Seamos coherentes
Los programas de los partidos deber¨ªan someterse a evaluaci¨®n para calcular su efecto directo sobre gastos e ingresos p¨²blicos y, por lo tanto, el riesgo potencial sobre la estabilidad fiscal
Aunque no nos guste, los n¨²meros tiene que cuadrar; sean los de una familia, empresa o administraci¨®n. Lo contrario conduce a la falta de credibilidad, la mala reputaci¨®n y los riesgos de impago e insolvencia. Los partidos pol¨ªticos no son ajenos a esta necesidad. Sus programas electorales deben ser coherentes internamente por todo lo anterior. Pero tambi¨¦n por respeto al debate pol¨ªtico de calidad y a la competencia electoral justa. Prometer cosas que no encajan presupuestariamente distorsiona la discusi¨®n y acaba obligando a todos a jugar con las cartas marcadas, con unos electores que, en su inmensa mayor¨ªa, no son expertos economistas con la capacidad y el tiempo de hacer los c¨¢lculos necesarios, no siempre sencillos.
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Todo lo anterior es particularmente relevante en un contexto pol¨ªtico internacional en el que el populismo oportunista y con escasos escr¨²pulos compite con ¨¦xito contra partidos con una tradici¨®n que les obliga a mayores dosis de coherencia. Cierto que un programa electoral no es ni puede ser un contrato en sentido estricto. Pero tampoco se puede admitir que sea un documento el¨¢stico como un chicle, et¨¦reo como una tertulia o perecedero como el peri¨®dico del d¨ªa.
El primer paso para garantizar la congruencia de los programas electorales debe darse en el propio seno de los partidos. Sus equipos econ¨®micos tienen la responsabilidad de hacer bien los n¨²meros y presentarlos con claridad. La incorporaci¨®n de una memoria econ¨®mica en el programa electoral de Podemos en las ¨²ltimas elecciones generales ha sido un avance significativo. Pero con eso no llega. Porque existe un problema obvio de riesgo moral. De forzar los n¨²meros para que cuadren. Por eso hace falta que, adem¨¢s de las propias organizaciones, una instituci¨®n externa, independiente y competente haga ese trabajo. No hay muchos candidatos en Espa?a. Entre los que hay activos y teniendo en cuenta las dimensiones de la competencia t¨¦cnica y la independencia, es la Autoridad Fiscal Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) la que mejor punt¨²a. Pero es verdad que ese cometido requerir¨ªa cambios legales y consensos pol¨ªticos que pueden alargar en el tiempo la encomienda. La alternativa es que sea la Sociedad Civil la que asuma la responsabilidad mientras tanto. Que sea un conjunto plural de Fundaciones las que den amparo a un grupo de expertos independientes de la m¨¢xima reputaci¨®n y que est¨¦n dispuestos a asumir el reto.
El resultado de la evaluaci¨®n deber¨ªa ser un documento p¨²blico, con amplia difusi¨®n, sencillo de interpretar por los votantes
Sin duda, el espacio p¨²blico mejorar¨ªa con esa labor de supervisi¨®n externa, que bien podr¨ªa ser voluntaria. Solo los partidos dispuestos a pasar por el filtro del rigor y la seriedad, abiertos a escuchar cooperativamente a expertos externos sobre sus propuestas para mejorar la coherencia de sus programas, se sumar¨ªan a la iniciativa. Obviamente, el que optase por no sumarse, tendr¨ªa que afrontar el consiguiente coste reputacional.
Existen numerosos detalles a concretar. Pero existen experiencias exitosas y con tradici¨®n, como la holandesa, en las que podemos inspirarnos. La evaluaci¨®n deber¨ªa incluir, como m¨ªnimo y en un primer momento, una estimaci¨®n del efecto directo sobre gastos e ingresos p¨²blicos de todas las propuestas incluidas, de forma que se pudiese identificar el riesgo de que el programa generase problemas de estabilidad fiscal. Una vez consolidada esta primera fase, se podr¨ªa avanzar en el an¨¢lisis de la influencia del programa sobre la renta nacional y su distribuci¨®n, el desempleo, o su impacto sobre la dimensi¨®n de g¨¦nero y el medio ambiente; y se podr¨ªa optar por la utilizaci¨®n de modelos sofisticados de micro y macrosimulaci¨®n. En todo caso, el resultado de la evaluaci¨®n deber¨ªa ser un documento p¨²blico, dotado de una amplia difusi¨®n, sencillo de interpretar por los votantes y con la credibilidad que le otorgar¨ªan la competencia t¨¦cnica y la independencia de quienes lo elaboren.
Aunque el horizonte para unas pr¨®ximas elecciones generales en Espa?a se ha alejado. Pero tambi¨¦n es verdad que este tipo de iniciativas tiene que estar preparadas cuando llegue el momento. Y eso significa tiempo para programar, modificar los aspectos reglamentarios precisos y, probablemente, ensayar el trabajo t¨¦cnico usando como referencia los programas anteriores. La capacidad de improvisaci¨®n es buena tenerla; usarla con mesura, tambi¨¦n.
El objetivo del reciente informe de la Fundaci¨®n Transforma Espa?a, disponible de forma libre en el sitio web de la instituci¨®n, ofrece respuestas a la mayor¨ªa de los interrogantes que se le pueden plantear a ciudadanos y organizaciones pol¨ªticas. Contar con programas coherentes es el primer paso para garantizar que luego lo sean los presupuestos y las pol¨ªticas p¨²blicas.
Santiago Lago es director de GEN (universidad de Vigo)
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