Paradojas
La madurez comienza el d¨ªa que uno decide que nunca volver¨¢ a ensalzar los ideales radicalmente puros
Para explicarse un poco mejor los chocantes resultados de algunas votaciones recientes, conviene recordar la perpetua contradicci¨®n entre lo que nos gustar¨ªa querer y lo que queremos de verdad. O mejor, entre lo que nos aseguran que debe quererse y nuestros aut¨¦nticos y vergonzantes deseos. Yo creo que la madurez comienza el d¨ªa que uno decide que nunca volver¨¢ a ensalzar los ideales radicalmente puros porque en el fondo nos parecen pataleos inanes que nos alarmar¨ªa ver realizados. Y la sabidur¨ªa se alcanza si esa decisi¨®n va acompa?ada de la asc¨¦tica renuncia al cinismo y la autocomplacencia. No es f¨¢cil ni corriente llegar a tanto: estamos en ello.
Hace pocas semanas en barrios perif¨¦ricos de Madrid hubo protestas vecinales por la decisi¨®n de algunos bancos de suprimir all¨ª sus sucursales. Los peri¨®dicos progresistas daban la noticia subrayando "parad¨®jicamente, los vecinos se manifestaron en defensa de los bancos". ?Chocante! A nadie le hubiera extra?ado que reclamasen supermercados o farmacias, pero bancos...Es como si los negros de Alabama exigieran subvenciones federales para el Ku Klux Klan o premios para los conductores que m¨¢s v¨ªctimas causen en los pasos de cebra. En realidad no hay paradoja ninguna, porque la misma buena gente que proclama como est¨¢ mandado su aborrecimiento a los bancos, esas cuevas de iniquidad, los sabe imprescindibles y sale a la calle a protestar si se los alejan de casa. Detestan a los banqueros que abusan de la clientela pero a¨²n detestar¨ªan m¨¢s tener que renunciar a pedir cr¨¦ditos o hipotecas, no digamos verse obligados a guardar los ahorros en un calcet¨ªn. Si el catequista de turno les pregunta cuales son los enemigos del alma, responder¨¢ que el capitalismo, su casta y susana, digo su trama. Tambi¨¦n pedir¨¢n prohibir la Coca-cola, pero antes...?dos para m¨ª!.
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