Los refugiados urbanos quedan fuera de la ayuda internacional
Los agentes humanitarios act¨²an al ralent¨ª con los que no viven ni en pa¨ªses desarrollados ni en campamentos
En su taller de costura, escondido en un edificio comercial del centro de Kampala, capital de Uganda, Alice (nombre ficticio) pasea entre las filas de mesas iluminadas por luces de ne¨®n, repartiendo instrucciones a unos y comprobando el trabajo de otros. Una veintena de empleados, ugandeses y refugiados congole?os, est¨¢n inclinados sobre sus m¨¢quinas de coser.
Desde la confecci¨®n de uniformes escolares hasta los finos bordados para trajes a medida, los servicios de esta din¨¢mica mujer de unos 40 a?os son muy apreciadas en toda la ciudad. Entre sus clientes, cada vez m¨¢s ugandeses acostumbrados a llevar el estampado local como un simple taparrabo, se dejan seducir por los elaborados dise?os procedentes de su Congo natal. "Son los congole?os los que han ense?ado a los ugandeses a llevar el kitenge", afirma orgullosa.
Cuando lleg¨® a Uganda en 2006, Alice se benefici¨® de las pol¨ªticas progresistas del pa¨ªs en materia de acogida de refugiados, que les autorizaban a abandonar las instalaciones rurales -el pa¨ªs no tiene campamentos propiamente dichos, sino grandes pueblos situados en zonas apartadas¨C y a trabajar igual que los ciudadanos de Uganda. De modo que decidi¨® asentarse en la capital para montar su negocio con una inversi¨®n inicial de 300 d¨®lares enviados por su familia.
Sin embargo, su negocio, antes floreciente, se ve ahora amenazado. Su m¨¢quina principal se ha averiado, y sin acceso al cr¨¦dito, ya muy limitado para las empresas de Uganda y casi inexistente para los refugiados, Alice no puede financiar la reparaci¨®n. Teme caer en la pobreza.
Lejos de las im¨¢genes que dominan los medios de comunicaci¨®n, que muestran a los refugiados hacinados a las puertas de Europa o amontonados en grandes campamentos, la gran mayor¨ªa de los 60 millones de refugiados o desplazados internos residen en pa¨ªses con ingresos bajos o medios, seg¨²n informa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Gran parte se ha instalado en las ciudades, sin recibir ninguna ayuda de gobiernos o agencias humanitarias, poco presentes fuera de los campos. Ellos siguen marginados, confiando en los sistemas de ayuda mutua para satisfacer sus necesidades m¨¢s b¨¢sicas.
Uganda, en otro tiempo devastada por la guerra civil, se ha convertido hoy en tierra de acogida para cerca de 1,2 millones de refugiados y solicitantes de asilo procedentes de ?frica Oriental y del Cuerno de ?frica, sobre todo de Somalia, la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Burundi y el vecino Sud¨¢n del Sur, cuya frontera, desde julio de 2016, han cruzado m¨¢s de 800.000 personas, seg¨²n datos de Acnur.
"Cuando mi jefe se dio cuenta de que era un refugiado, dej¨® de pagarme", dice Joyeux
Sin embargo, la pol¨ªtica de acogida de refugiados, sin duda generosa sobre el papel, se enfrenta a muchos obst¨¢culos sobre el terreno. Con un ¨ªndice de desempleo del 58%, el mercado de trabajo ya est¨¢ saturado, y los permisos son mucho m¨¢s dif¨ªciles de conseguir de lo que parece, seg¨²n asegura Joyeux, un congole?o instalado en Kampala desde 2011. A esto se a?ade la discriminaci¨®n que dicen sufrir los refugiados por parte de los empleadores. "Cuando mi jefe se dio cuenta de que era un refugiado, dej¨® de pagarme", recuerda con amargura Joyeux. "A los refugiados se los considera incapaces", a?ade.
La gran mayor¨ªa de los refugiados de Kampala no recibe ninguna ayuda de las agencias humanitarias, cuyas actividades se concentran en los pueblos. A menudo afectados por heridas f¨ªsicas o psicol¨®gicas, chocando a veces con la barrera del idioma, y teniendo que hacer gala de las cualificaciones adquiridas en el extranjero, deben confiar en unos servicios p¨²blicos deficientes para abordar los problemas relacionados con la salud, la educaci¨®n o la vivienda. "Los m¨¦dicos hablan ingl¨¦s y luganda. La comunicaci¨®n es un gran problema para los tratamientos", se lamenta Boulongo Douglas, tambi¨¦n congole?o.
Acnur no adopt¨® hasta 2009 una pol¨ªtica sobre los refugiados que viv¨ªan en zonas urbanas, reconociendo su obligaci¨®n de protegerlos y formar nuevas asociaciones con actores locales, como los municipios y las organizaciones comunitarias.
"Pero la implementaci¨®n de estos programas es muy lenta. Porque a ACNUR le cuesta trabajo reconsiderar su papel en las zonas urbanas", explica Loren Landau, profesor de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo y especialista en migraciones forzadas. ¡°No se trata de proporcionar servicios directos, sino de encontrar maneras de promover la integraci¨®n urbana en los mercados del trabajo, los mercados de vivienda y los servicios p¨²blicos", puntualiza. "Se requieren unos conocimientos diferentes, una defensa pol¨ªtica, la comprensi¨®n de los mercados locales. Son unos conocimientos que ACNUR no tiene¡±, a?ade Landau.
De manera que a¨²n no se ha puesto en marcha ning¨²n acuerdo con el Ayuntamiento de Kampala, aunque este sigue siendo el ¨®rgano de gobierno m¨¢s cercano a los refugiados, encargado del acceso a servicios como la educaci¨®n, el transporte o la sanidad. Sin embargo, se empieza a apreciar un lento cambio de mentalidad en las agencias humanitarias. La crisis de los refugiados sirios, la mayor¨ªa de los cuales se han instalado en zonas urbanas de Turqu¨ªa, L¨ªbano y Jordania, ha obligado a las ONG a establecerse en las ciudades e iniciar un di¨¢logo con las autoridades locales.
"Las administraciones municipales est¨¢n m¨¢s dispuestas a actuar que los gobiernos nacionales", dice un trabajador de IRC
Es el caso del Comit¨¦ Internacional de Rescate (IRC), una organizaci¨®n brit¨¢nica que ayuda, entre otros, a los sirios refugiados en esos tres pa¨ªses. "Las organizaciones humanitarias a menudo perciben a los gobiernos locales como socios ileg¨ªtimos o no viables. Y aunque a veces se da el caso, de todas formas hay que intentar saber si es verdad o no¡±, explica Samer Saliba, que trabaja en los programas del IRC como urbanista. ¡°Seg¨²n mi experiencia, las administraciones municipales est¨¢n m¨¢s dispuestas a actuar que los gobiernos nacionales¡±, considera Saliba.
El IRC favorece ahora el di¨¢logo con las autoridades locales para promover la integraci¨®n en cuestiones relacionadas con los refugiados en las pol¨ªticas urbanas. Al presentar la asistencia a los refugiados como un mecanismo de gesti¨®n de riesgos, la ONG ha podido convencer al ayuntamiento de Amman para que incorpore algunas de las recomendaciones en su estrategia de adaptaci¨®n.
Eastleigh, pulm¨®n econ¨®mico de Nairobi
En un peque?o restaurante escondido en el coraz¨®n del barrio keniano de Eastleigh, en Nairobi, Ayesha (nombre ficticio), la cocinera, se toma un descanso despu¨¦s del almuerzo para contar su historia. Originaria de Etiop¨ªa, pa¨ªs fronterizo con Kenia, perdi¨® el rastro de sus progenitores cuando su padre fue detenido por el r¨¦gimen del entonces presidente Girma Wolde-Giyorgis, y su madre fue en su b¨²squeda.
Al quedarse sola, cay¨® en manos de un polic¨ªa que la secuestr¨®. "Sac¨® su arma y me dijo, 'O te casas conmigo, o te mato", recuerda. Rob¨® un fajo de billetes a su captor y huy¨® a Nairobi, la capital de Kenia. De eso hace seis a?os. Ella ten¨ªa 17.
Ayesha aterriz¨® en el barrio de Eastleigh, un hervidero de vida y comercios situado a pocos kil¨®metros al oeste del centro, conocido como Peque?a Mogadiscio debido al gran n¨²mero de refugiados y emigrantes somal¨ªes que residen all¨ª. Acab¨® consiguiendo un trabajo de cocinera por recomendaci¨®n de un conocido.
Eastleigh, un entorno poco apreciado, evoca entre los kenianos el miedo al grupo terrorista Al-Shabaab, conocido por reclutar a los j¨®venes desocupados de la zona y del islam radical. Pocos parecen darse cuenta de que estas limitadas calles son un centro de comercio interregional. La presencia de Somalia, ya bien establecida en el barrio en la segunda mitad del siglo XX debido a los v¨ªnculos comerciales existentes entre los dos pa¨ªses, se intensific¨® a partir de la d¨¦cada de los ochenta y del estallido de un largo conflicto interno que todav¨ªa hoy desgarra al pa¨ªs.
Alimentado por las inversiones de la di¨¢spora enviadas a trav¨¦s del hawala, el sistema de transferencia de dinero tradicional, el comercio somal¨ª explota de ganancias, junto con el de los kikuyu, la principal tribu de Kenia, y el de los merus, que dominan el comercio de khat, una planta psicotr¨®pica vendida en toda la regi¨®n y muy valorada en Eastleigh. Los centros comerciales se multiplican, y el mercado inmobiliario crece, provocando una subida de los alquileres que empuja a los residentes m¨¢s pobres a la periferia del barrio.
Gracias a sus redes internacionales, los empresarios somal¨ªes traen sus mercanc¨ªas como ropa, electr¨®nica, alimentos no perecederos... de Asia y Oriente Pr¨®ximo, y los revenden a precios de saldo a los compradores llegados del este de ?frica.
Tiendas, almacenes, restaurantes y hoteles est¨¢n ahora llenos de trabajadores inmigrantes. Porque al igual que Ayesha, miles de refugiados somal¨ªes, pero tambi¨¦n et¨ªopes, eritreos o ruandeses, se han instalado en Eastleigh para evitar las dif¨ªciles condiciones de vida de los gigantescos campamentos de Dadaab y Kakuma, situados en zonas ¨¢ridas y apartadas de Kenia.
Omar Ahmed Nooh, secretario de la asociaci¨®n de comerciantes de Eastleigh, cree que el barrio genera cada a?o unos 28 millones de euros en impuestos, aunque el Gobierno nunca ha difundido las cifras oficiales. Los beneficios totales de la actividad del barrio para la econom¨ªa local, gran parte de la cual se lleva a cabo en el mercado negro, son incalculables.
El refugiado millonario del campamento de Kakuma
A unos 600 kil¨®metros de Nairobi, al noroeste de Kenia, Mesfin Getahun est¨¢ ocupado respondiendo a las preguntas de sus clientes y empleados entre sacos de grano, cajas llenas de botes de champ¨² y pilas de colchones. Este exsoldado reconvertido en empresario por necesidad, que lleg¨® al campamento de refugiados de Kakuma en 2001, ha conseguido ganarse un lugar en la cima de la econom¨ªa del campamento, hasta el punto de que ya le apodan el millonario.
El campamento de Kakuma est¨¢ lleno de restaurantes, bares y tiendas de todo tipo
El campamento de Kakuma, establecido en 1992 en esta zona remota y ¨¢rida de Kenia, alberga hoy a cerca de 200.000 refugiados, procedentes principalmente de Somalia, la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Etiop¨ªa, Burundi y Sud¨¢n del Sur, que llegaron huyendo de los conflictos y los desastres naturales de sus pa¨ªses de origen. Aqu¨ª viven a expensas de la ayuda internacional en una situaci¨®n provisional indefinida, divididos entre la esperanza de volver a casa alg¨²n d¨ªa y el sue?o de ser seleccionados por una embajada extranjera que los recoloque en un pa¨ªs rico.
Pero las escasas raciones de comida y productos de primera necesidad proporcionadas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) nunca han satisfecho todas las necesidades. De modo que los refugiados m¨¢s ricos ¨Cque a menudo ten¨ªan ya negocios en sus pa¨ªses de origen y disponen de redes de importadores establecidos y capitales de partida- han respondido a la solicitud sin demora.
Hoy Kakuma est¨¢ lleno de restaurantes, bares y tiendas de todo tipo. Un congole?o tiene un estudio de fotograf¨ªa que utiliza energ¨ªa solar. Y un sudan¨¦s del sur que tiene un grupo electr¨®geno ofrece sus servicios de recarga telef¨®nica al minuto. En la parte superior de la pir¨¢mide comercial se encuentran los mayoristas, que importan mercanc¨ªas a granel de Kenia o del extranjero para revenderla a los minoristas. Estos son a menudo somal¨ªes, reconocidos por sus dotes comerciales, y algunos de ellos disponen de enormes redes de abastecimiento en todo el este de ?frica.
Mesfin no ten¨ªa ni redes ni experiencia cuando se lanz¨® a los negocios con los ahorros que hab¨ªa reunido durante sus a?os de trabajo en un caf¨¦ y luego como panadero en el campamento. Empez¨® como minorista y ahora ha construido su propia red de compradores actuando como inversor y mentor de otros empresarios, hasta alcanzar el rango de mayorista. "Aqu¨ª la mayor¨ªa de los comerciantes solo vend¨ªan ropa usada. Yo era el ¨²nico que vend¨ªa otros productos", recuerda. Dice que actualmente gana 10.000 d¨®lares (9.200 euros) al mes.
"Creo que he sido bendecido por Dios", se apresura a decir el empresario para justificar su olfato innato para lo negocios. Da limosna a las iglesias y a las mezquitas, financia la educaci¨®n privada de algunos hu¨¦rfanos y distribuye alimentos entre los m¨¢s pobres, sin hacer distinciones entre las diferentes nacionalidades y etnias del campamento, ni entre los refugiados y los miembros de la comunidad de los Turkana, que viven cerca. Porque estos nunca est¨¢n muy lejos, vendiendo sus propios productos en el campamento o aprovechando los bajos precios garantizados por los comerciantes refugiados. A fin de cuentas, la actividad econ¨®mica de Kakuma es un asunto de todos.
Este reportaje ha sido financiado por el Centro Europeo de Periodismo a trav¨¦s de su programa de becas para la innovaci¨®n en la informaci¨®n sobre el desarrollo.
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