La historia en las paredes
Daniel Mordzinski escribe con su c¨¢mara de fotos momentos de la literatura contempor¨¢nea
No s¨¦ a qui¨¦n se le ocurri¨® bautizar a Daniel Mordzinski como el fot¨®grafo de los escritores, pero no hizo sino confirmar una verdad muy obvia. Si jug¨¢ramos a la rayuela con las palabras, como le gustaba a Julio Cort¨¢zar, yo dir¨ªa m¨¢s bien que Daniel es un escritor fot¨®grafo, que usa la c¨¢mara como si fuera la pluma para escribir y describir cuerpos y rostros, situaciones, momentos, perfiles, rasgos, que deja para la historia con una precisi¨®n que asombra, y que ser¨¢n claves para determinar en el futuro, digamos dentro de un siglo, qui¨¦nes eran y c¨®mo eran los escritores de este traslape de milenio tan incierto, y tan lleno de descubrimientos tecnol¨®gicos, pero tambi¨¦n de horrores.
Otros art¨ªculos del autor
Gracias a la iniciativa de Acci¨®n Cultural Espa?ola, ahora viaja por Am¨¦rica una gran exposici¨®n de sus fotograf¨ªas de escritores hispanoamericanos, Objetivo Mordzinski. En la muestra tambi¨¦n hay vitrinas donde se exhiben los instrumentos que a su vez nos cuentan la historia de su oficio: c¨¢maras que son ya verdaderas piezas de museo, rollos de pel¨ªcula, tiras de negativos, copias de contacto¡ todo lo que se llev¨® el viento de la era digital.
Posar no es la palabra que yo usar¨ªa cuando uno se deja fotografiar por Daniel. Cada escritor queda retenido, o congelado, en una circunstancia que ¨¦l inventa cada vez, siempre lleno de apuro, y entonces esa circunstancia se vuelve extra?a y atractiva, y es lo que el espectador ver¨¢ al acercarse a la foto.
Vamos caminando por una calle de Arequipa, hallamos el port¨®n del convento de Santa Catalina, entramos a una de las celdas de las monjas enterradas en vida, encuentra el ¨¢ngulo, te coloca donde ¨¦l ha elegido, y un segundo despu¨¦s oyes que dice sus palabras rituales ¡ª¡°gracias se?ores¡±¡ª, y todo se acab¨®. O en Nicaragua, donde subimos hasta el cr¨¢ter del volc¨¢n Santiago, y la c¨¢mara me mira de lejos, rodeado de desolaci¨®n.
El retrato que le tom¨®, siendo adolescente, a Jorge Luis Borges, es su foto fundacional
Como en la escritura, las fotos de Daniel son un asunto de invenci¨®n. Hay que imaginar antes lo que va a ocurrir en la foto, como si fuera una p¨¢gina en blanco. Y los escritores fotografiados deben someterse a un juego imprevisible, cuyos resultados aleatorios solo ¨¦l conoce.
As¨ª tendremos a Elmer Mendoza convertido en soldado de Pancho Villa, las cananas cruzadas en el pecho; a H¨¦ctor Abad Faciolince, a caballo, como un finquero cualquiera de Jeric¨®, en su tierra de Antioquia; o a Juan Gelman tocando el bandone¨®n como si fuera el mism¨ªsimo Troilo acompa?ando al Turco Goyeneche en el ya extinto Ca?o 14.
El retrato que le tom¨®, siendo adolescente, a Jorge Luis Borges es su foto fundacional. Us¨® una c¨¢mara de aficionado que le sac¨® prestada a su padre, y lo imagino revel¨¢ndola, ese misterioso proceso cuyo nombre lo dice todo, revelaci¨®n, y que pasa ya al olvido, y luego viendo a trasluz el negativo, un Borges en blanco y negro que realza en la oscuridad, igual a la de su ceguera, las manos apoyadas en el bast¨®n que no se ve en el cuadro, pero que la imaginaci¨®n reconoce como el bast¨®n de Borges.
Empez¨® en Buenos Aires con ese retrato hace m¨¢s de 30 a?os, y luego se fue al exilio en Par¨ªs al llegar la dictadura militar de Videla. Y all¨¢ hizo otra foto imprevista a Julio Cort¨¢zar, cuando era un principiante desconocido y se atrevi¨® a invitarlo por tel¨¦fono a la inauguraci¨®n de su exposici¨®n, a la que el Gran Cronopio, para su sorpresa, asisti¨®.
Y Garc¨ªa M¨¢rquez vestido de blanco, sentado al borde de su cama vestida tambi¨¦n de blanco, en el dormitorio de su casa de Cartagena, vecina al hotel Santa Clara, el antiguo convento donde descubrieron los restos mortales de Sierva Mar¨ªa, cuyo cabello no dej¨® de crecer nunca. De perfil Gabo igual que Borges, Gabo como quien espera en una estaci¨®n olvidada el tren que va a llevarlo para siempre a Aracataca.
Carlos Fuentes frente al mar y al fondo una palmera solitaria, un mar que ser¨ªa siempre el mar de Veracruz. Y Mario Vargas Llosa recostado en una cama de hotel, escribiendo a mano a la luz de una vela flaubertiana.
Cuando Daniel cuente en un libro la historia de cada foto que ha tomado, ser¨¢ el segundo tomo de su historia de la literatura contempor¨¢nea. El primero lo ha escrito ya con su c¨¢mara, y en lugar de leerse, puede verse, esos centenares de fotos colgadas en las paredes, como si fueran p¨¢ginas.
Sergio Ram¨ªrez es escritor.
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