La limosna (Prada-Gatica)
PRADA SABE QUE GATICA est¨¢ en la ruina. Lo sabe todo el mundo, o lo sabe casi todo el mundo, y Alfredo Prada tambi¨¦n. As¨ª de ef¨ªmera, as¨ª de fr¨¢gil, es la gloria que las victorias prometen como un para siempre. Prada lo sabe y lo supo desde un principio: es la ventaja (aunque la ¨²nica ventaja) que le lleva al pobre Gatica. Por eso el pobre Gatica est¨¢ ahora como est¨¢, convertido poco menos que en un mendigo; trabaja (es un decir) de lo siguiente: de pararse en la puerta de un restor¨¢n de medio pelo, a manera de atracci¨®n para el local, para que aquellos que lo reconocen, los que saben qui¨¦n es o qui¨¦n fue, lo saluden y le dejen alguna propina (alguna limosna).
¨CArreglate ¨Cdice Prada¨C, que salimos a comer.
Su mujer junta las manos: es ese su adem¨¢n de alegr¨ªa.
Si hicieron cuatro peleas, y ganaron dos cada uno, ?qu¨¦ capricho de la memoria argentina ha hecho de ¨¦l un perdedor y al otro le reserv¨® el lugar m¨¢s luminoso?.
Si hicieron cuatro peleas, y ganaron dos cada uno, ?qu¨¦ capricho de la memoria argentina ha hecho de ¨¦l un perdedor y al otro le reserv¨® el lugar m¨¢s luminoso? Nadie ignora, y Prada tampoco, que los pu?os que apret¨® el general Per¨®n sonriente, a manera de bendici¨®n, no fueron los suyos, sino los del Tigre Gatica; nadie ignora, y Prada tampoco, que la mejilla ofrecida que el env¨¦s de una mano de Evita roz¨®, para sanar o para santificar, fue la del Monito Gatica, y no la suya. Con esa clase de gestos, y no con los guantes entre las sogas, se traman a veces los recuerdos: las cosas que perdurar¨¢n.
¨CEs ac¨¢, ?te gusta? ¨CPrada estaciona el auto en la puerta. Prada tiene auto. Y en la puerta, por suerte, hay lugar.
Per¨®n ahora est¨¢ en Madrid, en el exilio, en la distancia. Y Evita, aunque muerta, est¨¢ no se sabe d¨®nde, tal vez en ninguna parte (en el ¨¢cido que todo disuelve, en el fondo imposible del mar). Y Gatica, por fin, Gatica, el pobre Gatica, el Mono Gatica, el Tigre Gatica, ?d¨®nde est¨¢? Ah¨ª est¨¢, ah¨ª en la puerta. Los zapatos percudidos, el saco descascarado. Prada se acomoda las solapas antes de bajar del auto. Se mira al pasar en el espejo, luce bien.
¨CPas¨¢ nom¨¢s, que yo te sigo ¨Csu mujer se ha perfumado por dem¨¢s.
?Qu¨¦ es mejor: un gran billete, estirado y firme, o un pu?ado de monedas tintineantes? El billete, claro est¨¢, fuera de dudas. El billete con pr¨®cer y con ceros. Prada lo alarga y Gatica lo recibe.
¨CBuenas noches, se?or.
¨CBuenas noches.
No es seguro que lo haya reconocido. No le importa, no le hace falta, ya le da igual.
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