Qu¨ªtale el m¨®vil al ni?o
El trastorno de d¨¦ficit de atenci¨®n afecta a un creciente n¨²mero de ni?os, y abre el debate en torno a los sobrediagn¨®sticos
La atenci¨®n es la ventana a trav¨¦s de la cual el cerebro se asoma al mundo que le rodea. Cuando el ni?o nace, apenas es capaz de dirigir su inter¨¦s hacia el mundo exterior. Inicialmente s¨®lo presta atenci¨®n a sus propias sensaciones llorando cuando tiene hambre, sue?o, fr¨ªo o se siente solo. Poco a poco comienza a fijarla en el pez¨®n de la madre que destaca como una forma m¨¢s oscura en el horizonte. A partir de ah¨ª comienza un largo viaje en el que el ni?o va aprendiendo que atender ciertos est¨ªmulos conlleva una serie de beneficios.
A las pocas semanas el ni?o reconoce con facilidad objetos que emiten ruido o se mueven; por eso los sonajeros captan su inter¨¦s. Los padres hacen todo tipo de caranto?as con juguetes o con las manos para dirigir su atenci¨®n, de ah¨ª los cinco lobitos. Pero tambi¨¦n comienzan, de manera instintiva a ayudarle a fijarla en est¨ªmulos inm¨®viles. Primero un ¨¢rbol que mece sus hojas con suavidad, luego una foto en la que sale junto a su mam¨¢ y, m¨¢s adelante, un cuento en el que casi no pasa nada.
As¨ª, el ni?o comienza a desarrollar una habilidad tremendamente compleja, que es la de controlar la propia atenci¨®n y dirigirla no s¨®lo a aquellos est¨ªmulos que se mueven, sino tambi¨¦n a aquellos que est¨¢n m¨¢s quietos o son m¨¢s aburridos. De esta forma crecer¨¢ siendo capaz de atender a su profesor, aunque el compa?ero de al lado est¨¦ haciendo el tonto. Aprender¨¢ a abstraerse con el libro que lee, aunque una mosca lo sobrevuele, y llegar¨¢ a ser capaz de concentrarse al volante, a pesar de que la carretera sea una larga recta y su cerebro est¨¦ cansado.
Dominar la atenci¨®n y ser capaz de eliminar otros est¨ªmulos que intentan distraernos es una habilidad que ofrece m¨²ltiples ventajas. Nos permite concentrarnos en lo que realmente queremos o deseamos, detectar detalles y matices que otros pasan por alto, aprender idiomas con m¨¢s facilidad, persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas o reducir los niveles de estr¨¦s.
Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo del autocontrol
Desde hace a?os vivimos un aut¨¦ntico auge de un diagn¨®stico que provoca sufrimiento entre los m¨¢s peque?os: el trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n (TDA). Desde los a?os setenta hasta 2010, el n¨²mero de ni?os diagnosticados en Estados Unidos se multiplic¨® por siete. Desde 2000 hasta 2012, el n¨²mero de recetas expedidas en Reino Unido para tratar este trastorno cognitivo se multiplic¨® por cuatro. Los factores que han provocado esta alza son muchos y complejos. Por una parte, la sensibilizaci¨®n de los pediatras ha hecho que se detecten con m¨¢s eficacia. Por otra, la posibilidad de diagnosticarlo a partir de los tres a?os (en lugar de a los seis a?os) ha sido otro motivo para el aumento de la prevalencia.
Sin embargo, tambi¨¦n hay otras razones que son m¨¢s dif¨ªciles de entender. La m¨¢s preocupante de todas ellas es el sobrediagn¨®stico: los expertos m¨¢s alarmistas estiman que como mucho un 4% de la poblaci¨®n infantil podr¨ªa sufrir este trastorno y, sin embargo, la realidad es que un 10% de los ni?os en nuestro pa¨ªs tomar¨¢n medicaci¨®n para el TDA en alg¨²n momento de su vida escolar.
Las razones que llevan al sobrediagn¨®stico parecen ser muchas. Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo de habilidades como el autocontrol o la capacidad para sobrellevar la frustraci¨®n. Los colegios tienen menos paciencia con los alumnos dif¨ªciles o que no est¨¢n tan motivados para aprender, en muchos casos presionados por los resultados acad¨¦micos de la escuela en su conjunto.
Los m¨®viles se usan para distraerles mientras se terminan la papilla, pero as¨ª no aprenden a concentrarse
Tambi¨¦n nos encontramos con la intrusi¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas en el cerebro en desarrollo de nuestros hijos. Desde los a?os ochenta sabemos que m¨¢s tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo madurativo de la atenci¨®n y mayores tasas de fracaso escolar. La raz¨®n es muy sencilla, cuando el ni?o juega, dibuja o interacciona con sus padres o hermanos, su cerebro debe dirigir la atenci¨®n voluntariamente a aquellos est¨ªmulos o personas con los que interacciona. Cuando se sienta frente al televisor es la tele la que atrapa el inter¨¦s del ni?o y hace todo el trabajo.
Por eso nos gusta ver la tele y engancharnos al m¨®vil, no porque estimulen nuestro cerebro, sino porque nos entretienen, nos relajan. Hoy, los dispositivos m¨®viles se utilizan para distraer al ni?o cuando se tiene que concentrar en terminar una papilla. Para entretener al ni?o cuando tiene que esperar en el pediatra. Para despistar al ni?o cuando tiene que esforzarse en ponerse el pijama al final del d¨ªa. Con este tipo de estrategias parece sensato que el cerebro aprenda que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto¡, tiene permiso para distraerse.
Sin lugar a dudas estamos educando ni?os menos pacientes, menos atentos y con menor capacidad de esfuerzo, reflejo de una generaci¨®n de padres menos pacientes y que damos menos valor a hacer las cosas despacio.
Todo ello lleva a que muchos ni?os sean llevados a un especialista que observa en ¨¦l todos los s¨ªntomas necesarios para el diagn¨®stico: poco autocontrol, distracci¨®n o falta de motivaci¨®n. En el caso de muchos ni?os el diagn¨®stico y el tratamiento son acertados. Para muchos otros, creemos, el trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n es un estigma de una sociedad que va demasiado deprisa para educar despacio.
Algunos ni?os, con ayuda de sus padres, profesores o terapeutas van desarrollando habilidades cognitivas como un mayor autocontrol o paciencia que permiten reducir y compensar las dificultades atencionales. A medida que se hacen mayores suelen preferir y encajar bien en trabajos que les permiten moverse y hacer cosas diversas a lo largo del d¨ªa.
Pero pueden seguir existiendo desaf¨ªos en la vida cotidiana. Muchos los encuentran cuando tienen sus propios hijos y la paciencia, el orden o la organizaci¨®n vuelve a ser un elemento adaptativo fundamental. Algunos adultos con dificultades de atenci¨®n no experimentan ninguna dificultad en su vida cotidiana, otros se regulan gracias a la medicaci¨®n y un tercer grupo sufre muchas de estas dificultades pero no tiene ni idea de que el origen est¨¦ en una alteraci¨®n de sus procesos atencionales y ejecutivos, ni conoce c¨®mo compensarlos.
?lvaro Bilbao, neuropsic¨®logo, es autor de ¡®El cerebro del ni?o explicado a los padres¡¯.
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