Final feliz

Es un triunfo colectivo, sin duda alguna, pero sus autores son unos pocos. Porque no todos los trabajadores de RTVE se implicaron en la ¨¢spera lucha que los m¨¢s valerosos de sus compa?eros han sostenido con una constancia fiera durante cinco a?os, en defensa de la imparcialidad de la informaci¨®n y de la dignidad de un servicio p¨²blico. Esta es la victoria del lazo naranja, y no tanto de quienes lo hemos lucido, sino de quienes lo han repartido. Mientras actuaban en beneficio de todos los espa?oles, han tenido que aguantar insultos, castigos, acusaciones de sectarismo y la insolidaridad radical de otros medios afines al Gobierno. Por eso, en el instante del final feliz, conviene recordarlo y tener en cuenta otras cosas. Que el retorno a una versi¨®n mejorada del estatuto de RTVE que implant¨® el primer Gobierno de Zapatero, para que la direcci¨®n de la televisi¨®n p¨²blica vuelva a depender del consenso parlamentario, es una conquista de la tan denostada y populista movilizaci¨®n, por ejemplo. Que la primera medida apoyada en el Congreso por una mayor¨ªa un¨¢nime, ha partido de una propuesta del PSOE apoyada desde el principio por Podemos, a la que Ciudadanos se sum¨® in extremis y el PP en el ¨²ltimo suspiro. Que esa iniciativa ha logrado que el PP vote contra s¨ª mismo, contra su propia doctrina y su propia trayectoria, aunque la haya justificado, literalmente, por coherencia. Es dif¨ªcil comprender el significado que los portavoces populares atribuyen a ese t¨¦rmino, pero eso ahora es lo de menos. Quienes aplauden, con raz¨®n, este desenlace, deber¨ªan reconocer que la uni¨®n de la izquierda no tiene por qu¨¦ producir infernales vapores sulf¨²ricos. Al contrario, acaba de impulsar una medida justa, digna y buena para todos.