Cuando en el S¨¢hara se cambiaba oro por sal
Una exposici¨®n en Rabat muestra que el mercadeo durante m¨¢s de 15 siglos gener¨® cruces entre culturas africanas
Lo subsahariano es un concepto que hoy permite acortar muchos caminos verbales. Todo lo africano al sur del desierto puede ser englobado en esa palabra-comod¨ªn, probablemente inexistente en tiempos de Herodoto (siglo VI a.C.), el ge¨®grafo que describ¨ªa las rutas y los rituales comerciales de la ¨¦poca en que los cartagineses dominaban el Mediterr¨¢neo. La divisi¨®n de ?frica al nombrar lo que queda al norte y al sur del Sahara parece una decisi¨®n bastante m¨¢s reciente. De ah¨ª que lo transahariano, o la noci¨®n del desierto como admirable continuum econ¨®mico, cultural y geogr¨¢fico, se impone como punto de partida de la exposici¨®n El oro de ?frica, actualmente abierta al p¨²blico en el Museo de Bank Al Maghrib, en Rabat, Marruecos.
L¡¯or de l¡¯Afrique- Parcours et destin¨¦es (El oro de ?frica ¨C Itinerarios y destinos) narra a trav¨¦s de objetos antiguos, manuscritos y piezas de cartograf¨ªa, la profunda afinidad y ¡°la uni¨®n pol¨ªtica que hubo entre las dos orillas del Sahara¡±,? entre los siglos X y XI como declaran los comisarios Ahmed Saleh Ettahiri y Abdelah Fili. El intercambio de mercanc¨ªas entre Sijilmasa y Tombuct¨² ¨Capenas dos de los v¨¦rtices del vasto tejido comercial¨C promovi¨®, a su vez, la transmisi¨®n espiritual, la ampliaci¨®n de las fronteras del Islam y la pr¨¢ctica sun¨ª, la caligraf¨ªa ¨¢rabe, la lectura del Cor¨¢n y la expansi¨®n de las confraternidades suf¨ªs y su m¨²sica a¨²n tan presente: el gnawa.
El oro, pues, es el m¨¢s brillante pretexto para esta exposici¨®n, que arranca con testimonios de arte rupestre que dan cuenta de la similitud de las representaciones de las caravanas tanto en la ribera norte como en la sur. En Marruecos se han encontrado grabados rupestres de carros tirados por animales en la regi¨®n del Anti-Atlas, Tata y Guelmin, cuyos trazos son los de otros dibujos encontrados en lo que fue el territorio del reino mauritano. Tambi¨¦n se exponen piezas de cer¨¢mica del siglo III y IV a.C. y objetos de marfil que ejemplifican hasta qu¨¦ punto se asemejaba el tipo de producci¨®n al norte y al sur del desierto.
Se exponen piezas de cer¨¢mica del siglo III y IV a.C. y objetos de marfil
En aquel desierto hab¨ªa vida, traj¨ªn, oasis, rutas como telara?as y no se dejaba morir a la gente de sed (hab¨ªa un adelantado que iba delante de las caravanas, entregaba cartas en el siguiente pueblo, gestionaba los alojamientos de los caravaneros y volv¨ªa con agua). Entonces, el oro amarillo se cambiaba por oro blanco, que era como se le llamaba a la sal en el intercambio. El oro era de naturaleza sedimentaria, de las cuencas de los r¨ªos Senegal y N¨ªger, luego transformado en lingotes entre Ghana y Awdaghoust (Mauritania).
Las mercanc¨ªas con que se pagaban los lingotes eran vestimentas, cobre, papel, cuero, cer¨¢mica, cauris ¨Cconchas que en la Antig¨¹edad serv¨ªan como moneda de pago¨C, trigo, d¨¢tiles y sal. Interesantes resultan los rituales de comunicaci¨®n (se?ales de humo), de trueque mudo (unos dejaban algo a la vera de un r¨ªo y los otros tra¨ªan lo que propon¨ªan como pago) y del incipiente arte del regateo, seg¨²n cuentan los cronistas de Cartago: ¡°si no hay conformidad con lo que traen los naturales de ese pa¨ªs por nuestras mercanc¨ªas, esperamos y siempre vuelven y agregan algo¡±.
Durante los siglos XVI y XVII, las caravanas, que alcanzaban hasta los 1.000 camellos, deben competir con las carabelas hacia Am¨¦rica
El oro era mayormente destinado a acu?ar moneda en el Norte. Se calcula que entre los siglos X y XI, en tiempos del Imperio Almor¨¢vide, se transportaban unas 40 toneladas de oro al a?o a trav¨¦s del Sahara. Cruciales en esa ¨¦poca resultaron los intermediarios entre las tribus bereber y los comerciantes; el otro eslab¨®n fundamental del comercio era el dromedario, un animal adaptado a largas traves¨ªas sin sed. Se supone que este cam¨¦lido habr¨ªa sido introducido en esta regi¨®n por los romanos, en los siglos III y IV de nuestra era, procedente de la Pen¨ªnsula Ar¨¢biga e Ir¨¢n (y la cruza de dos razas lo hizo muy resistente al desierto). Las caravanas pod¨ªan estar conformadas por m¨¢s de 1.000 camellos.
Lo que en la Antig¨¹edad no se sab¨ªa m¨¢s que por relatos lejanos (¡°Dicen que m¨¢s all¨¢ de las columnas de H¨¦rcules, hay un pa¨ªs habitado adonde van a comerciar los cartagineses¡±, dej¨® escrito Herodoto), luego fue narrado con lujo de detalles por viajeros que legaron textos, tanto latinos como ¨¢rabes, que hoy pueden ir rellenando algunos huecos de la Historia. As¨ª, la exposici¨®n nos lleva cronol¨®gicamente hasta la Edad Media, con los yacimientos aur¨ªferos localizados en el Imperio de Ghana y en el territorio del Imperio Songhay, cuando se multiplica el comercio entre las dos orillas. Con el Islam, el trueque fue cambiando su forma, y apareci¨® la base monetaria.
Hacia el siglo XII se expanden las rutas, se extienden los desplazamientos humanos y se ampl¨ªa el comercio. Hay ineludibles personajes, que cronican la complementariedad de esos intercambios. En la muestra se recogen an¨¦cdotas de Ibn Battuta, que se sorprende por los bloques de sal con los que se construye en Taghaza (actual Mali), o de Le¨®n El Africano, y se exhibe tambi¨¦n una elocuente ilustraci¨®n del Atlas Catal¨¢n del Mundo Conocido (el Mapamundi de tot el m¨®n conegut, de 1375), del jud¨ªo mallorqu¨ªn Abraham Cresques, en la que se ve al emperador de Mali, negro, sosteniendo en alto una pepita de oro y a un magreb¨ª, con turbante y en su dromediario, acerc¨¢ndose.
Pero con la llegada de los espa?oles a Am¨¦rica, el orden mundial existente hasta entonces comienza a cambiar, y durante los siglos XVI y XVII, las caravanas deben competir con las carabelas: del Nuevo Mundo se trae a Europa m¨¢s oro y plata que lo que ?frica pod¨ªa ofrecer. Entonces ocurri¨® el declive del comercio en el Norte de ?frica, aunque el maldito mercado de esclavos se mantendr¨ªa. En tanto las caravanas transaharianas y el comercio en el Mediterr¨¢neo siguieron dando material a estudios hist¨®ricos y antropol¨®gicos muy espec¨ªficos sobre el tema, a cargo de investigadores como Henri Pirenne, Claude Cahen o Ronald A. Messier.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.