El riesgo mal calculado de las enfermedades infecciosas
La inversi¨®n en salud es m¨¢s necesaria de lo que Gobiernos e inversionistas creen, porque cuando estalle una epidemia, ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil y costosa de contener
Los l¨ªderes empresariales y los inversionistas mundiales est¨¢n, en gran medida, obsesionados por dos tipos de riesgo: el macroecon¨®mico y el geopol¨ªtico. En el corto plazo, esto significa ¨¦nfasis en los inminentes aumentos de las tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos y las elecciones [recientes] en Francia y Alemania. A largo plazo, significa conciencia de los riesgos estructurales como la alta deuda soberana, los cambios demogr¨¢ficos y la escasez de recursos naturales. Pero hay un tercer riesgo, posiblemente m¨¢s pernicioso, que se esconde bajo el radar de la mayor¨ªa de las personas que toman decisiones: las enfermedades infecciosas.
Seg¨²n el ex director de los Centros para el Control y la Prevenci¨®n de Enfermedades de Estados Unidos, Tom Frieden, el mundo corre m¨¢s riesgo que nunca por las amenazas para la salud mundial. La gente viaja m¨¢s lejos y m¨¢s a menudo. Las cadenas de suministro, incluyendo alimentos y medicamentos, se extienden por todo el planeta. Un caso mal tratado de, digamos, tuberculosis (TB) en Asia o ?frica puede presentarse en un hospital en EE UU en cuesti¨®n de d¨ªas.
En este contexto, a los cient¨ªficos les inquieta el reciente aumento de las epidemias como el zika, el ¨¦bola o la gripe aviar. Y est¨¢n alarmados por el resurgimiento de enfermedades mortales como la gripe, el VIH, la malaria y la tuberculosis.
Sin duda, en t¨¦rminos de muertes, los recientes brotes de enfermedades y pandemias est¨¢n muy lejos de las epidemias mundiales de gripe. Mientras que la epidemia de SARS de 2003 caus¨® 774 muertes y la del ¨¦bola de 2014-2015 dej¨® 11.310 muertos, el brote de gripe de 1918-1920 se cobr¨® la vida de 100 millones de personas, m¨¢s de cinco veces el n¨²mero de muertos en la guerra mundial que acababa de ocurrir. En la pr¨¢ctica, pereci¨® alrededor del 5% de la poblaci¨®n mundial.
La epidemia de gripe de 1918-1920 mat¨® a 100 millones de personas, cinco veces m¨¢s que el n¨²mero de muertos en la I Guerra Mundial. En la pr¨¢ctica, pereci¨® el 5% de la poblaci¨®n del planeta
Pero los riesgos de las enfermedades infecciosas a las que nos enfrentamos hoy podr¨ªan intensificarse sustancialmente debido al aumento de la resistencia antimicrobiana (AMR). Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, "480.000 personas desarrollan tuberculosis multirresistente cada a?o, y la resistencia a los medicamentos est¨¢ empezando a complicar la lucha contra el VIH y la malaria".
La resistencia a los antibi¨®ticos, advierte la OMS, est¨¢ ahora presente en todos los pa¨ªses, exponiendo a los pacientes a peores resultados cl¨ªnicos y un mayor riesgo de muerte, al tiempo de aumentar la carga sobre los sistemas de salud.
El jefe m¨¦dico de Inglaterra, Sally Davies, ha advertido que, si no se controla, la creciente impotencia de los medicamentos podr¨ªa ser catastr¨®fica. Estima que para el 2050, las infecciones resistentes a los medicamentos podr¨ªan matar a una persona "cada tres segundos". La Revisi¨®n de la AMR calcula que, en ese momento, se podr¨ªan perder unos 10 millones de vidas cada a?o, a un coste acumulado para la producci¨®n econ¨®mica total de 100 billones de d¨®lares. Para poner esto en perspectiva, el PIB mundial hoy en d¨ªa asciende a 74 billones de d¨®lares por a?o.
Sin embargo, las potenciales consecuencias humanas y econ¨®micas a largo plazo de la AMR no son ampliamente apreciadas por el p¨²blico y, en particular, por los mercados financieros. De hecho, la protecci¨®n contra las amenazas a la salud p¨²blica es un ¨¢rea vital que los mercados no desempe?an eficientemente. Como resultado, normalmente, son los Gobiernos quienes asumen los costes de prevenci¨®n y tratamiento.
Con los presupuestos del Gobierno ya sobrecargados, hacer frente a la intensificaci¨®n de la AMR ser¨¢ dif¨ªcil, cuanto menos. Sin embargo, es improbable que los Gobiernos avancen r¨¢pidamente para mitigar este riesgo. Por el contrario, la experiencia indica que, a menudo, los Gobiernos luchan por alinear el gasto p¨²blico con los problemas subyacentes o crecientes, como las amenazas para la salud p¨²blica, hasta que llegan a un punto cr¨ªtico.
M¨¢s personas murieron de c¨¢ncer en EE UU el a?o pasado que en la guerra. De hecho, las 580.000 muertes por c¨¢ncer del 2016 sobrepasaron las aproximadamente las 430.000 muertes, en promedio, en la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam y la Guerra del Golfo. Sin embargo, el gasto del Gobierno contra el c¨¢ncer es, de media, unos 4.000 millones de d¨®lares anuales, poco m¨¢s del 0,5% del presupuesto militar al a?o, de aproximadamente 718.000 millones.
La resistencia a los antibi¨®ticos, advierte la OMS, est¨¢ ahora presente en todos los pa¨ªses, exponiendo a los pacientes a peores resultados cl¨ªnicos y un mayor riesgo de muerte
Por supuesto, las decisiones de asignaci¨®n del presupuesto del Gobierno se complican y obstaculizan por los imperativos pol¨ªticos. El ej¨¦rcito estadounidense consta de unos tres millones de trabajadores, lo que lo convierte en el mayor empleador del mundo, y hay una presi¨®n pol¨ªtica sustancial por parte de algunos grupos para dar la m¨¢xima prioridad al dominio militar de EE UU.
Pero no es solo una cuesti¨®n de cu¨¢nto se gaste, sino de cu¨¢ndo. Los Gobiernos no esperan a que se declaren guerras antes de invertir en defensa. Pero tienden a esperar a que estallen las crisis antes de invertir en la lucha contra las enfermedades infecciosas.
El mundo gast¨® 15.000 millones de d¨®lares en la emergencia causada por la epidemia de SARS y 40.000 millones de d¨®lares en su respuesta al ¨¦bola. En 1918, la crisis de la pandemia de gripe cost¨® unos 17,5 billones de d¨®lares. Si los pa¨ªses hubieran gastado m¨¢s en mitigar el riesgo de estos brotes de enfermedades (por ejemplo, fortaleciendo sus sistemas de atenci¨®n sanitaria y promoviendo el uso responsable de antibi¨®ticos), podr¨ªan no haber sido necesarios esos enormes pagos de emergencia. Por lo menos, probablemente habr¨ªan sido m¨¢s peque?os.
En este sentido, la lucha contra las enfermedades infecciosas se asemeja mucho a la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Aunque la amenaza es sustancial, no es inmediata, por lo que los gobiernos contin¨²an dando respuesta a otras prioridades y permitiendo que la amenaza aumente, en gran medida fuera de la vista. Como resultado, no tiene un precio adecuado en los mercados.
Cuando la crisis finalmente estalle, la verdadera escala de la amenaza habr¨¢ sido evidente. Pero en ese punto, ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil y costosa de contener, y, habr¨¢ causado muchas m¨¢s v¨ªctimas. Desafortunadamente, puede que ese punto est¨¦ m¨¢s cerca de lo que nadie espera, ya sean Gobiernos o inversionistas.
Dambisa Moyo, economista y autora, es miembro del consejo de administraci¨®n de varias corporaciones globales.
Copyright: Project Syndicate, 2017.
Traducido del ingl¨¦s por David Mel¨¦ndez Tormen.
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