Marruecos, un dilema imposible
El pa¨ªs necesita un gran pacto nacional por la educaci¨®n, por el desarrollo y contra la pobreza. El Gobierno resultante de las elecciones de 2016 provocar¨¢ desencanto entre los electores, porque est¨¢ sometido a los partidos menos representativos
Abdelilah Benkirane, l¨ªder del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), vencedor de las elecciones de octubre de 2016 en Marruecos, quiso formar Gobierno siguiendo su lema: ¡°Ni sumisi¨®n ni confrontaci¨®n¡±. A los ¡°poderes f¨¢cticos¡±, se entiende, a los que design¨® durante la campa?a electoral como el tahakkum, el mando a distancia. El problema es que entre esas dos negaciones quedaba un muy estrecho margen de maniobra. Cuando la correlaci¨®n de fuerzas es tan desequilibrada es dif¨ªcil lograr un acuerdo que no acabe en sumisi¨®n o confrontaci¨®n. Benkirane ha sido v¨ªctima de ese dilema imposible. En su actuaci¨®n durante los cinco a?os de gobierno evit¨® la confrontaci¨®n. Cedi¨® en la cohabitaci¨®n con el monarca en muchos temas, aceptando que las grandes decisiones, las que conciernen a la diplomacia con la imposici¨®n de embajadores, a Interior con los nombramientos de walis y gobernadores, a la econom¨ªa con la designaci¨®n de los directores de las grandes agencias y empresas p¨²blicas, le vinieran impuestos. Muchas de sus concesiones supo presentarlas ante la opini¨®n bajo el prisma de la victimizaci¨®n. Dej¨® claro que no dispuso de todos los resortes del poder, situados en una esfera superior. De ah¨ª el recurso a culpabilizar al tahakkumdurante la campa?a electoral.
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Cinco meses han sido necesarios en Marruecos para gestar un Gobierno que deje a las claras la verdadera correlaci¨®n de fuerzas que rige en el pa¨ªs. Para ello fue necesario sacrificar al ¨²nico pol¨ªtico marroqu¨ª que ha gozado de popularidad en los ¨²ltimos veinte a?os, como demostraron las urnas en octubre pasado. Sus cinco a?os al frente de un Gobierno heterog¨¦neo, que hubo de adoptar medidas impopulares, no impidieron a Benkirane revalidar una victoria electoral a pesar de las campa?as de desprestigio que sufri¨® desde diversos ¨¢mbitos, incluso los m¨¢s altos.
El rey, como estipula la constituci¨®n promulgada tras las convulsiones de la primavera ¨¢rabe, hubo de encargarle la formaci¨®n de un Gobierno como l¨ªder del partido ganador. Pero los intentos de formar una mayor¨ªa que tradujera el resultado de las urnas resultaron vanos, pues se le sabote¨® la posibilidad de una entente con partidos de su ¨®rbita como el Istiqlal, que hubiera permitido una, aunque fr¨¢gil, menos incoherente mayor¨ªa y se le acabaron imponiendo, por partidos hoy minoritarios en esca?os pero cercanos a la administraci¨®n de siempre, condiciones inadmisibles para la imagen que Benkirane quer¨ªa dar de s¨ª mismo y de su partido.
El Gobierno que presidir¨¢ finalmente Saadedin el Othmani, su sucesor islamista designado por el rey, no refleja en absoluto la correlaci¨®n de fuerzas salida de las urnas. Ni en el n¨²mero ni en la importancia de las carteras, que deval¨²a la victoria del PJD. El tahakkum no fue una invenci¨®n de Benkirane sino una realidad estructural de Marruecos.
La monarqu¨ªa debe funcionar como un s¨ªmbolo; tiene que limitar su papel en la vida pol¨ªtica
Las elecciones de 2016 han sido las m¨¢s re?idas y las m¨¢s democr¨¢ticas de la historia de Marruecos desde las de 1963, en que Hassan II logr¨® apenas la mayor¨ªa con la dif¨ªcil victoria de un frente real, el FDIC. La cuesti¨®n es que en 2016 el frente de palacio no ha sido capaz de unificarse como en 1963 y se encontraba fragmentado en el Partido Autenticidad y Modernidad, conocido como ¡°partido del amigo del rey¡±, y una cohorte de partidos administrativos, testigos de una larga historia de fabricaciones de mayor¨ªas artificiales para conservar la hegemon¨ªa, que representan intereses locales y personales divergentes. En un futuro cercano es posible que asistamos a la federaci¨®n de toda esta cohorte como ¨²nico medio de imponerse electoralmente al PJD.
Las elecciones de 2016 demostraron que una buena proporci¨®n de electores comprendi¨® que su voto ten¨ªa un valor, que votar merec¨ªa la pena. Pero el Gobierno resultante, que muchos han entendido como sumisi¨®n del PJD a las imposiciones de partidos menos representativos que ¨¦l, provocar¨¢ desencanto en los electores, que ven que votar les ha servido de poco. Con el descr¨¦dito subsecuente de la democracia.
Mustaf¨¢ Ramid, exministro de Justicia y peso pesado del PJD, expres¨®, cuando su nombre son¨® como uno de los posibles reemplazantes de Benkirane para presidir el Gobierno, que no quer¨ªa ser el nuevo Ben Arafa. Hac¨ªa alusi¨®n al sult¨¢n fantoche que Francia impuso en 1953 cuando envi¨® al exilio a un Mohamed V indomesticable. Eso expresa muy bien lo que muchos piensan de la situaci¨®n actual, donde el palacio ha impuesto su voluntad y corre el riego de ser visto como la nueva Residencia General de un nuevo protectorado sobre la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n. La tarea de El Othmani va a ser bien dif¨ªcil para que su imagen no quede como la del nuevo Ben Arafa, como el hombre de la sumisi¨®n, el hombre impuesto para asegurar la dominaci¨®n de los que mandan. Cierto que bajo su mando en la secretar¨ªa del PJD (2004-2008) supo hacer crecer al partido, en extensi¨®n territorial, en popularidad, en votos y en diputados. El reto que tiene por delante es grande.
Hasta que no hablen todos los excluidos del censo, todo ser¨¢ provisional
Benkirane logr¨®, present¨¢ndose como v¨ªctima, hacer que su paso por el poder no significase un desgaste para el partido y para su figura, sino que ganara a¨²n m¨¢s en peso y en popularidad. El Othmani tendr¨¢ que lograr realizaciones visibles para quienes han votado al PJD, si quiere mantener el prestigio del partido. Una coalici¨®n tan heterog¨¦nea como la que deber¨¢ coordinar, con seis partidos y numerosos tecn¨®cratas vinculados a palacio en carteras de soberan¨ªa, ser¨¢ m¨¢s unos reinos de taifas que tender¨¢n a disgregarse en actuaciones individuales de cada partido por separado, de cada ministro en su propia taifa.
Marruecos necesita consensuar un verdadero proyecto pol¨ªtico de pa¨ªs. Es en ese proyecto en el que no se han entendido los dos polos que han querido evitar el choque en esta confrontaci¨®n de cinco meses y que ha acabado con uno de ellos imponi¨¦ndose sobre el otro, no en un proyecto consensuado. Pero no hay que olvidar que ocho millones de marroqu¨ªes, ausentes del censo, se han quedado fuera del proceso electoral. Entre ellos los hay desenga?ados, perezosos, descre¨ªdos, opositores irreductibles.
Hay de todo en ese amplio sector excluido de las urnas. Sin esos no se podr¨¢ construir el Marruecos de ma?ana. Hasta entonces, hasta que hablen todos y no haya exclusiones, todo ser¨¢ provisional. Marruecos necesita un gran pacto nacional que deber¨ªa ser un gran pacto por la educaci¨®n, para tener un pueblo culto y abierto, tolerante y solidario, un pacto por el desarrollo para todos, contra la pobreza, contra la exclusi¨®n, contra los privilegios, un pacto por una sanidad y protecci¨®n social para todos, en el que la monarqu¨ªa, verdadero ¨¢rbitro, asumir¨ªa su papel de s¨ªmbolo, limitando su papel en la vida pol¨ªtica y econ¨®mica, cediendo el verdadero control a los ciudadanos a trav¨¦s de partidos pol¨ªticos cre¨ªbles y no aut¨¦nticos Beni Oui Oui como son hoy la gran mayor¨ªa de ellos.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico honorario de Historia del Islam contempor¨¢neo en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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