Querido Miguelito el Pollero
SABES POR QU? te escribo? Seguro que ni te lo imaginas, pues lo m¨¢s probable es que ni te acuerdes de m¨ª, aunque yo nunca me he olvidado de ti. ?Hace cu¨¢ntos a?os que no s¨¦ absolutamente nada de tu vida o quiz¨¢s hasta de tu muerte? Pues yo dir¨ªa que unos 55 a?os. Pero si por casualidad llegas a leer esta carta y si ocurriera que a¨²n te acuerdas de m¨ª (Nardito, el hijo de Nardo Padura, claro), de lo que s¨ª estoy requeteconvencido es de que no sabr¨¢s por qu¨¦ he decidido escribirte precisamente a ti entre todos los destinatarios posibles a quienes pens¨¦ dirigirles esta carta blanca. Voy: te escribo porque fuiste mi primer, y no s¨¦ por qu¨¦ co?o, m¨¢s inolvidable enemigo. Mi enemigo ¨ªntimo y germinal.
Lo bueno de nuestra enemistad es que fue pura, total y, al final, irreversible. Creo que nos ca¨ªmos a trompadas por primera vez cuando tendr¨ªamos unos cinco a?os y ya nos reun¨ªamos en la esquina de la casa a jugar pelota con Miguel ?ngel, Danilo el Gordo y el Conejo. Y cada vez que pod¨ªamos, repet¨ªamos el espect¨¢culo. Cualquier motivo era bueno para que nos fu¨¦ramos uno encima del otro y nos di¨¦ramos unos cuantos pi?azos. Y como siempre and¨¢bamos en bronca, pues oficialmente est¨¢bamos peleados y no nos habl¨¢bamos. Nos odi¨¢bamos con ganas. Lo curioso es que mi padre y el tuyo, Miguel el Pollero, eran amigos de toda la vida, pero t¨² y yo, no s¨¦ por qu¨¦, siempre nos tuvimos ro?a.
Lo bueno de nuestra enemistad es que fue pura, total y, al final, irreversible. Creo que nos ca¨ªmos a trompadas por primera vez cuando tendr¨ªamos unos cinco a?os.
Recuerdo con una nitidez de espanto ¡ªquiz¨¢s porque eras mi enemigo m¨¢s cercano¡ª el d¨ªa que supimos que ya no volver¨ªas a jugar con nosotros, ni asistir¨ªas m¨¢s a la escuela (and¨¢bamos por el tercer grado) ni volver¨ªamos a pelearnos. Ese d¨ªa la maestra Olga nos dijo que no vendr¨ªas a clases porque la noche anterior te hab¨ªas ido. Y todos entendimos. Irse era salir del pa¨ªs, por lo general hacia Estados Unidos, y en aquellos tiempos una acci¨®n tan irreversible como la muerte. Y desapareciste de mi vida.
?Por qu¨¦ siempre que pienso en la enemistad me viene tu recuerdo a la mente? ?Porque fuiste mi primer y m¨¢s fiel enemigo? ?O porque en el fondo ¨¦ramos dos ni?os que solo sab¨ªamos expresar nuestra rivalidad pelotera con mentadas de madre y r¨¢fagas de pi?azos? ?O tal vez porque cuando te esfumaste quedaste congelado en ese estado de enemistad eterna?
No sabes c¨®mo me gustar¨ªa que leyeras esta carta. Pero quiz¨¢s me gustar¨ªa m¨¢s que la leyeran mis otros enemigos. Porque si nosotros nunca tuvimos una raz¨®n verdadera para odiarnos, a lo largo de estos a?os he ido ganando otros enemigos, menos directos y puros, unas gentes que emplean una parte de su vida en sentirse mis enemigos, solo porque no soy igual que ellos y no pienso como ellos piensan que deber¨ªa pensar y tambi¨¦n porque he logrado vivir sin dedicarme profesionalmente a odiar a nadie.
Ser¨¢ por eso que te he recordado durante tantos a?os. Tu pelo ensortijado, tu cara de toro encabronado cuando te cagabas en mi madre o yo en la tuya y nos enred¨¢bamos a pi?azos y, cinco minutos despu¨¦s, t¨² ocupabas la tercera base y yo la primera del mismo equipo de pelota callejera y juntos ten¨ªamos que realizar los outs necesarios para ganar el juego¡ Co?o, Miguelito, ?t¨² no te imaginas lo bueno que fue tener un primer enemigo como t¨²!
Siempre desde Mantilla, a media cuadra de donde nos faj¨¢bamos, te manda un abrazo adondequiera que est¨¦s.
Leonardo Padura. Mejor dicho, Nardito.
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