otro examigo desarroll¨® lo que eso significaba: ¡°Mira, neno, no puedes amar dos equipos a la vez. El verdadero gozo no es que gane tu equipo, sino que pierda el contrario. ?Entiendes la filosof¨ªa o tengo que volver a explic¨¢rtela?¡±. Fue mi ¨²ltimo art¨ªculo sobre f¨²tbol. Ten¨ªan raz¨®n: desde peque?o, nunca consegu¨ª que las ideas me llegaran a los pies.
Como no pod¨ªa ser del Deportivo y del Celta al mismo tiempo, me hice del St. Pauli. Este club del barrio del puerto de Hamburgo, no solo permite el amor libre, sino que lo cultiva.
Como no pod¨ªa ser del Deportivo y del Celta al mismo tiempo, me hice del St. Pauli. Este club del barrio del puerto de Hamburgo, ¡°el faro contestatario del f¨²tbol mundial¡±, no solo permite el amor libre, sino que lo cultiva. Con su camiseta pirata, la Jolly Roger, de color negro y calavera estampada, es ya un club de culto para millones de aficionados en el mundo, vecinos de un barrio sin fronteras, disconformes con el f¨²tbol hipercomercial: ¡°Odio eterno al f¨²tbol moderno¡±. Carles Vi?as y Natxo Parra acaban de publicar una historia apasionante de este fen¨®meno Kult: St. Pauli, otro f¨²tbol es posible (edita Capit¨¢n Swing). Este equipo rebelde se pronuncia en sus estatutos contra el racismo y cualquier tipo de discriminaci¨®n. En el ya m¨ªtico Millerntor-Stadion, cada partido se inicia con los acordes de Hells Bells, de la banda AC/DC, y es frecuente que termine con una marcha reivindicativa, como las celebradas en solidaridad con los inmigrantes y refugiados, con un lema que es ya marca del St. Pauli: ¡°Kein Mensch ist illegal¡± (ninguna persona es ilegal).
La extra?a impresi¨®n de que en el aniversario del Guernica se festeja un nuevo cuadro: un Guernica sin Gernika. Y, sin embargo, el cuadro sigue murmurando, como las voces que oyen Vladimir y Estragon en Esperando a Godot:
¨C?Estar muertas no es bastante para ellas?
¨CNo es bastante.
[Silencio].
Hay m¨¢s de cien mil guernicas todav¨ªa desaparecidos en las fosas y cunetas de Espa?a.
Un amigo poeta se lamenta de la precaria alimentaci¨®n cultural. Despu¨¦s de un recital, sin cobrar, lo llevaron a un fast-food, pero lo peor fue el comentario que oy¨® de pasada: ?Los escritores se est¨¢n hamburguesando!
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