Tambores de guerra en el B¨¢ltico
ES EL A?O 2020, 9 de mayo, y Narva, una ciudad en la frontera entre Estonia y Rusia, est¨¢ de fiesta. El 9 de mayo es la fecha que m¨¢s orgullo inspira entre los rusos. Es el D¨ªa de la Victoria contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Narva pertenece a Estonia, pero el 90% de la poblaci¨®n local habla ruso en casa y casi todos est¨¢n en las calles esta ma?ana, celebrando. Muchos sienten que deben su lealtad principal no al peque?o pa¨ªs en el que viven, sino al gigante vecino, naci¨®n de sus antepasados.
Una multitud se congrega alrededor de un monumento al lado del r¨ªo que separa los dos pa¨ªses. Hay discursos patrios y banderas rusas, una orquesta que toca m¨²sica marcial, ramos de flores, se?ores mayores vestidos con uniformes militares de la era sovi¨¦tica y un centenar de polic¨ªas y soldados del Ej¨¦rcito nacional estonio que vigilan la celebraci¨®n con nerviosismo. Se palpa un trasfondo de tensi¨®n geopol¨ªtica nunca visto desde la Guerra Fr¨ªa, quiz¨¢ desde la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962, cuando el mundo estuvo m¨¢s cerca que nunca de una guerra nuclear.
Hace tres d¨ªas, una noticia ha dado la vuelta al mundo: un caza estadounidense ha desaparecido sobre el mar B¨¢ltico y barcos de guerra de la OTAN lo rastrean ante la atenta mirada de la Armada rusa. El Gobierno de Estados Unidos advierte de que habr¨¢ consecuencias si se descubre que los rusos han derribado el avi¨®n. En las capitales de Occidente existe la sospecha de que Vlad¨ªmir Putin, el presidente ruso, est¨¢ intentando crear un conflicto internacional para desviar la atenci¨®n de los graves problemas internos que amenazan la estabilidad de su pa¨ªs: la econom¨ªa se desploma, las acusaciones de corrupci¨®n contra su Gobierno aumentan y las protestas se extienden desde Mosc¨² a Vladivostok. Los medios estatales rusos echan la culpa de todo a ¡°las mentiras de la Uni¨®n Europea y Estados Unidos¡±. Los Gobiernos europeos piden calma, pero Putin acumula tropas y tanques cerca de la frontera con Estonia, y todas las naciones de la regi¨®n b¨¢ltica, Suecia y Finlandia incluidas, movilizan sus ej¨¦rcitos.
En Narva, Vlad¨ªmir Alexeyev, un l¨ªder ruso local y veterano militar sovi¨¦tico, empieza su discurso ante el monumento de la Victoria: ¡°Como bien ha dicho nuestro presidente, Vlad¨ªmir Putin, ?el colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue la cat¨¢strofe geopol¨ªtica m¨¢s grande del siglo XX!¡±. Aplausos, v¨ªtores y, de repente, una exclamaci¨®n colectiva. Alguien ha lanzado un huevo al embajador ruso, salpic¨¢ndole el traje. Perseguido por una veintena de hombres furibundos, un joven corre en direcci¨®n a los soldados estonios. Imposible saber qui¨¦n dispara primero, pero minutos m¨¢s tarde hay dos civiles muertos y varios heridos. Gritos, llantos, rabia.
La conmoci¨®n se extiende a Tallin, la capital de Estonia, y a Riga, la de la vecina Letonia, tambi¨¦n fronteriza con Rusia. En ambos lugares se han celebrado eventos similares al de Narva, conmemorando el hero¨ªsmo ruso en la derrota de los nazis, y en ambos lugares hay brotes de disturbios callejeros. Son peores en Riga, donde la poblaci¨®n de origen ruso es mayor y donde se ha quemado una bandera rusa frente al monumento de la Independencia. Aparece una pintada obscena en la puerta del edificio, en el centro de la capital, donde vive Vaira Vike-Freiberga, la expresidenta que promovi¨® la entrada de Letonia a la Uni¨®n Europea y a la OTAN en 2003 y 2004. El canciller de Letonia recibe una llamada de su hom¨®logo ruso que, exaltado, exige que se garantice la seguridad de los que considera sus compatriotas en territorio let¨®n. Si no, el Estado ruso no tendr¨¢ m¨¢s remedio que enviar a sus tropas para protegerlos. El canciller let¨®n le recrimina, apoyado en un informe de la CIA, que el lanzador del huevo que deton¨® la violencia fue un agente del KGB.
En Tallin, grupos armados de la Liga para la Defensa de Estonia, los ¡®kaitseliit¡¯, una organizaci¨®n semioficial de voluntarios paramilitares, patrullan los barrios en la periferia de la ciudad. Narva, mientras tanto, hierve. En las calles se oyen disparos espor¨¢dicos, corren rumores de m¨¢s muertes y los pocos habitantes estonios no rusos se han encerrado en sus casas. Todos salvo Ants Limets, el secretario municipal, que est¨¢ en su despacho. Un grupo irrumpe en el Ayuntamiento y le da una paliza. La ciudad est¨¢ sublevada, y el jefe del contingente militar estonio pide refuerzos. Un batall¨®n de la OTAN destacado en Estonia, en el que se integran soldados brit¨¢nicos y franceses, se acerca a la ciudad. Aviones militares rusos sobrevuelan la frontera. Un tanque aparece del lado ruso del puente que cruza el r¨ªo a territorio estonio¡
SALVO LOS NOMBRES de las personas, el relato es, por supuesto, inventado. Pero no es inveros¨ªmil, y tampoco es del todo original. Se inspira en un libro en el que un general brit¨¢nico se imagina un panorama similar. Richard Shirreff fue el oficial n¨²mero dos de la OTAN ¡ª¡°vicecomandante supremo aliado europeo¡±¡ª entre 2011 y 2014. Describe su libro, publicado a finales del a?o pasado, como ¡°una advertencia¡±. Utilizando como punto de partida lo que percibe como la creciente tensi¨®n hoy en d¨ªa entre el r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin y Occidente, Shirreff elige una ciudad fronteriza letona y narra la posible escalada de hostilidades, malentendidos, cinismo pol¨ªtico y errores que podr¨ªan llevar a Europa y Estados Unidos, con los pa¨ªses b¨¢lticos como escenario b¨¦lico, no solo a la guerra con Rusia, sino al borde del Armaged¨®n nuclear.
Estuve en Letonia y Estonia hace unas semanas. El lugar que m¨¢s me impact¨® fue Narva. No tanto por el g¨¦lido clima pol¨ªtico, aunque tambi¨¦n, sino por el dramatismo de la imagen visual en el cruce fronterizo fluvial con Rusia. Del lado estonio del r¨ªo hay un bonito castillo, como de un cuento de hadas; del lado ruso, otro, enorme y sombr¨ªo. Centinelas enemigos se observan a trav¨¦s del r¨ªo desde 1492. Aqu¨ª se libr¨® una tremenda batalla entre los imperios de Suecia y Rusia en 1700 y otra en 1944, en la que cayeron cientos de miles de soldados sovi¨¦ticos y alemanes.
La posibilidad de que la historia se pueda repetir ha estado presente en las mentes de la mayor parte de los 1,3 millones de habitantes de Estonia, la cuarta parte de los cuales se consideran ¡°rusos ¨¦tnicos¡± desde que el pa¨ªs declar¨® la independencia un par de a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Lo que m¨¢s ansiedad les provoca hoy es un recuerdo m¨¢s reciente: la anexi¨®n rusa de Crimea, en el este de Ucrania, en 2014. La invasi¨®n militar ordenada por el Kremlin hizo sonar las alarmas aqu¨ª y en el resto de Europa, precipitando la decisi¨®n de la OTAN de enviar batallones a los pa¨ªses b¨¢lticos esta primavera como medida disuasoria en caso de que Putin intente aqu¨ª otra expansi¨®n forzosa del territorio ruso. El batall¨®n asignado a Estonia operar¨¢ bajo mando brit¨¢nico e incluir¨¢ tropas de Francia y Rumania. Fuerzas del Ej¨¦rcito de Tierra espa?ol, cuyo despliegue completo est¨¢ programado para el mes de junio, se desplegar¨¢n en Letonia bajo mando canadiense. La OTAN tambi¨¦n est¨¢ reforzando su presencia en Lituania, con Alemania al frente, y en Polonia, donde mandar¨¢n militares de Estados Unidos. No se ha visto una escalada militar de esta magnitud en las fronteras con Rusia desde el final de la Guerra Fr¨ªa.
Otra se?al de la seriedad con la que los pa¨ªses de Occidente se toman la amenaza ha sido la decisi¨®n que tom¨® en febrero la pac¨ªfica Suecia, pa¨ªs no miembro de la OTAN, de imponer el servicio militar obligatorio a partir de 2018. La raz¨®n oficial: ¡°Tensi¨®n en los pa¨ªses b¨¢lticos¡±.
El Gobierno ruso dice que la escalada militar de los pa¨ªses occidentales en sus fronteras ha incrementado irresponsablemente la posibilidad de una conflagraci¨®n indeseada. En Narva, la mayor¨ªa local rusa comparte esta opini¨®n. Una de las varias personas que lo expresa es Vlad¨ªmir Alexeyev, que se retir¨® hace poco tras 45 a?os trabajando en una central el¨¦ctrica, 25 de ellos como l¨ªder sindical. Alto, brusco y fuerte, perfecto ejemplo de homo sovieticus, naci¨® en Rusia y sirvi¨® durante su juventud en el Ej¨¦rcito Rojo.
¡°Rusia es mi patria, lo tengo claro¡±, asegura Alexeyev, pese a que sus papeles dicen que es ciudadano estonio. ¡°Los triunfos rusos, como la anexi¨®n de Crimea, siguen siendo mis triunfos. Las derrotas rusas son mis derrotas, y no hubo derrota m¨¢s grande en mi vida que aquel d¨ªa de 1991 en el que Estonia se independiz¨®¡±.
¡°la llegada de las tropas de la otan es un error colosal¡±, dice el ruso-estonio chuykin. ¡°el riesgo de una escalada descontrolada en la zona es enorme¡±.
El desastre m¨¢s reciente para Alexeyev ha sido la aparici¨®n en los pa¨ªses b¨¢lticos de las tropas de la OTAN. Un vecino de Alexeyev llamado Vlad¨ªmir Chuy?kin, nacido en Siberia en 1951, piensa igual. ¡°La llegada de las tropas de la OTAN aqu¨ª es un colosal error¡±, opina. ¡°Es como si dos vecinos se llevan bien hasta que un d¨ªa uno de ellos adquiere un perro feroz. De repente se dejan de llevar bien, uno no es bienvenido en la casa del otro, un d¨ªa el perro te puede morder y despu¨¦s puede que t¨² quieras matar al perro¡ Si alguien de los dos bandos aqu¨ª muerde primero, aunque sea un accidente de tipo militar, el riesgo de una escalada descontrolada es enorme¡±.
En b¨²squeda de un poco de equilibrio habl¨¦ con Ants Limets, el secretario de la alcald¨ªa de Narva desde hace 22 a?os. Limets pertenece a la minor¨ªa ¨¦tnica estonia local, pero durante la ¨¦poca sovi¨¦tica trabaj¨® en el aparato propagand¨ªstico del Partido Comunista. ¡°Estar bajo el comunismo¡±, cuenta, ¡°fue como vivir bajo el islam: te daban ¨®rdenes detalladas de c¨®mo ten¨ªa que ser tu vida. La verdad es que nos ha ido muy bien en Estonia desde que nos independizamos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tenemos m¨¢s dinero y mucha m¨¢s libertad. Pero muchos de la mayor¨ªa rusa aqu¨ª en Narva a¨²n siguen perplejos en este nuevo mundo sin reglas. Para ellos es como si a un musulm¨¢n devoto le demostraran un d¨ªa que Dios no existe¡±.
Sus vecinos rusos ven a los soldados de la OTAN en territorio estonio, sostiene Limets, como agentes de Satan¨¢s. ¡°En mi opini¨®n, sin embargo, la llegada de los batallones de la OTAN es una cosa buena. Putin sabe que si muere un soldado ingl¨¦s a manos rusas es muy diferente a que muera uno de aqu¨ª. Eso le har¨¢ pens¨¢rselo dos o tres veces antes de lanzarse aqu¨ª a una aventura como la de Ucrania¡±.
Dicho esto, Limets reconoce que la presencia de soldados europeos y americanos hace que la situaci¨®n sea m¨¢s combustible. ¡°Es una cuesti¨®n de elegir entre dos males. Pero s¨ª, con las fuerzas militares de la OTAN aqu¨ª y los rusos con sus tropas del otro lado de la frontera y el zar Putin con sus ansias imperiales y su paranoia y su necesidad pol¨ªtica de tener enemigos¡ Pues s¨ª, lo que vemos aqu¨ª es un juego muy peligroso¡±.
¡°Ahora me he convertido en la muerte, destructora de mundos¡±. Estas fueron las palabras que salieron de la boca de uno de los inventores de la bomba at¨®mica, Robert Oppenheimer, ocho segundos despu¨¦s de la detonaci¨®n de la primera bomba, el 16 de julio de 1945. Las le¨ª durante el vuelo a Riga, la capital de Letonia, en un libro titulado Sapiens, un brillante recuento de la historia de la humanidad escrito por un israel¨ª llamado Yuval Noah Harari. Observa Harari que desde el d¨ªa en que el experimento de Oppenheimer funcion¨®, el ser humano ¡°se enfrenta por primera vez a la posibilidad de total autoaniquilaci¨®n¡±.
Tambi¨¦n le¨ª durante ese vuelo una entrevista en el diario Financial Times en la que el actual n¨²mero dos militar de la OTAN, el general Adrian Bradshaw, advierte de consecuencias ¡°catastr¨®ficas¡± si Occidente pierde la coherencia en su repuesta a Putin.
UNO DE LOS FACTORES CLAVE del incremento de la actividad militar rusa en la zona ES LA VORACIDAD DE PODER DE PUTIN Y SU C?RCULO, Y SU DESEO DE MANTENERLO.
Mencion¨¦ la entrevista a numerosas personas en Riga ¡ªel ministro de Relaciones Exteriores, funcionarios del Gobierno, parlamentarios, periodistas, gente joven y gente mayor¡ª y nadie dudaba del peligro que representa la vecindad con Rusia. Como dice una arquitecta: ¡°Todos llevamos un peque?o sistema de alarma dentro de nuestros cerebros¡±. Por eso tanto los letones como los estonios han formado sus grupos de voluntarios paramilitares, Davides que se preparan para repeler una invasi¨®n del vecino Goliat. Por eso todos suman al recuerdo reciente de la invasi¨®n de Crimea los testimonios colectivos de un pa¨ªs que, al igual que Estonia, fue v¨ªctima de invasiones sovi¨¦ticas y nazis a lo largo del siglo XX.
Hoy se a?aden nuevos elementos de riesgo. El director de planeamiento estrat¨¦gico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Letonia, Andris Razanas, enumera algunos de ellos: desde la anexi¨®n de Crimea, los rusos han incrementado su actividad militar en la frontera, donde llevan a cabo juegos de guerra continuamente; cazas rusos sobrevuelan el mar B¨¢ltico con m¨¢s y m¨¢s frecuencia, muchas veces con sus transpondedores apagados [para evitar que se les identifique]; el gasto militar ruso ha crecido y est¨¢n modernizando sus armas; y la ofensiva propagand¨ªstica en los medios estatales rusos contra los pa¨ªses b¨¢lticos, Europa y Occidente en general aumenta en volumen. Lo ¨²ltimo forma parte de los que los militares llaman ¡°la guerra h¨ªbrida¡±, una combinaci¨®n agresiva ¡ªsimilar a los intentos rusos de influir en las elecciones presidenciales de EE UU en 2016¡ª de desinformaci¨®n pol¨ªtica, subversi¨®n econ¨®mica y desestabilizaci¨®n clandestina.
?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ es lo que motiva a Putin? ?Cu¨¢les son los objetivos rusos? Pocos conocen la mentalidad rusa mejor que los habitantes de los vecinos pa¨ªses b¨¢lticos. Pauls Raudseps, un veterano periodista letonio, identifica cuatro factores: ¡°Uno, intentar debilitar o causar confusi¨®n en Occidente es, desde la ¨¦poca sovi¨¦tica, parte de su naturaleza. Dos, necesitan convencer a su gente de que los pa¨ªses b¨¢lticos son, como dice su propaganda, ¡°fascistas¡± y ¡°fallidos¡±, y que Occidente en general est¨¢ en decadencia. Tres, el antiguo impulso imperial ruso. Cuatro, el deseo de Putin de mantener el poder en su mafia-Estado¡±.
Andris Vilks, director de la Biblioteca Nacional de Letonia, est¨¢ de acuerdo, como lo est¨¢n varios diplom¨¢ticos occidentales con los que habl¨¦, en que el factor clave es el cuarto de la lista de Raudseps: la voracidad de poder de Putin y su c¨ªrculo. Vilks, cuya madre fue condenada a la esclavitud de los Gulag de Siberia en los a?os cuarenta, agrega un elemento psicol¨®gico a la ecuaci¨®n. ¡°Son gente complicada, los rusos¡±, dice. ¡°Son arrogantes, pero con complejo de inferioridad. Es una combinaci¨®n peligrosa en un individuo y lo es m¨¢s en un pa¨ªs con tanta potencia destructiva¡±.
Imposible, oyendo a Vilks, no hacer una conexi¨®n con Donald Trump, cuyo perfil psicol¨®gico parece corresponder, en versi¨®n infantil, con el diagn¨®stico de Vilks sobre el colectivo ruso. Cuando Trump repite su consigna, ¡°volver a hacer grande a Am¨¦rica¡±, uno sospecha que habla de s¨ª mismo, quiz¨¢ de su perdida juventud. No me sorprendi¨® cuando Razanas, el estratega de la canciller¨ªa letona, me dijo que el sentimiento que motivaba a Putin era ¡°volver a hacer grande a Rusia¡±.
Zaneta Ozolipa, una acad¨¦mica que asesora al Gobierno de Letonia, profundiza en la cuesti¨®n. ¡°Hay mucha irracionalidad¡±, opina. ¡°Hoy Rusia es m¨¢s peque?a en cuanto a territorio que en ning¨²n momento desde la ¨¦poca de Pedro el Grande, hace 300 a?os. Por m¨¢s enorme que sea el pa¨ªs, el orgullo ruso exige una expansi¨®n del territorio nacional. A esto se suma la nostalgia por la grandeza perdida, su percepci¨®n de que ganaron la Segunda Guerra Mundial pr¨¢cticamente solos y que su sacrificio nunca fue apreciado por Occidente. Putin utiliza esta visi¨®n colectiva rusa para mantener el poder y su dinero, pero es importante entender que no se trata de puro cinismo. ?l tambi¨¦n se la cree; ¨¦l comparte con sus compatriotas todos estos resentimientos y orgullos, vanidades y complejos¡±.
El problema es que putin no es el ¨²nico ni?o revoltoso sobre el escenario. Trump tiene tambi¨¦n la capacidad de activar el bot¨®n nuclear.
La figura pol¨ªtica m¨¢s venerada y, por reputaci¨®n, m¨¢s sagaz de Letonia, conoce bien a los rusos, y a Putin personalmente. Se llama Vaira Vike-Freiberga y fue presidenta del pa¨ªs de 1999 a 2007. La visit¨¦ en su piso en el centro de Riga y le hice la misma pregunta que a los dem¨¢s. ?Por qu¨¦ la permanente hostilidad rusa?
¡°El se?or Putin siempre est¨¢ poniendo a prueba los l¨ªmites, como un ni?o de dos a?os¡±, contesta. ¡°Se sali¨® con la suya en Crimea, y si siente que se puede salir con la suya aqu¨ª tambi¨¦n, lo intentar¨¢¡±. ?Es un impulso meramente infantil, entonces, o es realpolitik? ¡°Las dos cosas. Al lado del sentimiento colectivo ruso de martirio est¨¢ el sentimiento de hero¨ªsmo. Necesitan actos de bravura para compensar el permanente martirio. As¨ª que si el rublo cae, o el Estado no gasta el dinero del gas y el petr¨®leo en infraestructura, en educaci¨®n y en sanidad, y la gente se vuelve m¨¢s pobre mientras los gobernantes se enriquecen, lo que hace Putin es recurrir a la opci¨®n heroica. Es una herramienta f¨¢cil para ganar popularidad. No es que necesiten territorio, obviamente. ?Necesitan sentirse grandes!¡±.
Y grandes en una gran causa que en este caso ser¨ªa, como explica Vike-Freiberga, la defensa de aquellos ¡°rusos¡± en Letonia, y en Estonia, que sienten a¨²n que perdieron su identidad patria cuando ambos pa¨ªses declararon su independencia de Rusia en 1991. La propaganda estatal rusa no deja hoy de denunciar que los cientos de miles de estos rusos ap¨¢tridas en Letonia y Estonia, como los que conoc¨ª en la ciudad fronteriza de Narva, viven bajo el yugo de la injusticia y la opresi¨®n. La ¨²nica manera de entender por qu¨¦ difunden este mensaje es que est¨¢n abonando el terreno en caso de que un d¨ªa necesiten justificar una invasi¨®n.
Por eso la expresidenta Vike-Freiberga da la bienvenida a los batallones de la OTAN. Es la respuesta correcta que se les exige a los padres, dice, para marcar los l¨ªmites al ni?o revoltoso.
El problema es que Putin no es el ¨²nico ni?o revoltoso sobre el escenario. Son dos con el dedo en el bot¨®n nuclear. La mayor amenaza que Donald Trump representa para la humanidad reside no en sus planes presupuestarios y sus promesas de construir muros, sino en la posibilidad de que su relaci¨®n con Putin termine mal y se desate un conflicto con Rusia. Uno puede so?ar con que un adulto le reemplace en la Casa Blanca, pero hoy hay que suponer que Trump seguir¨¢ ah¨ª en 2020.
El d¨ªa despu¨¦s de los disturbios del 9 de mayo de 2020, el tanque sigue colocado del lado ruso del puente que cruza el r¨ªo a Estonia; un batall¨®n de la OTAN se acerca a Narva; muchas m¨¢s tropas rusas avanzan r¨¢pidamente en direcci¨®n al tenebroso castillo al otro lado del r¨ªo; aviones de guerra de ambos bandos sobrevuelan la zona. Un caza estadounidense ya ha ca¨ªdo en el mar B¨¢ltico. Ahora, un avi¨®n ruso ha desaparecido del radar. A las tres de la madrugada, en Washington, Trump recibe una llamada. Es el embajador de Estados Unidos en Mosc¨². Le informa de que Putin acaba de dar un discurso en el que se presenta como el salvador del pueblo ruso ante la amenaza de exterminio que representa Occidente.
El escenario terror¨ªfico que el mundo hab¨ªa temido desde el d¨ªa en el que Trump gan¨® las elecciones presidenciales en noviembre de 2016 se hace realidad. Trump, que carece de principios fijos y de una visi¨®n estrat¨¦gica del lugar que ocupa su pa¨ªs en el mundo, y cuyos procesos mentales se gu¨ªan por impulsos primarios, debe tomar una decisi¨®n.
?Dialogar con Putin? ?Lanzar misiles al cuartel general ruso en el mar B¨¢ltico? ?Ambas cosas a la vez? Trump no tiene ni experiencia ni criterio para saber elegir. Durante la crisis de los misiles nucleares rusos en Cuba en 1962, los presidentes de Estados Unidos y Rusia eran Kennedy y Kruschev, dos hombres pol¨ªticamente maduros, curtidos en la Segunda Guerra Mundial. Trump y Putin son personajes narcisistas que comparten una combinaci¨®n fatal para cualquier ser humano y peor para un l¨ªder: la arrogancia del poder y un profundo complejo de inseguridad.
Mientras Trump duda sobre qu¨¦ hacer, el general Adrian Bradshaw, ¡®n¨²mero dos¡¯ militar de la OTAN, advierte en la BBC de que estamos en el umbral de una cat¨¢strofe sin precedentes. ¡°La amenaza que supone Rusia¡±, dice Bradshaw, ¡°es que podamos resbalarnos hacia un conflicto indeseado con implicaciones existenciales por el oportunismo y los errores y una ausencia de claridad respecto a nuestra capacidad disuasoria¡±.
ESTAS PALABRAS de Bradshaw no me las he inventado yo. Aparecen en la entrevista que cit¨¦ antes del Financial Times. Es cierto que Bradshaw es un militar y que su trabajo consiste en estar preparado para lo peor, y uno quiere creer que su profesi¨®n le exige ser alarmista; que se impondr¨¢ la cordura; que Putin y sus compinches, en el Estado mafioso que gobiernan, han acumulado demasiado dinero en tierras y para¨ªsos fiscales como para arriesgarse a perderlo todo; que los mayores en el Pent¨¢gono y en la Casa Blanca, si los hay, frenar¨¢n los arrebatos de su comandante en jefe; y que Europa hablar¨¢ con una voz y actuar¨¢ como contrapeso de racionalidad en la disputa entre los dos gigantes.
Esta es la respuesta que pide la expresidenta Vike-Freiberga. Que Europa se ponga seria, que deje de obsesionarse por las peque?eces locales o nacionalistas, que proteja la herencia democr¨¢tica y la riqueza cultural que la civilizaci¨®n occidental ha aportado al mundo y que tome medidas pol¨ªticas, diplom¨¢ticas y econ¨®micas para que la paz no se entienda solo como ausencia de guerra. La paz verdadera llega, como escribe en Sapiens el israel¨ª Harari, cuando la guerra ni siquiera se considera algo factible. La historia que me he inventado aqu¨ª quiz¨¢ no sea probable, pero, tras hablar con muchos habitantes de Estonia y Letonia y sentir lo que es vivir bajo la sombra de la guerra, creo que es posible.
La culta se?ora Vike-Freiberga, anti Putin y anti Trump, cit¨® una l¨ªnea de un antiguo poema sobre la muerte cuando le ped¨ª al final de nuestra entrevista que definiera en pocas palabras por qu¨¦ el resto del mundo deber¨ªa preocuparse por lo que ocurre en los peque?os pa¨ªses del noreste de Europa: ¡°No preguntes por qui¨¦n doblan las campanas. Doblan por ti¡±.
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