Anonimato
Antes la gente se desfogaba en los espect¨¢culos p¨²blicos o a trav¨¦s de la ventanilla del coche pero hoy sobre todo lo hace a trav¨¦s de Internet
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La misma persona que a la puerta del bar o del portal te cede el paso educadamente, incluso insiste en su ofrecimiento cuando t¨² se lo cedes a ¨¦l a tu vez, en cuanto se suba al coche te pisar¨¢ las ruedas del tuyo con tal de adelantarte en la salida o de pasar el primero cuando se abra el sem¨¢foro ?Qu¨¦ es lo que ha cambiado en ¨¦l? El anonimato, esa despersonalizaci¨®n que producen el coche o la masa humana y que hace que todos y cada uno de nosotros nos manifestemos tal como somos. Fulanito es muy tranquilo pero en el campo de f¨²tbol se transforma, se suele decir invirtiendo los t¨¦rminos de la oraci¨®n, que son: Fulanito es un energ¨²meno pero cuando est¨¢ en sociedad se controla.
La invenci¨®n de Internet y de las redes sociales ha potenciado esa despersonalizaci¨®n y nos ha permitido conocer hasta qu¨¦ punto estamos rodeados de indeseables y de psic¨®patas; tambi¨¦n de gente normal, eso es cierto. Amparado en el anonimato de Internet y a salvo pr¨¢cticamente de represalias (s¨®lo en casos muy extremos la polic¨ªa interviene), cualquier indocumentado puede insultar a diestro y siniestro, tenga motivos para ello o no y sepa o no de lo que est¨¢ hablando. Da igual que el tema sea la pol¨ªtica que el f¨²tbol, el periodismo que los toros, cualquiera se siente capacitado para insultar al vecino o para difamarlo gratuitamente. La sa?a que uno advierte en muchos de ellos, el odio que destila su manera de escribir y de ofender, la agresividad de muchos de los comentarios que lee le hacen pensar a uno que est¨¢ rodeado de delincuentes y de asesinos dispuestos a darle dos tiros al pr¨®jimo.
No es as¨ª seguramente (perro que mucho ladra no muerde, dice el refr¨¢n), pero a uno no deja de producirle desasosiego saber que est¨¢ conviviendo con un mont¨®n de psic¨®patas que, amparados en el anonimato de Internet, se muestran tal como son, esto es, como indeseables. A veces, en la noche, paseando por el barrio o aterrizando en un aeropuerto y viendo desde la calle o desde la ventanilla del avi¨®n las luces de la ciudad en que vive o en la que aterriza, uno imagina que detr¨¢s de muchas de ellas hay seres an¨®nimos destilando su odio y su frustraci¨®n como la miel las abejas y le dan ganas de salir huyendo.
Antes la gente se desfogaba en los espect¨¢culos p¨²blicos o a trav¨¦s de la ventanilla del coche con los dem¨¢s, pero hoy sobre todo lo hace desde la soledad de sus casas y habitaciones, a trav¨¦s de Internet. Y los insultos, por m¨¢s que no sean audibles, ponen la piel de gallina.
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