Suenan las tripas
Una campa?a de Acci¨®n contra el Hambre y la Comisi¨®n Europea intenta concienciar y describir los factores del hambre estacional poni¨¦ndoles m¨²sica
Suena el progreso y suena el dinero. Se escucha a la gente masticar y tambi¨¦n a quien pide en grito otra ronda en un bar. Es la carga y descarga en un supermercado de una lata cada vez que ese inmenso cami¨®n de pal¨¦s bloquea la calle. Pero tambi¨¦n nos suenan las tripas cuando ese pincho no llega, cuando ese veh¨ªculo no repone las estanter¨ªas, cuando las monedas dejan de tintinear. El hambre tiene m¨²sica, igual que las causas que lo provocan. Y ese rugido estomacal quiz¨¢s sea una melod¨ªa aterradora, pero sirve para crear conciencia de que bailar no es patrimonio exclusivo de quien se alimenta.
De esta manera, pretende exponerlo El sonido del hambre, una campa?a conjunta de Acci¨®n Contra el Hambre y la Comisi¨®n Europea. Con una exhibici¨®n que se podr¨¢ visitar hasta hoy, 15 de junio, en el centro comercial FNAC de Callao (Madrid) y una web dedicada al proyecto, ambas entidades han retratado los factores y las consecuencias de un problema que llegan a sufrir hasta 30 millones de personas solo en el Sahel. Se trata del hambre estacional, es decir, la falta extrema de alimento durante unos meses al a?o de forma c¨ªclica, algo que ya es una realidad en esta franja africana, pero que ocurre tambi¨¦n all¨¢ donde las cosechas se malogran o el cambio de agentes meteorol¨®gicos adelanta o retrasa el cultivo.
"Nuestra acci¨®n ahora es sensibilizar y prevenir", advierte Antonio Vargas Brizuela. El responsable del departamento de salud y nutrici¨®n de la ONG desgrana las causas de esta coyuntura que comienza en junio y en septiembre u octubre alcanza su "pico de desnutrici¨®n". "Hablamos de algo que suele darse en sequ¨ªas o inundaciones, que deja las plantaciones inexistentes", analiza, "y de lugares de conflicto en las que el ¨¦xodo de la gente impide que haya un cultivo". Casos concretos: en la zona del lago Chad, Nigeria y el norte de Mal¨ª, la violencia de grupos como Boko Haram o Al Qaeda del Magreb Isl¨¢mico ampliar¨¢n la duraci¨®n media de cinco meses a casi el a?o entero. En esta regi¨®n ya existen t¨¦cnicamente 43.000 personas en hambruna y se ha alcanzado un r¨¦cord de desplazados y refugiados de hasta 4,9 millones.
?M¨¢s explicaciones? "Es un periodo de escasez que se da cada a?o en pa¨ªses donde la poblaci¨®n depende de la agricultura de subsistencia. Las reservas de alimentos de la cosecha anterior se van agotando y esa falta de oferta hace que los precios suban. Justo antes, el agua escasea y las familias tienen dificultad para mantener una higiene adecuada, lo que aumenta las enfermedades diarreicas que debilitan la salud para enfrentarse a lo que llega", se describe en la plataforma virtual. "El hambre estacional coincide, adem¨¢s, con el inicio de la estaci¨®n de lluvias, que favorece la aparici¨®n de agua estancada y se disparan los casos de malaria y otras enfermedades. Quienes las sufren son m¨¢s vulnerables a la desnutrici¨®n ya que no pueden retener y absorber los nutrientes cuando los ingieren. Y, por delante, casi cinco meses hasta la pr¨®xima cosecha. Cinco meses de hambre silenciosa, predecible y evitable".
En el Sahel, ya existen t¨¦cnicamente 43.000 personas en hambruna
Acci¨®n Contra el Hambre, que trabaja en el terreno, cuenta con centinelas (pastores y gente del lugar) que les proveen de informaci¨®n para saber en qu¨¦ situaci¨®n se encuentra cada pa¨ªs y para poder adelantarse a posibles eventualidades. "Se juntan varios factores", analiza Vargas Brizuela. "Una es el d¨¦ficit de pastos. Otra, el aumento del precio de los cereales o el descenso del de cabras y animales rumiantes". Detr¨¢s de todo esto tambi¨¦n est¨¢ el cambio clim¨¢tico, cuyos efectos responden a un ascenso de temperatura o a la imprevisibilidad de cat¨¢strofes naturales.
Estas circunstancias llevan a que de una poblaci¨®n de 150 millones en toda el ¨¢rea, 30 millones se enfrentan a inseguridad alimentaria. O a que 12 millones requieran asistencia en este a?o. O a que 1,3 millones de ni?os menores de cinco a?os presenten desnutrici¨®n aguda severa (dentro de 4,7 millones que 'solo' la tienen aguda: es decir, uno de cada cinco). "Se estima que 4,9 millones de personas han huido de sus hogares", a?ade el responsable, que dice que en esta parte del globo es muy espec¨ªfica y representativa, pero que en otras naciones como India o Guatemala tambi¨¦n tiene lugar. "En Sudam¨¦rica no tiene tanto impacto como malnutrici¨®n, pero s¨ª como desnutrici¨®n cr¨®nica. Y en Asia es un fen¨®meno que pasa, como con los tifones o durante el monz¨®n", arguye.
La Organizaci¨®n de las Naciones Unidas ya ha calculado que en 2017 se necesitar¨¢n unos 2.300 millones de euros para salvar vidas y aliviar la agon¨ªa de 12 millones de personas. "Necesitamos una profunda reforma del sistema mundial de agricultura y alimentaci¨®n si queremos nutrir a los 925 millones de hambrientos que existen actualmente y los 2.000 millones adicionales de personas que vivir¨¢n en el a?o 2050", esgrimen entre sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un sufrimiento que no solo responde a quedarse sin comida, sino que se complementa con ausencia de acceso a educaci¨®n, empleo o sanidad, con pandemias como la malaria o el c¨®lera por el estado del agua o con la migraci¨®n masiva a centros urbanos. "Esta vulnerabilidad genera unos mecanismos de supervivencia cada vez m¨¢s extremos", concede Vargas, "que impiden la resiliencia". Esta famosa palabra, referida a la capacidad de adaptaci¨®n a los cambios repentinos o sostenidos, tiene eco en algunas zonas m¨¢s acostumbradas y con m¨¢s medios (Asia o Centroam¨¦rica, de nuevo, valen de ejemplo). Pero no para este punto del mundo, donde la tasa de mortalidad puede sobrepasar las dos personas por cada 10.000 al d¨ªa.
Tr¨¢gica realidad que han querido relatar cerca de una veintena de artistas o personalidades del sector. Los cantantes David de Mar¨ªa, Leiva, Iv¨¢n Ferreiro o Barei; grupos como Amaral o Miss Cafe¨ªna; periodistas como Alberto Rojas o Esther Ferrero y activistas como Alicia Garc¨ªa o el propio Antonio Vargas han puesto sus letras o m¨²sica para representar la enfermedad, la especulaci¨®n, los conflictos o el agua no segura. "Hab¨ªa que pensar en c¨®mo concentrar en unos 50 segundos la ¨¦pica pasional del pop o del flamenco para transmitir la pobreza", afirm¨® el gaditano David de Mar¨ªa, quien usa instrumentos de viento para emular al traj¨ªn de los mercados y, as¨ª, "silenciar el hambre".
Detr¨¢s de todo esto tambi¨¦n est¨¢ el cambio clim¨¢tico, cuyos efectos responden a un ascenso de temperatura o a la imprevisibilidad de cat¨¢strofes naturales
"Silenciaremos el hambre con el chirrido de la polea con la que las mujeres sacan el agua de un pozo", apuntan los c¨®micos y actores ?ngel Mart¨ªn y Mauro Mu?iz de Urquiza con una cascada de teclas de piano. O "silenciaremos el hambre con el sonido del viento meciendo los cultivos del mijo conseguidos con semillas adaptadas a la sequ¨ªa", anota el d¨²o Amaral, entre percusi¨®n y una misteriosa letan¨ªa. Hay minutos para la succi¨®n del pecho de una madre por parte de su beb¨¦, para el ruido de un motor de camioneta que sale de reparto y vuelve por la noche o para el ajetreo de una cooperativa local de granos.
Como dice el cronista y escritor Mart¨ªn Caparr¨®s en su libro El hambre (Anagrama, 2015), este concepto es "algo raro". "Ha sido dicho tantas veces, de tantos modos diferentes, significa tantas cosas distintas", lamenta, "que conocemos el hambre y no tenemos ni idea de lo que es. Decimos hambre y hemos o¨ªdo decir hambre tanto que se gast¨®". Ahora escuchamos su m¨²sica. Su sonido. Porque el silencio apenas existe y los hambrientos tambi¨¦n bailan.
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