Impaciencia (Juan Domingo Rold¨¢n)
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QU? ES la paciencia, a fin de cuentas? ?Qu¨¦ significa saber esperar? Martillo no respira nada bien, y es probable que Hagler lo sepa. Tiene torcido el tabique nasal, el aire pasa poco y pasa mal por su nariz oblicua. Pero no quiere operarse por nada: le tiene miedo a la operaci¨®n. A eso s¨ª le tiene miedo (y a nada m¨¢s, que yo sepa)./
Trabajamos m¨¢s de un a?o con Martillo para ense?arle a dosificar el esfuerzo, a regular el aire, a ser paciente. Si se apura, se ahoga: Martillo lo sabe bien. Econom¨ªa aer¨®bica, le dijo Tito, y Martillo asinti¨®, entendi¨® lo que quer¨ªan decir esas palabras que no entend¨ªa.
Lo miro ahora, despu¨¦s del himno, quitada la bata, a punto de salir a pelear con Hagler. Luce sereno, serio pero controlado. ¡°Tranquilo, Martillo¡±, le dice Tito, ¡°tranquilo, que son 12 rounds¡±. Martillo asiente. La campana va a sonar, bajamos del ring, lo dejamos solo. La campana suena, la pelea empieza.
Trabajamos m¨¢s de un a?o con Martillo para ense?arle a dosificar el esfuerzo, a regular el aire, a ser paciente. .
?Martillo se transforma de repente en otro o fue siempre este que vemos y no alcanzamos a darnos cuenta? ?Otro hombre, que es ¨¦l, se apoder¨® de ¨¦l, o estuvo siempre ah¨ª y nosotros no lo advertimos? Empieza la pelea y Martillo salta feroz, apurado, desesperado. Como un caballo desbocado, s¨ª; como un toro soltado al ruedo, en efecto. Sale muerto de ansiedad, a acabar con todo muy pronto. Muy pronto, lo antes posible, en un round, en medio round: ya mismo.
Martillo se agita, despu¨¦s jadea, despu¨¦s boquea, por fin se ahoga. Hagler cae, pero se levanta. Martillo, en cambio, cuando caiga, ya no va a levantarse m¨¢s. Perder¨¢, perderemos, olvidando todo el plan, las lecciones de paciencia, el saber esperar el momento, la certeza de que la noche es larga, que la vida misma lo es.
Tito est¨¢ furioso con ¨¦l (se nota en que lo llama Rold¨¢n, en que no le dice Martillo). Rompe cosas en el vestuario y en la cena no prueba bocado. Yo, en cambio, no le digo nada; yo, en cambio, no le reprocho nada. Una palmada en el hombro, acaso dos, y nada m¨¢s. ?Palabras? Ninguna. ?Para qu¨¦, si no las tengo?
Martillo no levanta los ojos: la vista tan perdida como ¨¦l. ?Qu¨¦ puedo decirle yo? Llegamos al hotel, de madrugada, entro en mi habitaci¨®n y pido l¨ªnea a la operadora. Llamada internacional, s¨ª. Ni me fijo en la diferencia horaria. Mabel me pidi¨® un tiempo, s¨ª. Un tiempo para pensar tranquila. Me pidi¨® que no la llamara, s¨ª. Que no habl¨¢ramos hasta despu¨¦s del viaje. ?Qu¨¦ puedo reprocharle yo a Martillo, al pobre Martillo, al bueno de Martillo? Suena el tel¨¦fono en la casa de Mabel, que todav¨ªa, por ahora, es la m¨ªa. Suena y suena y espero que atienda. Si no atiende, me muero.
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