No est¨¢ loco, es un ni?o
El presidente vulnera la seguridad del espionaje e interfiere en la acci¨®n de la justicia
La teor¨ªa del presidente loco ha quedado superada. Ahora prospera la impresi¨®n de que se ha instalado en la Casa Blanca un ni?o de siete a?os, que adem¨¢s es maleducado y caprichoso, ignorante y consentido.
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La locura presidencial pod¨ªa tener rendimientos, tal como Richard Nixon lleg¨® a defender ante sus colaboradores, especialmente ante un enemigo al que hay que disuadir con la amenaza nuclear. Un presidente loco es imprevisible y se halla fuera de todo control, de forma que no hay que provocarle ni tomar a broma sus amenazas.
Es peor si el presidente es un ni?o, porque incluye el caso anterior. Ya saben, es un loco peque?ito que se mete en todos los charcos y no sabe moverse sin hacer una trastada tras otra. Sus vicios de infante mimado se ven amplificados por su tama?o y su edad provecta. La culpa siempre es de los otros. Sus fallos son siempre responsabilidad de sus subordinados, perfectos candidatos al despido inminente.
Rusia entera se r¨ªe a mand¨ªbula batiente de las proezas del ni?o-presidente que sus servicios promocionaron en la campa?a electoral. La ¨²ltima ha sido la revelaci¨®n de secretos facilitados por el espionaje israel¨ª sobre el Estado Isl¨¢mico en Siria, en un doble gesto de persona inmadura, para exhibir su informaci¨®n privilegiada y congraciarse con los rusos. Los desperfectos son terribles: en la seguridad de los agentes sobre el terreno, en la confianza de los servicios israel¨ªes y del resto del planeta, en la fiabilidad pol¨ªtica de la Casa Blanca y en la seguridad de EE UU, en definitiva.
?C¨®mo se explica que el partido republicano siga confiando en un personaje tan atrabiliario en vez de promover una investigaci¨®n sobre sus relaciones con Rusia y quiz¨¢s su destituci¨®n?
No es menos grave la presi¨®n ejercida sobre el exdirector del FBI, James Comey, para que no investigara las relaciones del exconsejero de Seguridad Michael Flynn con Mosc¨². Si nada impide legalmente al presidente meter la pata con sus regalos al espionaje ruso, y de rebote iran¨ª, las presiones sobre el director del FBI destituido entran en el repertorio penal de obstrucci¨®n de la justicia, que conduce directamente al proceso de destituci¨®n, si la mayor¨ªa republicana act¨²a de acuerdo con los principios constitucionales.
Trump ha alcanzado la Casa Blanca con la consigna de hacer grande de nuevo a su pa¨ªs pero su presencia en el despacho hasta ahora m¨¢s poderoso del planeta es un signo mayor e inquietante de decadencia; toda una paradoja y a la vez una iron¨ªa. ?C¨®mo ha podido llegar hasta aqu¨ª un individuo de tan escasas cualidades personales, pol¨ªticas y morales? ?En qu¨¦ ha fallado el sistema pol¨ªtico estadounidense, con su complejo sistema de primarias y sus numerosos checks and balances? ?C¨®mo se explica que el partido republicano siga confiando en un personaje tan atrabiliario en vez de promover una investigaci¨®n sobre sus relaciones con Rusia y quiz¨¢s su destituci¨®n?
La presidencia de Donald Trump es la demostraci¨®n m¨¢s palpable de que la democracia m¨¢s perfecta puede terminar incurriendo en los peores vicios de la sucesi¨®n mon¨¢rquica, cuando la calidad de los gobernantes absolutos y el destino de los pueblos depend¨ªan del azar de una filiaci¨®n gen¨¦tica. Estados Unidos en manos de Trump es como Espa?a en manos de Carlos II el Hechizado, ¨²ltimo Austria y s¨ªmbolo de la decadencia del imperio.
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