El t¨ªo Howard y el patrimonio de la basura
Los contenedores pueden ser fant¨¢sticos lugares para encontrar joyas. Sobre todo si hablamos de contracultura
?Qui¨¦n recuerda las pel¨ªculas de Howard Brookner? Solo hizo tres: dos documentales, uno sobre la figura de William Burroughs y otro sobre una ¨®pera de Robert Wilson; y la tercera, una ficci¨®n, Noches de Broadway, musical protagonizado por Madonna, Matt Dillon y Jennifer Grey que ni ¨¦l mismo lleg¨® a ver estrenar. Muri¨® de sida en 1989 y su obra qued¨® enterrada en el limbo de las promesas incumplidas. Casi tres d¨¦cadas despu¨¦s, su sobrino Aaron Brookner ha decidido rescatar el archivo perdido de su t¨ªo para armar la pel¨ªcula Uncle Howard, toda una declaraci¨®n de amor a una enigm¨¢tica y atractiva figura perdida en las catacumbas del Manhattan de los ochenta.
En realidad, Aaron Brookner ha jugado con las cartas marcadas: sab¨ªa que hab¨ªa un tesoro escondido y fue a por ¨¦l. El archivo de la primera pel¨ªcula de Howard Brookner, Burroughs (1983), encierra toda la ¨¦pica de la contracultura. Frente a la c¨¢mara, el eterno patriarca; detr¨¢s, dos aguerridos aprendices: unos imberbes Jim Jarmusch y Tom DiCillo fueron, respectivamente, el sonidista y el director de fotograf¨ªa de la pel¨ªcula. Entre los dos, el p¨ªcaro Howard, guapo, sonriente y reservado.
Rebuscamos entre viejas y oxidadas latas los vestigios de vidas que admiramos. Y a veces hay respuestas
¡°Era inescrutable y complejo¡±, dice de ¨¦l Jarmusch. ¡°Todav¨ªa le echo de menos¡±. El material permanec¨ªa desde su muerte en ¡°el b¨²nker¡±, el apartamento del Bowery del autor de El almuerzo desnudo que ahora es propiedad del poeta John Giorno. Decenas de latas perfectamente clasificadas con todo lo que Howard rod¨® durante los cinco a?os que acompa?¨® al escritor. Pese a que en un principio Giorno se resisti¨® a permitir el acceso al material, James Grauerholz, editor y heredero de Burroughs, le dijo a Aaron Brookner que insistiera, que todo segu¨ªa all¨ª, intacto. Detr¨¢s de las razones de Aaron hab¨ªa una obstinada determinaci¨®n: saber m¨¢s de su t¨ªo a trav¨¦s de lo que film¨®. ¡°Howard es una historia inacabada y todo ese material, bajo llave por el destino, mantiene su esp¨ªritu encerrado¡±, dice James Grauerholz. Liberar a Howard, esa parece la esot¨¦rica y delicada misi¨®n de esta pel¨ªcula.
Howard Brookner estudiaba cine en la Universidad de Nueva York cuando decidi¨® dedicar su tesis de fin de carrera a Burroughs y la generaci¨®n Beat. Sorprendentemente, el paranoico escritor accedi¨® a la propuesta. El chico no le pon¨ªa nervioso y se gan¨® su confianza hasta ser su sombra. La convivencia era intensa e inclu¨ªa lecturas de textos, performances y consumo de drogas. Burroughs poni¨¦ndose la corbata para empezar a escribir a las diez de la ma?ana y hasta las seis de la tarde. Burroughs posando con sus malditos fetiches ¨Clas armas de fuego, las dianas¡ª, con amigos y admiradores, Frank Zappa o Allen Ginsberg. Burroughs en unas caba?as de Colorado contando la visita de unos extraterrestres o viendo atardecer, en la ¨²ltima secuencia que se rod¨®, en el patio de su casa de Kansas. ¡°Est¨¢ bien volver y sentar la cabeza con tu gato, tu huerto de esp¨¢rragos y de alpiste, cazando y pescando¡±, dice.
Uncle Howard encierra el signo de estos tiempos; rebuscamos entre viejas y oxidadas latas los vestigios de vidas que admiramos, pistas que nos permitan mirarnos de otra forma al espejo. Y a veces, encontramos respuestas. Le ocurri¨® a John Maloof cuando se encontr¨® en una modesta subasta de Chicago con la obra de la desconocida fot¨®grafa Vivian Maier, o m¨¢s cerca, en Madrid, cuando en un contenedor de la calle Pez aparecieron los restos de esa sorprendente familia de artistas, los Modlin. Solo tres ejemplos que han dado origen a libros o pel¨ªculas, aventuras admirables. Sin mar, barco ni oro al alcance, resulta que el tesoro estaba aqu¨ª, en el patrimonio de la basura.
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