Los estudiantes Erasmus y la transformaci¨®n de la ciudad
El fen¨®menos de la 'estudiantificaci¨®n' es una gentrificaci¨®n causada por los estudiantes internacionales
No escapa a nadie que el programa Erasmus acarrea algo m¨¢s que la mera estancia acad¨¦mica de j¨®venes universitarios en otras ciudades comunitarias durante uno o dos semestres de su licenciatura. Ante todo, el programa Erasmus ha supuesto el m¨¢s notable ejercicio de marketing de esa idea llamada ¡®Europa¡¯ en los ¨²ltimos 30 a?os, sin duda la mayor ilusi¨®n (en el sentido de ¡®esperanza¡¯ y tambi¨¦n en el de ¡®artificio¡¯) que la hoy maltrecha Uni¨®n es capaz de ofrecer a sus ciudadanos. Si nadie recuerda ya la Constituci¨®n Europea y muchos dudan de la solvencia e intenciones de la Uni¨®n Monetaria, todos elogian los beneficios de la movilidad Erasmus.
Y no es para menos. Durante la etapa en la que el programa Erasmus promov¨ªa, coordinaba y financiaba estad¨ªas en el marco de la educaci¨®n superior, entre 1987 y 2014, m¨¢s de 3 millones de estudiantes universitarios se desplazaron entre pa¨ªses europeos (y sus asociados) para complementar sus estudios. Ante tal ¨¦xito, en 2014, la Comisi¨®n Europea decidi¨® englobar todos sus programas de formaci¨®n, juventud y deporte bajo la denominaci¨®n Erasmus+, a fin de seguir expandiendo la llamada ¡®Experiencia Erasmus¡¯ que ven¨ªa seduciendo generaci¨®n tras generaci¨®n.
Y qu¨¦ decir de esa experiencia? Existe una cierta disonancia entre dos versiones del mismo tema.
- Por un lado los Erasmus son representados como la encarnaci¨®n del proyecto Europeo, exitosos pol¨ªglotas cuyas experiencias transnacionales habr¨ªan servido para afinar y engrandecer sus competencias profesionales en el marco de esa Europa ideal, competitiva y sofisticada.
- Por el otro, se habla de sus estad¨ªas con cierto desd¨¦n (y alguna envidia), se?alando su tendencia a participar en todo tipo de fiestas y desenfrenos, incluyendo altas dosis de alcohol y sexo, cuya consecuencia ser¨ªa la dilapidaci¨®n del tiempo de dedicaci¨®n a las clases y al estudio.?
M¨¢s que dos visiones contrapuestas, estamos delante de dos etapas en el mismo proceso de transici¨®n a la vida adulta: el que protagonizan los j¨®venes europeos de una determinada clase social. Todo ello no puede sino evocar el Grand Tour, o sea, aquella instituci¨®n propia de la educaci¨®n vital, cultural y sentimental de la joven aristocracia inglesa, consistente en la realizaci¨®n de largos viajes y estad¨ªas en las ciudades italianas y centro-europeas, sobre todo entre los siglos XVII y XIX. Al igual que con el Erasmus, el desplazamiento de aquellos j¨®venes de noble estirpe se justificaba por finalidades educativas, de ilustraci¨®n cultural y aprendizaje ling¨¹¨ªstico.
Un inversor compra un edificio en el #Cabanyal para crear una residencia de 350 estudiantes https://t.co/2KOV8HFJ5t #Valencia pic.twitter.com/6gzRPLJQQV
— Levante-EMV (@levante_emv) February 6, 2017
Ahora bien, el desplazamiento de esos j¨®venes por naciones extranjeras implicaba sobretodo una relajaci¨®n de las costumbres, tolerada como etapa de esparcimiento previa a la adquisici¨®n de responsabilidades adultas de tipo familiar, laboral y pol¨ªtico. As¨ª, el proyecto formativo e intelectual era complementado por el deseo de escapar a los h¨¢bitos y estrecheces de la sociedad de origen, abriendo los horizontes de la experiencia en un viaje sentimental y emancipador donde eran habituales los excesos, las ri?as y las aventuras amorosas de los j¨®venes estudiantes en el extranjero.
Para aquellos que empiecen a dudar sobre esta transposici¨®n hist¨®rica, veamos algunos n¨²meros: los estudiantes internacionales representan solamente un 2% del total anual mundial de alumnos de educaci¨®n superior. O sea, una extrema minor¨ªa dentro de la minor¨ªa que consigue llegar a la Universidad. En el caso de los estudiantes universitarios europeos, menos de un 5% han realizado una estad¨ªa Erasmus al acabar la carrera.
En otras palabras, como sostienen muchos autores, existe un importante sesgo de clase en el acceso a la movilidad estudiantil durante la educaci¨®n superior, cuyos beneficiarios se encuentran siempre ocupando una posici¨®n educativa y socio-economica por encima de la media en sus pa¨ªses de origen. Adem¨¢s, ciertas desigualdades regionales se cruzan con las de clase, configurando variadas estrategias migratorias entre los estudiantes:
muchos de los Erasmus procedentes de familias de clase media trabajadora de Terrassa o de Madrid escogen Lisboa o Atenas porque sus familias jam¨¢s podr¨ªan sostener una estad¨ªa de 6 meses en Londres o en Par¨ªs.
Sea como sea, y al igual que el Grand Tour, la movilidad Erasmus es presentada, representada y reconocida como una mezcla de educaci¨®n, ocio, y experiencia vital, un cruzamiento entre un proyecto de inversi¨®n econ¨®mica en educaci¨®n (familiar y personal) con los deseos de tipo recreativo propios de la educaci¨®n juvenil global.
Pero, ?qu¨¦ tienen que ver las ciudades con todo esto?
Primero de todo, los Erasmus escogen muchas veces su destino en funci¨®n de la imagen y las atracciones que esperan encontrar en las ciudades de acogida, lo que ha conducido a algunos autores a hablar de ¡°turismo acad¨¦mico¡±. En efecto, la elecci¨®n de centros urbanos determinados para vivir y consumir es un aspecto clave de la construcci¨®n de la experiencia de los estudiantes Erasmus, que expresa poderosamente la estrecha relaci¨®n que se establece entre demanda del suelo y vivencia subjetiva, entre capitalizaci¨®n socioespacial y consumo del lugar. Al igual que otras modalidades de visitantes, es evidente que los Erasmus representan un impacto creciente en las transformaciones urbanas, en las cuales participan directamente como consumidores intensivos y estacionales de determinados bienes (inmobiliarios y de consumo).
#Londres es el destino m¨¢s visitado en Europa, principalmente gracias al #turismo acad¨¦mico, logrando as¨ª el segundo lugar a nivel mundial. pic.twitter.com/GukXLvEtqL
— ABASTUR (@ABASTUR) January 30, 2017
Su presencia contribuye a variados procesos de revalorizaci¨®n y mercantilizaci¨®n del espacio, reorganizando la econom¨ªa urbana:
- aumento, encarecimiento y especializaci¨®n de la oferta de ocio nocturno, que tiende a expandirse hacia nuevas zonas urbanas;
- subida de los alquileres resultante de la reestructuraci¨®n y profesionalizaci¨®n del mercado para adaptarlo a los estudiantes estacionales, lo que retira del mercado un gran volumen de casas en alquiler;
- ampliaci¨®n de los servicios dirigidos a visitantes para atender a los numerosos viajes y visitas culturales y de ocio que los Erasmus realizan por el pa¨ªs de acogida, as¨ª como por las visitas tur¨ªsticas de amigos y familiares durante la estad¨ªa.
Tal es el impacto de estas poblaciones, que hace m¨¢s de una d¨¦cada que se habla en el ¨¢mbito acad¨¦mico de la studentification, un t¨¦rmino derivado de la gentrification y que viene a analizar las din¨¢micas de concentraci¨®n de estudiantes en determinados barrios de las ciudades, as¨ª como de los procesos de substituci¨®n humana y comercial (un eufemismo para ¡®expulsi¨®n¡¯) causados por su presencia.
Pero la relaci¨®n de los Erasmus con las ciudades visitadas trasciende a menudo su mera condici¨®n de residentes temporales, abri¨¦ndose una etapa de continuidad entre la breve estad¨ªa estudiantil y sus posteriores carreras laborales y afectivas en las ciudades visitadas. Los Erasmus, en muchas ocasiones, vuelven a la ciudad de acogida poco despu¨¦s, tomando la forma de turistas informados, estudiantes de posgrado o trabajadores precarios, a veces asumiendo todos esos roles al mismo tiempo.
Barcelona ya no es m¨¢s Barcelona. Es tan una ciudad de Erasmus y turistas y ocio nocurno para ellos :/
— vicky perea (@vickyperea) July 13, 2012
Si bien a estas alturas no hace falta decir que los Erasmus (as¨ª como otras clases de estudiantes internacionales) son, en efecto, ¡®seres urbanos¡¯, quiz¨¢s convendr¨ªa se?alar hasta qu¨¦ punto son centrales para entender la forma hist¨®rica que las ciudades europeas contempor¨¢neas est¨¢n tomando.
Los Erasmus participan al mismo tiempo de:
- la econom¨ªa del conocimiento (en tanto que estudiantes),
- de la econom¨ªa del viaje (en tanto que extranjeros),
- y de la econom¨ªa del ocio (en tanto que j¨®venes).
Eso les convierte en productores y consumidores de las industrias culturales, creativas (y recreativas), elementos clave en el sistema de producci¨®n global urbano basado en el conocimiento, lo que algunos han llamado capitalismo cultural-cognitivo. En este sentido, la decidida apuesta de la Comisi¨®n Europea por la educaci¨®n transnacional de sus clases medias no tiene nada que ver con los valores europeos de fraternidad y tolerancia, sino con el objetivo marcado en la Cumbre de Lisboa del a?o 2000: convertir Europa en la ¡°mayor econom¨ªa mundial basada en el conocimiento¡±. Por suerte, la diversidad de perfiles, motivaciones y contextos de los que proceden les convierte en un elemento m¨¢s en el flujo de heterogeneidades imprevisibles que alimentan las ciudades. Los Erasmus son tan capaces de fundar una exitosa start-up en el campo de las telecomunicaciones, como de enamorarse perdidamente de quien no conviene, de romper abruptamente con su vida anterior o de empezar una vertiginosa carrera en los movimientos sociales locales.
Daniel Malet Calvo es doctor en antropolog¨ªa social por la Universidad de Barcelona y miembro del GRECS-UB, del Institut Catal¨¤ d'Antropologia y de la red antropol¨®gica sobre estudios tur¨ªsticos, Turismograf¨ªas. Actualmente en Lisboa, como investigador del Centro de Investiga??o e Estudos de Sociologia (CIES-IUL), trabaja sobre el impacto de los estudiantes Erasmus en la econom¨ªa urbana, as¨ª como en la relaci¨®n de los mismos con las din¨¢micas de gentrificaci¨®n nocturna en Lisboa. Coordina el blog del grupo de investigaci¨®n LXNIGHTS, del que es tambi¨¦n miembro.
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