El tirano, sin m¨¢scara
Est¨¢n en juego la legitimidad de las elecciones, el papel de Rusia y los poderes del presidente
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Ahora empieza de verdad esta presidencia. Todo el mundo sab¨ªa que el novato presidente de los Estados Unidos entiende poco de leyes y constituciones. Gracias a su formidable ego, a su poder econ¨®mico y a su limitada cultura pol¨ªtica, Trump tiene tendencia a considerarse por encima de las reglas de juego que tienen vigencia para el resto de los mortales. La suya es la regla de uno y no la regla de todos.
Hasta ahora ya hab¨ªa hecho suficiente gala de tal actitud como para suscitar la preocupaci¨®n de sus conciudadanos. Aunque su nepotismo en los nombramientos, su opacidad respecto a su patrimonio e impuestos y sobre todo sus extremistas decretos presidenciales, especialmente contra los extranjeros y contra el Obamacare, bastaban para dibujar el perfil de un tirano, todav¨ªa no hab¨ªa incurrido en un acto escandaloso en el que se situara por encima de la ley y utilizara sus enormes poderes al servicio de sus intereses m¨¢s particulares.
Todo el mundo sab¨ªa que m¨¢s pronto que tarde iba a producirse una tal situaci¨®n, como ha sido el caso de la destituci¨®n del jefe del FBI, James Comey. M¨¢s sorprendente es la rapidez con que ha quemado las etapas, todav¨ªa en la estela de sus primeros y est¨¦riles cien d¨ªas de presidencia, de forma que en pocas horas se han disparado las alarmas que caracterizan a la democracia estadounidense, en un anuncio bien expl¨ªcito de que entramos en un momento decisivo.
Todo el mundo sab¨ªa que el novato presidente de los Estados Unidos entiende poco de leyes y constituciones. La suya es la regla de uno y no la regla de todos
Muchas cosas est¨¢n en juego. En primer lugar, la legitimidad y limpieza de su elecci¨®n presidencial. Trump decidi¨® destituir a Comey tras escuchar sus declaraciones ante el Congreso en las que reconoc¨ªa que le produc¨ªa n¨¢useas la mera posibilidad de que el anuncio de una nueva investigaci¨®n sobre los correos e-mail de Hillary Clinton hubiera sido la causa de la derrota de la candidata dem¨®crata. Tambi¨¦n el turbio papel de Rusia en la campa?a electoral y los tratos del equipo de Trump con el Gobierno de Putin, y especialmente el general Michael Flynn, ef¨ªmero consejero nacional de seguridad, encargado de negociar el levantamiento de las sanciones a Rusia por la anexi¨®n de Crimea.
Pero ninguna tan importante como la que afecta a los poderes constitucionales del presidente, sometido al imperio de la ley como todo ciudadano, obligado por tanto a respetar la divisi¨®n de poderes y la autonom¨ªa de los cargos p¨²blicos, y ahora bajo sospecha de utilizar su potestad ejecutiva para obstruir una investigaci¨®n que le perjudica, con la ayuda del fiscal general Jeff Sessions, afectado tambi¨¦n por la sospecha de colaboraci¨®n con Mosc¨².
La sombra de Richard Nixon, que incurri¨® en pr¨¢cticas similares y tuvo que dimitir para evitar la destituci¨®n por el Congreso, se proyecta desde ayer sobre la presidencia de Trump. Las caretas grotescas han ca¨ªdo y el rostro que aparece debajo es el que mayor prevenci¨®n suscita en la historia del sistema constitucional de EE UU, pensado para dotar a la naci¨®n de un ejecutivo a la vez fuerte y limitado, para evitar sobre todo que sea un tirano quien se sit¨²e al frente de sus destinos.
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