¡®In excelsis¡¯

Albricias en titulares el pasado fin de semana: ¡°Francia derrota al radicalismo¡±, ¡°Francia frena a los populistas¡±, etc¨¦tera... Sabemos lo que quieren decir y yo comparto la alegr¨ªa que expresan, pero siento cierto malestar al leerlos. Me parece demasiado c¨®modo, incluso francamente enga?oso atribuir a Francia el papel de San Jorge derrotando al drag¨®n. Porque el drag¨®n, digan lo que quieran los psicoanalistas, no formaba parte de San Jorge, mientras que ese radicalismo, populismo o neofascismo vencido s¨ª forma parte de Francia. ?Acaso no son franceses los votantes del FN, tanto como los que se han abstenido despu¨¦s de elegir en la primera vuelta opciones no mucho mejores, o incluso los lun¨¢ticos que salen estos d¨ªas a la calle protestando contra los resultados electorales, es decir, contra el derecho de los dem¨¢s ciudadanos a escoger a quien prefieran? Tambi¨¦n los que menos nos gustan son paisanos nuestros: vivir en democracia es renunciar a decidir qui¨¦n merece habitar la tierra y qui¨¦n no. Por eso consideramos abominablemente equivocados a los racistas y tambi¨¦n a los que sustituyen el racismo cl¨¢sico por la lucha de clases o castas para establecer qui¨¦n es digno de habitar la pol¨ªtica. En Euskadi se dec¨ªa con optimismo irrisorio ¡°no son vascos, son asesinos¡±, como si ambas condiciones fuesen excluyentes. Y Franco se invent¨® una anti-Espa?a para sus adversarios, que alberg¨® a la fuerza a muchos de los que hoy nos vemos convertidos en ¡°espa?olistas¡±. Pero no hay una Francia, una Espa?a o una Europa excelsas, sedes un¨¢nimes de virtud por encima de los ciudadanos: son ¨¦stos los ¨²nicos contantes y sonantes, con sus enfrentamientos y luchas por el poder. De ese combate permanente ¡ªel buen dem¨®crata es un conservador inconformista¡ª sale el pa¨ªs de todos, un concierto discordante.