Ser madre en tr¨¢nsito
Las mujeres varadas en Grecia se enfrentan a m¨²ltiples problemas cuando esperan un hijo y a veces ni siquiera quieren tenerlos
A Masuma, Mar¨ªa y F¨¦rima les une el hecho de ser afganas, madres y n¨®madas por fuerza. Sus cr¨ªos tambi¨¦n son hijos de esta permanente huida. Nacieron en el exilio: Ir¨¢n, Turqu¨ªa y Grecia. Ninguna de las tres sabe lo que es traer una persona al mundo en el calor de un hogar.
Masuma conoce la dureza de cruzar la frontera a¨²n embarazada; F¨¦rima y Mar¨ªa, la crueldad de verse obligadas a cruzar el Egeo con ni?os que apenas sab¨ªan andar en Brazos. A esta ¨²ltima, adem¨¢s, le ha tocado conocer de primera mano qu¨¦ significa verse entre la vida y la muerte en medio del mar despu¨¦s de que su barca volcara. Y sus interminables rutas a¨²n no han llegado a su fin. En suspenso a la espera de poder llegar a su destino, su existencia contin¨²a y nuevos seres humanos se conciben, nacen y crecen en el peor campo de refugiados de Grecia: Ellenik¨®, a unos pocos kil¨®metros de la capital, Atenas.
Con mucha destreza, se descalzan con la ayuda de sus talones y retiran con una mano la s¨¢bana convertida en una fina pared que delimita los min¨²sculos espacios de intimidad de cada familia. Con la otra extremidad, agarran a sus peque?os sin quitar el ojo a los mayores que dan brincos detr¨¢s de ellos. Saben que con un descuido en esta ruinosa y gigantesca infraestructura abandonada que ahora acoge a los refugiados podr¨ªa acarrearles un disgusto. Sus rostros imp¨¢vidos exhiben a primera vista una asombrosa capacidad para desarrollar cualquier actividad cotidiana con medios escasos y en condiciones de salubridad p¨¦simas.
¡°Aqu¨ª nadie nos ayuda, todo es muy dif¨ªcil con los cr¨ªos¡±, denuncia Masuma una vez sentada en el trozo de ropa de dos metros cuadrados bautizado como el sal¨®n de F¨¦rima. Mar¨ªa, embarazada de 4 meses, y la propia F¨¦rima, con sus dos hijos a su lado, asienten con la cabeza. Seg¨²n relatan estas mujeres, el abandono por parte de las instituciones es patente en todo momento: en la concepci¨®n, embarazo, parto, posparto y crianza.
Dar a luz a ciegas
A menudo, la ambulancia tarda horas en llegar cuando hay un problema m¨¦dico. Mar¨ªa, que est¨¢ de cuatro meses, bromea con ello: ¡°Pues tendr¨¦ el hijo aqu¨ª si la ambulancia no llega¡±. Masuma no est¨¢ para bromas y destaca con especial preocupaci¨®n la falta de traductor durante su parto. Le practicaron una ces¨¢rea, una operaci¨®n muy com¨²n en Grecia. De hecho, un 60% de los nacimientos en este pa¨ªs del Mediterr¨¢neo se produce gracias a esta incisi¨®n quir¨²rgica en el abdomen. Un ¨ªndice muy alto.
Para efectuar esta intervenci¨®n el m¨¦dico necesita el consentimiento de la mujer. Y esta joven no pudo prestarlo formalmente porque no habla ni una gota de ingl¨¦s o griego. La falta de mediadores en los hospitales del pa¨ªs es otra de las consecuencias de los recortes en sanidad: el presupuesto se ha visto reducido aproximadamente a un tercio en los ¨²ltimos ocho a?os. En muchas ocasiones, a la ausencia de traductor se le a?ade el hecho de que el personal sanitario es masculino, un fen¨®meno europeo que no se ajusta a los est¨¢ndares culturales de muchas mujeres que provienen de Oriente Medio. Esta incapacidad para comunicarse, para comprender lo que pasa alrededor, las conduce demasiado a menudo al aislamiento en un momento en el que su cuerpo est¨¢ en manos de otros. Por eso, se han reportado casos de partos que se han convertido en verdaderos traumas.
La vida sigue bajo cualquier circunstancia
Han pasado once meses despu¨¦s de que Masuma diera a luz, poco despu¨¦s de que cerraran la ruta Balc¨¢nica, y su cr¨ªo sigue en Ellenik¨®. En la actualidad, m¨¢s de 62.000 refugiados siguen atrapados en Grecia. Los vestigios desgastados y sucios de lo que un d¨ªa fue aeropuerto y recinto ol¨ªmpico son lo ¨²nico que ha visto su primer hijo. Mar¨ªa espera su segundo cr¨ªo en este complejo, donde viven hacinadas m¨¢s de 1.500 personas. La capacidad para seguir procreando en ambientes hostiles es sorprendente. Alrededor de un 10% de mujeres que viajan clandestinamente a Europa est¨¢n embarazadas.
?Vale la pena seguir teniendo hijos en estas condiciones? ¡°Oh s¨ª, claro, la vida sigue bajo cualquier circunstancia¡± dice L¨ªa Motska, gerente de una cl¨ªnica para mujeres de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) en Atenas. ¡°La gente sigue teniendo sexo¡±. Esta veterana de MSF, que acumula una larga trayectoria profesional en Oriente Medio, asegura que las adversidades no siempre suponen una barrera para ampliar la familia. Es m¨¢s, en su cl¨ªnica asesoran a desplazadas que tienen problemas para quedarse embarazadas.
M¨¦todos anticonceptivos: protecci¨®n para cruzar fronteras
En la mayor¨ªa de casos, en el centro de MSF proporcionan informaci¨®n y material para prevenir embarazos no deseados. Las precauciones que brinda esta cl¨ªnica no siempre son un m¨¦todo de planificaci¨®n familiar. A veces constituyen un elemento clave para proteger a la mujer en esta larga ruta hacia Europa. ¡°He visto mujeres embarazadas porque hab¨ªan sido violadas por traficantes¡±, declara Motska.
Los abusos sexuales no solo se producen durante el camino propiamente dicho, sino en los campos donde la estancia temporal ya tiene un car¨¢cter casi permanente. Masuma, Mar¨ªa y F¨¦rima coinciden que su nuevo hogar no es un lugar seguro. M¨¢s de un 46% de las f¨¦minas no se sienten seguras en los campos de refugiados, seg¨²n un estudio de Refugee Rights Data Project que documenta, adem¨¢s, casos de violaci¨®n, prostituci¨®n forzada, matrimonio forzoso y tr¨¢fico.
"Muchas mujeres, sobre todo africanas, llegan aqu¨ª con un implante porque prev¨¦n una violaci¨®n nada m¨¢s salir de su pa¨ªs", afirma Motska. La profesional sanitaria recuerda que este tipo de prevenciones son vitales. Por ello, muy a menudo, cuando las visitan adolescentes o madres solteras que deben continuar su viaje les alertan sobre estos riesgos. ¡°Muchas nos responden que no practican sexo, que su marido muri¨® a la guerra, que est¨¢n divorciadas... Nosotros les decimos que es para su seguridad, porque viajan solas y nuestra experiencia nos dice que ellas encajan en la categor¨ªa de alto riesgo¡±.
Las ONG juegan un papel imprescindible para asegurar un aborto seguro porque facilitan informaci¨®n y sobre todo acompa?an a las mujeres durante el proceso. Las enormes barreras ling¨¹¨ªsticas, culturales y en muchos casos geogr¨¢ficas ¡ªla mayor¨ªa de campos se encuentran aislados de los n¨²cleos urbanos¡ª impiden que la decisi¨®n de terminar el embarazo sea una opci¨®n viable.
Campos que amenazan la salud de madres y beb¨¦s
Anni Okoba, de Nigeria, ejerce de comadrona en una cl¨ªnica de M¨¦dicos del Mundo. Y no tiene ninguna duda de que las condiciones en los campos causan un gran impacto sobre la salud de las madres y de los ni?os. ¡°Muchas llegan a la cl¨ªnica muy preocupadas por su futuro. Lo primero que me preguntan es: ?Qu¨¦ voy a hacer?¡±, explica Okoba. La presi¨®n psicol¨®gica que recae sobre las personas varadas en Grecia sin posibilidad de salir afecta a quienes lo viven y a los que est¨¢n por venir. "La mayor¨ªa de mujeres embarazadas que me visitan, adem¨¢s de tener problemas de salud mental, no comen", a?ade la enfermera.
La baja calidad de los alimentos que sirven en muchos campos, combinado con las n¨¢useas asociadas al embarazo, provoca que muchas de estas desplazadas apenas coman. Un estudio conducido por Hellenic Action of Human Rights vincula la mala nutrici¨®n las madres a la salud de los ni?os, que en ocasiones deben ser hospitalizados por m¨¢s d¨ªas de lo habitual. Esta investigaci¨®n destaca casos de enfermedades casi ausentes entre los ni?os griegos: fiebre amarilla, meningitis, falta de vitamina D, sepsis neonatal y tuberculosis.
Y las enfermedades se propagan a la velocidad de la luz cuando los refugiados viven apelotonados en recintos como el de Ellenik¨®. F¨¦rima muestra con preocupaci¨®n una infecci¨®n cut¨¢nea de su peque?o que apenas llega al a?o y medio. ¡°Nos ponemos enfermos a menudo¡±, cuenta. Estas dolencias complican la lactancia. Masuma, por ejemplo, tuvo que dejar de dar el pecho por una infecci¨®n. Okoba afirma que ¡°la alternativa de usar el biber¨®n en los campos no es segura por las condiciones de salubridad¡±.
A esta joven afgana, que dio luz hace 11 meses, a¨²n le duele la espalda porque no ha dormido en un colch¨®n desde que lleg¨® a Grecia. De hecho, cinco d¨ªas despu¨¦s de su ces¨¢rea volvi¨® a la cruda realidad del campo, donde descansar es un lujo que muchos ya han olvidado. La comadrona que trabaja con las desplazadas denuncia esta situaci¨®n: ¡°tener un sitio para relajarse y sentirse c¨®moda despu¨¦s de un parto es vital y en la mayor¨ªa de casos no tienen esto¡±.
¡°Para limpiar la ropa tenemos que andar mucho¡±, se lamenta Mar¨ªa. Cualquier acto cotidiano, como ducharse, colgar la ropa, comer o lavarse las manos exige un esfuerzo tit¨¢nico. ¡°Durante muchos meses tuve que lavar a mi hijo con agua fr¨ªa porque no ten¨ªa alternativa¡±, a?ade Masuma. A F¨¦rima le agota no disponer de paredes y de un techo seguro para poder controlar a sus cr¨ªos. La crianza en estas zonas es el segundo cap¨ªtulo de una maternidad complicada.
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