Lo eterno
VER?N, LLEGA un momento en la vida en que se te empieza a morir la gente alrededor. S¨ª, desde luego, la parca nos acecha en cualquier rinc¨®n; como dice Fernando de Rojas en La Celestina, nunca se es lo suficientemente viejo como para no vivir un d¨ªa m¨¢s ni lo suficientemente joven como para no morir ma?ana. As¨ª que a m¨ª, como a cualquier humano, ya me hab¨ªa tocado atravesar unas cuantas p¨¦rdidas. Pero lo que digo es que llega un momento en el que se empiezan a morir muchos a la vez. Demasiados. Gente de tu edad o algo mayor que t¨², pero que ha formado parte de tu vida. En ocasiones han sido amigos muy queridos; otras veces se trata de simples conocidos, pero a?ejos. El bosque humano de tu existencia comienza a ser talado. Esta es otra de las malditas consecuencias de envejecer, un proceso que no tiene ni pizca de gracia, m¨¢s all¨¢ del alivio de saber que a¨²n no est¨¢s en el suelo convertido en le?a.
Justamente acaba de fallecer uno de esos amigos ¨ªntimos, el escritor mexicano Antonio Sarabia, que viv¨ªa en Lisboa desde hac¨ªa a?os. Se ha ido de golpe, apareci¨® cad¨¢ver una ma?ana, una salida de escena estupenda para el protagonista, pero sobrecogedora para los dem¨¢s. Visto y no visto: en tan s¨®lo un parpadeo, all¨¢ se fue Antonio con todas sus vivencias, sus recuerdos, sus deseos, sus amores y sus disgustos, sus sue?os y su talento, que era mucho. La muerte es incre¨ªble, impensable. Venimos a este mundo con un yo inmenso que lo llena todo, somos para nosotros mismos lo m¨¢s importante que sucede en el universo, y de pronto se apaga la luz y ya no queda nada de todas esas ansias colosales de vivir. Fue precisamente Antonio Sarabia quien me hizo conocer estos bell¨ªsimos versos de Salvatore Quasimodo: ¡°Cada uno est¨¢ solo sobre el coraz¨®n de la tierra / atravesado por un rayo de sol: / y de pronto anochece¡±.
Pero justamente ese estar abocados a la nada convierte la vida en algo precioso y ¨²nico. Qu¨¦ gran triunfo es una vida bien vivida.
Bueno, s¨ª perdura algo durante cierto tiempo: el nost¨¢lgico recuerdo de la gente que te quer¨ªa. Pero ellos a su vez tambi¨¦n morir¨¢n. En el caso de Antonio queda adem¨¢s su obra, que es magn¨ªfica y mucho menos conocida de lo que deber¨ªa. Como su ¨²ltima novela publicada, Los dos Espejos, que trata precisamente de un hombre, el doctor Espejo, que es asesinado, y que se pasa la mitad del libro siendo un fantasma. O como la que sacar¨¢ la editorial Malpaso el pr¨®ximo oto?o, No tienes perd¨®n de Dios, genial y deliciosa. Aun as¨ª, la posteridad es esquiva, arbitraria. Autores formidables terminan arrumbados en estanter¨ªas nunca visitadas de bibliotecas remotas. Salvo escas¨ªsimas y azarosas excepciones, el destino de todos es el olvido.
Pero justamente ese estar abocados a la nada convierte la vida en algo precioso y ¨²nico. Qu¨¦ gran triunfo es una vida bien vivida. Y creo que esas vidas bellas quedan de alg¨²n modo resonando en la estela de la humanidad. Aunque no nos acordemos de quienes las vivieron, su efecto perdura. Y en esto mi amigo Sarabia fue tambi¨¦n ejemplar. Era un hombre guas¨®n y muy gracioso, pero en lo importante de la vida era estoico, riguroso, impecable. Con ese rigor se aplicaba a la escritura. Y al cuidado de su gente querida. Y a sobrellevar los mordiscos del destino con imp¨¢vida entereza. Con el tiempo, Antonio fue creciendo ante mis ojos. En los ¨²ltimos a?os le vi alcanzar la altura de un gigante. Era una de las personas m¨¢s valientes que he conocido; valiente de verdad, sin los aspavientos del temerario. Valiente de sostenerle la mirada a la muerte y al deterioro. En el ¨²ltimo chat de WhatsApp que nos intercambiamos, pocos d¨ªas antes de irse, estuvimos comentando las tropel¨ªas de unos cuantos malvados; yo le dije que por desgracia los malos ganaban casi siempre, y ¨¦l me contest¨®: ¡°No siempre, linda, y sus peque?as victorias s¨®lo impresionan a los m¨¢s tontos que ellos. Las verdaderas victorias ni siquiera son p¨²blicas¡±. Consigui¨® ser un sabio y su gran victoria privada fue hacer de su vida una obra de arte. En su novela Los dos Espejos, el fantasma del doctor logra resolver su propio asesinato y comprender lo que ha sido su existencia. Una vez alcanzado el conocimiento, comienza a disolverse en la nada. Y sus ¨²ltimas palabras, con las que acaba el libro, son: ¡°Qu¨¦ maravilla: por fin, lo eterno¡±
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