Reflexiones sobre la desigualdad urbana
El papel de las ciudades generando crecimiento inclusivo
Nunca en la historia se ha generado y acumulado tanta riqueza como en las ¨²ltimas d¨¦cadas. De igual forma, nunca en la historia se ha reducido tanto la pobreza extrema (un 35 % desde 1990, que representa m¨¢s de 750 millones de personas) ni tanta gente ha ascendido a ser parte de la clase media. Son buenas noticias, sin lugar a dudas. Aunque curiosamente, tampoco nunca se hab¨ªa acentuado tanto la desigualdad entre personas. Seg¨²n el ¨²ltimo informe de ONU H¨¢bitat sobre ciudades, la desigualdad es mayor ahora que hace 25 a?os y se estima que m¨¢s de dos tercios de la poblaci¨®n mundial viven en ciudades donde las desigualdades en el ingreso se incrementaron desde 1980.
Por lo tanto, vivimos en un mundo m¨¢s rico, si, pero m¨¢s desigual. Ello abre el eterno dilema sobre la gesti¨®n de ciudades entre crecimiento econ¨®mico y desigualdad.
Simon Kuznet, premio Nobel de econom¨ªa en 1971, ya avis¨® de que el debate de la desigualdad se ve afectado por la gran confusi¨®n en las definiciones, invitando a diferenciar "entre cantidad y calidad del crecimiento econ¨®mico, analizando sus costes y beneficios a corto y largo plazo". Amartya Sen, Nobel en 1998, avisaba de que la desigualdad se deber¨ªa "definir m¨¢s por el acceso al bienestar que por la igualdad de los ingresos" y Joseph Stiglitz, Nobel del 2000, se?alaba que el alto precio de la desigualdad nos obligar¨¢ a escoger entre pol¨ªtica o econom¨ªa.
Las ciudades han demostrado ser centros de innovaci¨®n que cristalizan nuevas ideas. La alta densidad de personas facilita el crecimiento econ¨®mico y fomenta el intercambio, potenciando la cocreaci¨®n de modelos econ¨®micos y procesos de participaci¨®n democr¨¢tica. Pero la densidad tambi¨¦n acelera la desigualdad, aumentando la presi¨®n sobre el entorno, dificultando el acceso a servicios b¨¢sicos y en muchos casos, disminuyendo la calidad de vida de sus habitantes.
Obviamente, el crecimiento econ¨®mico es fundamental para el desarrollo de ciudades, pero igualmente importante es entender qu¨¦ tipo de crecimiento necesita cada ciudad, y sobre todo, la capacidad que tiene ese crecimiento de ofrecer diferentes oportunidades a sus ciudadanos.
Por lo tanto, a la hora de proponer modelos de desarrollo urbano apropiados es importante desmitificar ciertas hip¨®tesis para poder adoptar una relaci¨®n coherente entre desigualdad, crecimiento y desarrollo urbano sostenible.
Por ejemplo, en muchos casos coincide que las ciudades que generan m¨¢s riqueza generan tambi¨¦n m¨¢s desigualdad. Es el caso de grandes ciudades estadounidenses, que tienen los productos interiores brutos m¨¢s altos del pa¨ªs, y a su vez, son las que tienen los niveles de desigualdad m¨¢s altos, como por ejemplo Atlanta, Nueva York, Nueva Orleans, Los ?ngeles o Miami.
En Espa?a sucede algo similar. Un estudio de la Fundaci¨®n Fedea reflejaba que los municipios donde la renta personal es m¨¢s alta (Alcobendas, San Cugat del Valles, Madrid, Barcelona, Valencia¡) corresponde con las ciudades de mayor desigualdad, poniendo en evidencia que el crecimiento econ¨®mico no siempre lleva a la reducci¨®n de la desigualdad.
La desigualdad en las grandes ciudades se ha tendido a tolerar, en parte, justificada por cierta ideolog¨ªa neoliberal, as¨ª como por el mito de la ventaja urbana.
Varios economistas liberales, como el precursor del libre comercio Milton Friedman, justificaban altos niveles de desigualdad cuando se combinan con oportunidades de movilidad social. Asimismo, el Banco Mundial afirmaba que una sociedad necesita cierto nivel de desigualdad para proporcionar incentivos al trabajo y la inversi¨®n. Max Weber profundiz¨® en estas caracterizaciones, clasificando las diferencias de desigualdad en la sociedad en funci¨®n de ¡°m¨¦ritos¡± y ¡°culpas¡±: la riqueza aparece como el resultado del trabajo duro y el m¨¦rito de la habilidad individual en aprovechar las oportunidades; y en cambio, la pobreza se concibe como el producto de la pereza y la culpa por desaprovecharlas.
Por otro lado, el concepto de la ventaja urbana asume que existen ciertos beneficios innatos derivados de estar en la urbe en comparaci¨®n a la vida rural. Sin embargo, se ha demostrado que no siempre suele ser cierto. Un estudio reciente de UNICEF analizaba la situaci¨®n se?alando que en algunos casos los ni?os urbanos se encuentran en desventaja y carecen de acceso a educaci¨®n superior, servicios de salud u otros beneficios de los que disfrutan los ni?os y ni?as de zonas rurales. Seg¨²n el informe, "en Benin, Pakist¨¢n y la Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela, por ejemplo, las disparidades en materia de educaci¨®n entre el 20% m¨¢s rico de la poblaci¨®n y el 20% m¨¢s pobre son mayores en las zonas urbanas que en las rurales y los ni?os de las familias urbanas m¨¢s pobres no solo tienden a cursar menos a?os de estudios que los de las familias urbanas m¨¢s ricas sino tambi¨¦n que los hijos de las familias rurales m¨¢s pobres".
Por lo tanto, es preciso ser consciente de que las ciudades pueden crecer sin generar mayores desigualdades y convertirse as¨ª en lugares de oportunidad y prosperidad compartida. Pero cualquier crecimiento no vale. Y el crecimiento por s¨ª solo tampoco. Si por un lado se requieren modelos de crecimiento sostenible respetuosos con los recursos y las capacidades del ecosistema urbano, por el otro se han de complementar pol¨ªticas p¨²blicas retributivas que aseguran el acceso equitativo a oportunidades.
Ejemplos de ello, como muestra el estudio de la OCDE Haciendo que las Ciudades Trabajen para Todos, son la prioridad de pol¨ªticas orientadas a mejorar el acceso a la educaci¨®n poniendo ¨¦nfasis en las comunidades m¨¢s vulnerables de bajos ingresos; mejorar la inversi¨®n en la educaci¨®n en la ni?ez; invertir en capacitaci¨®n de adultos y emprendimiento para fomentar la creaci¨®n de empleo; o mejorar la adjudicaci¨®n de subvenciones a la vivienda para que el acceso sea m¨¢s equitativo y promueva barrios con niveles de ingresos mixtos. Por ello, se concluye que los niveles de desigualdad actual no son derivados por falta de crecimiento econ¨®mico, sino tolerados por falta voluntad pol¨ªtica.
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