As¨ª aprenden los m¨¦dicos estadounidenses de la sanidad cubana
El hospital Salvador Allende acoge a 5.000 estudiantes de medicina, la mayor¨ªa procedentes del ?frica subsahariana y de Latinoam¨¦rica, pero tambi¨¦n norteamericanos

El hospital Salvador Allende es un oasis verde en el deteriorado barrio habanense de El Cerro, lejos de los hoteles costeros y los restaurantes para turistas de la capital cubana. El complejo hospitalario, construido originalmente en 1899 como centro de atenci¨®n para los emigrados espa?oles de origen asturiano, est¨¢ compuesto por edificios de columnatas dispuestos en medio de parques bien cuidados. Es l¨®gico que recuerde a una peque?a universidad de artes liberales: el Salvador Allende es ahora un hospital docente, con 532 camas y m¨¢s de 5.000 estudiantes de medicina, la mayor¨ªa procedentes del ?frica subsahariana y de Latinoam¨¦rica. Incluso hay algunos estudiantes estadounidenses.
Samantha Moore, de Detroit, estudia sexto curso y trabaja en la secci¨®n de gerontolog¨ªa, aprendiendo a cuidar ancianos. En un espacioso edificio lleno de azulejos de colores y luz natural, los pacientes geri¨¢tricos charlan sentados en la galer¨ªa, al calor del sol matutino. Moore se inclina sobre una de ellos, Ofelia Favier, que ha perdido una pierna debido a la diabetes y est¨¢ hospitalizada por deshidrataci¨®n. Mueve las manos por el cuerpo de esta paciente de delicada constituci¨®n, apretando y pulsando levemente. ¡°Buenos d¨ªas, mami¡±, dice. ¡°?C¨®mo se siente? ?Ha pasado buena noche? ?Le duele algo?¡±.
Ofelia, de 85 a?os, no est¨¢ de buen humor. ¡°Nunca me duele, estoy bien. Ya no tengo fiebre. Tengo hambre. Ojal¨¢ la cafeter¨ªa se diese prisa¡±. Moore suelta una carcajada y se va para ver c¨®mo va el desayuno, compuesto por arroz, alubias y huevos.
¡°Me encanta la atenci¨®n a los pacientes¡±, dice la alumna. En Cuba, los estudiantes aprenden la importancia de los factores de dise?o medioambiental. Moore observa que la luz natural del pabell¨®n, la libre circulaci¨®n del aire y los suaves colores pastel contribuyen a la recuperaci¨®n del paciente. ¡°Es una educaci¨®n asombrosa; en Estados Unidos esto no se aprende¡±. Se ha demostrado (ver investigaci¨®n OMS) que la libre circulaci¨®n del aire es m¨¢s eficaz que el aire acondicionado y el aire recirculado que a menudo se ve en los hospitales estadounidenses y que constituyen un factor a tener en cuenta en las tasas de infecci¨®n hospitalaria.
Casi todos los estudiantes de la ELAM reciben formaci¨®n gratuita, gracias a becas concedidas por el Estado cubano o por su propio pa¨ªs. A cambio, se espera que regresen a su pa¨ªs natal y trabajen con comunidades m¨¦dicamente desatendidas
Moore es una de las 93 estudiantes estadounidenses de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). En cierto sentido, es la respuesta cubana a la Kennedy School of Government creada por Harvard, que forma a profesionales de todo el mundo. Pero a diferencia de la Kennedy, que va m¨¢s dirigida al grupo de Davos, los alumnos de la ELAM se est¨¢n formando espec¨ªficamente para trabajar en comunidades de rentas bajas. Casi todos los estudiantes de la ELAM reciben formaci¨®n gratuita, gracias a becas concedidas por el Estado cubano o por su propio pa¨ªs. A cambio, se espera que regresen a su pa¨ªs natal y trabajen con comunidades m¨¦dicamente desatendidas, usando la medicina de bajos recursos y centrada en la prevenci¨®n que por lo general se practica en Cuba.
En Estados Unidos, solo un peque?o n¨²mero de estudiantes de medicina se especializan en atenci¨®n primaria, y el porcentaje de los que deciden ejercer como m¨¦dico de cabecera descendi¨® un 50% entre 1997 y 2005, seg¨²n The New England Journal of Medicine. En 2013-2014, menos del 10% de los titulados en medicina hicieron la residencia en la especialidad de familia (centrada en la atenci¨®n primaria), seg¨²n un informe de la Academia Estadounidense de M¨¦dicos de Familia. El informe se?alaba ¡°la desatenci¨®n de las facultades a una medida clave de la responsabilidad social¡±.
Moore, de 35 a?os, siempre hab¨ªa querido estudiar medicina pero no ten¨ªa dinero para hacerlo. Por eso hizo un m¨¢ster en inform¨¢tica. Como muchos estudiantes estadounidenses, encontr¨® el ELAM a trav¨¦s del programa Pastores por la Paz, una organizaci¨®n neoyorquina que colabora con la escuela en la selecci¨®n de estudiantes estadounidenses. Se sinti¨® inspirada por un serm¨®n del director fundador de la organizaci¨®n, el reverendo Lucius Walker, ya fallecido, que describ¨ªa la ELAM como un lugar que permite formarse como m¨¦dico para trabajar con los pobres y aquellos que sufren una atenci¨®n m¨¦dica deficiente.

Cuando vuelva a Detroit, Moore quiere trabajar en medicina interna. Incluso quiere incorporar a su trabajo la atenci¨®n domiciliaria, una pr¨¢ctica com¨²n en Cuba. ¡°No entiendo por qu¨¦ las personas con dificultades para acudir a una cl¨ªnica no pueden acceder a un m¨¦dico¡±, explica.
La necesidad de m¨¦dicos es urgente en todo el mundo. Actualmente, en los pa¨ªses en desarrollo hay un d¨¦ficit de siete millones de doctores, enfermeros y otros trabajadores sanitarios, y se prev¨¦ que la cifra pr¨¢cticamente se duplique en los pr¨®ximos 20 a?os. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud advierte de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, como reducir la mortalidad materna e infantil, no se lograr¨¢n sin m¨¢s personal en este ¨¢mbito.
A pesar de la nueva financiaci¨®n de la que se dispone hoy en d¨ªa para la sanidad mundial, la formaci¨®n de profesionales sigue siendo una de las necesidades m¨¢s desatendidas. Repartir f¨¢rmacos para urgencias es una cosa; pero la ense?anza intensiva de varios a?os que se necesita para formar m¨¦dicos exige un compromiso mucho mayor.
La ayuda exterior depende notablemente de la moda: hace unos a?os, la par¨¢bola del ¡°ens¨¦?ale a pescar¡± era omnipresente. Pero como suele suceder, una cosa es la ret¨®rica y otra la realidad. La mayor parte de la ayuda extranjera de hoy en d¨ªa se dedica a obtener un resultado determinado, como luchar contra una enfermedad, proporcionar alimentos de emergencia o aliviar las consecuencias de un desastre natural o una crisis. El modelo cubano adopta un planteamiento completamente distinto: ense?a a las personas aptitudes esenciales, para que esas personas puedan responsabilizarse de sus propios resultados.
La ELAM se cre¨® en 1999, tras el hurac¨¢n Mitch, que devast¨® el Caribe y Centroam¨¦rica. La idea era la de ayudar a sustituir a los m¨¦dicos que hab¨ªan perdido los vecinos de Cuba. Desde entonces, la escuela ha formado a m¨¢s de 26.000 galenos de 124 pa¨ªses de todo el mundo.
La necesidad de m¨¦dicos es urgente en todo el mundo. En los pa¨ªses en desarrollo hay un d¨¦ficit de siete millones de doctores, enfermeros y otros trabajadores sanitarios
En una peque?a clase de laboratorio hay dos docenas de alumnos procedentes de Chad, Sierra Leona, Angola, Sud¨¢frica, Congo, Belize y Nueva Jersey. ¡°Siempre que nos hablan de epidemias, lo hacen compa?eros que las han experimentado de primera mano¡±, explica Agyeiwa Weathers, de Newark. Por ejemplo, Saada Ly, estudiante de Conakry, Guinea, recordaba las repercusiones que tuvo la falta de trabajadores sanitarios durante el brote de c¨®lera de 2015. ¡°Todo el mundo vio que el sistema sanitario de mi pa¨ªs era deficiente¡±, dice.
Los estudios de medicina de la escuela duran seis a?os, frente a los cuatro de las facultades estadounidenses. Los dos a?os adicionales se dedican a estudiar sanidad p¨²blica, medicina tropical, y el singular ¨¦nfasis de Cuba en la prevenci¨®n. Los m¨¦dicos aprenden a hacer diagn¨®sticos bas¨¢ndose en el conocimiento de las condiciones de trabajo y de vida de sus pacientes, y relacion¨¢ndose con ellos, toc¨¢ndoles y escuch¨¢ndoles.
A la ELAM empezaron a asistir alumnos estadounidenses en 2005, cuando los miembros del Grupo Negro del Congreso se reunieron con Fidel Castro y oyeron hablar del programa de formaci¨®n. El representante Bennie Thompson le coment¨® al l¨ªder cubano que los votantes de sus circunscripciones carecen de acceso a una buena atenci¨®n sanitaria. Castro ofreci¨® de inmediato 500 puestos para alumnos estadounidenses. Hasta la fecha se han titulado 134 estadounidenses, y m¨¢s de 50 de ellos est¨¢n ahora realizando programas de especializaci¨®n.
En las aulas de la ELAM no hay port¨¢tiles. A diferencia de las facultades de medicina estadounidenses, donde la mayor parte de la formaci¨®n se imparte en el aula, los estudiantes de medicina cubanos pasan mucho tiempo atendiendo a los pacientes y practicando procedimientos como insertar un cat¨¦ter, colocar un hueso roto o atender un parto.
Esa formaci¨®n pr¨¢ctica es ¨²til cuando vuelven a Estados Unidos, comenta Susan Grossman, directora del programa de m¨¦dicos residentes en el Woodhull Medical Center de Brooklyn, al que asisten tres titulados de la ELAM. Cuando empiezan su residencia, explica Grosmman, tienen mucha m¨¢s experiencia cl¨ªnica que el titulado medio de una facultad de medicina estadounidense.

Woodhull, un hospital p¨²blico, est¨¢ especializado en atenci¨®n comunitaria centrada en el enfermo, por lo que los titulados de la ELAM encajan de forma natural. ¡°Estos tres residentes est¨¢n muy centrados en los pacientes, y tienen excelentes dotes de comunicaci¨®n¡±, comenta Grossman. ¡°No s¨¦ si se debe a su formaci¨®n o a su personalidad. Tienen una formaci¨®n cl¨ªnica excelente¡±.
En Cuba, los m¨¦dicos aprenden a hacer diagn¨®sticos bas¨¢ndose principalmente en el examen personal, y se pueden pasar horas con los pacientes si la situaci¨®n lo requiere. Usan los an¨¢lisis de sangre y las pruebas radiol¨®gicas para confirmar su diagn¨®stico. Muchos m¨¦dicos formados en Estados Unidos, por el contrario, conf¨ªan en las pruebas para guiar sus diagn¨®sticos.
¡°En algunos pa¨ªses, la tecnolog¨ªa se ha convertido en un sustituto del pensamiento m¨¦dico¡±, se?ala Enrique Beldarra¨ªn, epidemi¨®logo e historiador de la sanidad p¨²blica que trabaja en el Centro Nacional de Informaci¨®n de Ciencia M¨¦dicas cubano.
Al principio, la formalidad del sistema m¨¦dico estadounidense resultaba chocante, comenta Joaqu¨ªn Morante, titulado de la ELAM y ahora residente de tercer a?o en Woodhull. Morante, que se crio en el Bronx y estudi¨® los primeros a?os de medicina en Cornell, recuerda que un especialista le recrimin¨® que se dirigiese a un paciente con un ¡°Hola, colega, ?c¨®mo va eso?¡±. ?l defiende su estilo: ¡°Les hablo como un neoyorquino m¨¢s¡±, dice.
Una pr¨¢ctica com¨²n en Cuba es que los m¨¦dicos hagan visitas domiciliarias, algo que en Estados Unidos muchos solo conocen por la televisi¨®n
Morante reconoce que hay algunos problemas m¨¦dicos para los que Cuba no le ha preparado. Una es la resistencia generalizada a los antibi¨®ticos que se observa en los hospitales estadounidenses. Y a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, las heridas por arma de fuego son extremadamente raras en Cuba.
Otra alumna, Keresse Gayle, que creci¨® en Florida y Nueva Orleans, completaba no hace mucho su residencia en el Newark Beth Israel. Afirma que, desde un punto de vista m¨¦dico, el principal cambio de Cuba a Estados Unidos ¡°fue el pasar de no tener suficientes opciones a tener demasiadas¡±.
Los estudiantes de la ELAM no est¨¢n ni mucho menos mimados. Gayle recuerda que dorm¨ªa en una habitaci¨®n con otras nueve chicas, guardaba sus cosas en una taquilla, y compart¨ªa un ba?o con 50 personas. Los estudiantes reciben una peque?a asignaci¨®n econ¨®mica y necesidades b¨¢sicas como desodorante, compresas y pasta de dientes, est¨¢n cubiertas. ¡°En Estados Unidos estamos acostumbrados a cierto nivel de comodidad¡±, comenta. ¡°All¨ª no tienes agua corriente las 24 horas. A veces hay apagones. Es un lugar dif¨ªcil¡±.
Una calurosa tarde de mi¨¦rcoles ten¨ªa lugar en la ELAM una clase improvisada. Cassandra Cusack Curbelo, alumna de sexto que se crio en Miami, se hab¨ªa detenido para hablar con unos estudiantes de tercero sudafricanos que se refugiaban del calor sentados en un banco a la sombra. Los sudafricanos, Noluvuyo Dingele, Diago Jalkie y Felicity Bulo, estaban encantados de hablar con una alumna m¨¢s experimentada.
¡°?C¨®mo te sientes ahora?¡±, pregunta Jalkie.
?¡°Cansada¡±, contesta Curbelo.
?¡°No, quiero decir como m¨¦dico¡±, aclara Jalkie, haciendo referencia al hecho de que, a partir de tercero, los estudiantes de la ELAM pasan buena parte del tiempo atendiendo directamente a los pacientes. ¡°?C¨®mo te sientes?¡±.
¡°Cansada¡±, repite Curbelo, sonriendo. Lleg¨® a la ELAM con una mezcla de idealismo y ganas de aventura. Ella y sus amigos se refer¨ªan a la escuela como ¡°el campamento de verano disco revolucionario¡±. Pero muy pronto, con el m¨¦todo de formaci¨®n pr¨¢ctica de la ELAM, se enfrent¨® a las responsabilidades que entra?a el ser m¨¦dico, adem¨¢s de a las realidades de la vida en Cuba, que dista mucho de las bien equipadas facultades m¨¦dicas de Estados Unidos.
Cuenta a los ansiosos estudiantes una de sus experiencias cuando ella estaba tambi¨¦n en tercero y empezaba a ver pacientes. Trabajaba en el turno de noche, y lleg¨® un hombre empapado en sudor, con una fuerte bajada de tensi¨®n, y que empez¨® a sufrir convulsiones. Estaba entrando en shock. Curbelo estaba intentando ponerle a toda prisa una v¨ªa intravenosa cuando se fue la luz. Por suerte, rememoraba, ten¨ªa una linterna de bolsillo, la sujet¨® con los dientes, puso la v¨ªa y estabiliz¨® al paciente. ¡°Fue mi primera experiencia con la medicina de guerrilla cubana¡±, cuenta.
Los sudafricanos escuchan la an¨¦cdota con los ojos muy abiertos, imagin¨¢ndose en esa situaci¨®n. ¡°Voy a invertir en una linterna de bolsillo¡±, dice Bulo con convicci¨®n.
Se dice que la de los m¨¦dicos cubanos es una vida dura, y un chiste habitual es que ganan lo mismo que los bedeles hospitalarios (al parecer ganan m¨¢s, gracias a una reciente subida salarial que los sit¨²a en torno a los 60 d¨®lares al mes). Al mismo tiempo, el hecho de que vivan en circunstancias similares a las de sus pacientes tiene sus ventajas. Al habitar las comunidades a las que atienden, los doctores conocen muchos de los problemas personales, las presiones sociales y los factores medioambientales que podr¨ªan estar afectando a la salud de un paciente. Es una parte fundamental de su m¨¦todo preventivo: determinar cu¨¢les son los factores de riesgo y prestar atenci¨®n a los enfermos.
Una pr¨¢ctica com¨²n en Cuba es que los m¨¦dicos hagan visitas domiciliarias, algo que en Estados Unidos muchos solo conocen por la televisi¨®n. ¡°Para m¨ª la medicina es un arte, pero en Estados Unidos no es m¨¢s que un negocio¡±, comenta Katherine Leger, alumna de quinto nacida en Rep¨²blica Dominicana que estudi¨® tambi¨¦n en el Ithaca College. La medicina estadounidense le parece demasiado impersonal, apresurada y regida por el dinero. ¡°Si no consigues que un paciente se sienta c¨®modo, ?c¨®mo vas a descubrir qu¨¦ tiene realmente?¡±
La insistencia en la atenci¨®n preventiva parece hacer dado buenos resultados. Las investigaciones han establecido que el periodo de 40 a?os en el que Cuba dio prioridad a la atenci¨®n primaria coincidi¨® con un descenso del 40% en la mortalidad infantil
Desde el comienzo de su educaci¨®n, los alumnos de la ELAM empiezan a trabajar en centros de atenci¨®n primaria, llamados consultorios. Cada uno de ellos est¨¢ dotado de un m¨¦dico y una enfermera, responsables como m¨¢ximo de 200 familias. El m¨¦dico ve con regularidad a los pacientes para determinar factores de riesgo como tabaquismo, alcoholismo o presi¨®n arterial elevada. Despu¨¦s toma medidas para ayudar a aliviar esos factores, como derivar al paciente a grupos de apoyo o ense?arle a cambiar su estilo de vida.
¡°Si en Estados Unidos tuvi¨¦semos eso, las disparidades sanitarias desaparecer¨ªan¡±, comenta el estudiante de segundo curso Nikolai Cassanova, de 27 a?os, nacido en Jamaica y criado en Brooklyn, Nueva York. Le impresion¨® especialmente que el m¨¦dico de su consultorio conociese el nombre de todos los pacientes. ¡°Me encantar¨ªa ver cu¨¢ntos m¨¦dicos estadounidenses saben c¨®mo se llaman sus pacientes¡±.
La insistencia en la atenci¨®n preventiva parece hacer dado buenos resultados. Las investigaciones han establecido que el periodo de 40 a?os en el que Cuba dio prioridad a la atenci¨®n primaria coincidi¨® con un descenso del 40% en la mortalidad infantil (a pesar de que el PIB no hab¨ªa cambiado sustancialmente), y con pruebas de un descenso sustancial en el n¨²mero de hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares. Seg¨²n la OMS, Cuba va por delante de Estados Unidos en las tasas de mortalidad de reci¨¦n nacidos y menores de cinco a?os, a pesar de que el gasto per c¨¢pita es muy inferior.
Un ¨¢rea de especial inter¨¦s en el pa¨ªs caribe?o es la atenci¨®n prenatal: una embarazada asiste al m¨¦dico al menos una decena de veces. En Estados Unidos, por el contario, m¨¢s de la quinta parte de las mujeres latinas y negras tienen problemas para recibir atenci¨®n prenatal, seg¨²n el Departamento Estadounidense de Servicios Sanitarios y Humanos.
Antes de la revoluci¨®n cubana, el mero hecho de dar a luz era extremadamente peligroso, recuerda Isolina Mart¨ªnez Bacallao, de 81 a?os. Con el sistema caciquil de los tiempos prerrevolucionarios, dice, el alcalde decid¨ªa qui¨¦n iba al hospital y qui¨¦n no. A menudo las mujeres mor¨ªan de parto porque no ten¨ªan un doctor que las atendiese. ¡°Ahora el cambio es como de la noche al d¨ªa¡±, opina. ¡°Los m¨¦dicos corren detr¨¢s de las embarazadas para cuidarlas¡±, dice.
El actual sistema de atenci¨®n primaria cubano se basa en la creencia de que vale m¨¢s prevenir que curar, explica Angelina Cedr¨¦ Cabrera, profesora de salud materna e infantil en la ELAM. Adem¨¢s de la formaci¨®n biom¨¦dica normal que reciben como m¨¦dicos, a los alumnos se les ense?an valores de humanitarismo, solidaridad y ¨¦tica. ¡°Aqu¨ª los estudiantes aprenden a ser doctores en ciencia y en conciencia¡±, bromea.
Queda por ver c¨®mo se trasladar¨¢ el sistema m¨¦dico cubano al resto del mundo. Miles de sudafricanos han llegado en los ¨²ltimos a?os a la ELAM para ayudar a cubrir la importante escasez de galenos que padece el pa¨ªs. El ¨¦nfasis cubano en la prevenci¨®n es un gran cambio para Sud¨¢frica, comenta Jalkie, el estudiante de tercero. En su pa¨ªs, dice, ¡°m¨¢s o menos esperamos que la gente se ponga enferma y despu¨¦s intentamos curarla¡±.
Sin duda, la formaci¨®n cubana tiene sus limitaciones. Quienes han experimentado el sistema de salud cubano desde el lado del paciente se quejan a veces de que los m¨¦dicos no est¨¢n preparados para tratar a pacientes verdaderamente enfermos, y no siempre est¨¢n al tanto de la tecnolog¨ªa y los medicamentes m¨¢s recientes.
El sistema cubano ha mostrado al mundo de la atenci¨®n sanitaria global c¨®mo un pa¨ªs puede tener una poblaci¨®n m¨¢s sana con un presupuesto baj¨ªsimo, aunque carezca de los recursos necesarios para atender enfermedades avanzadas o mortales, explicaba Daniel Palazuelos, m¨¦dico instructor de la Escuela de Medicina de Harvard que ha colaborado con m¨¦dicos cubanos en Hait¨ª y en M¨¦xico. ¡°Son como los m¨¦dicos de cabecera estadounidenses realmente buenos; y responden perfectamente bien al 95% de los problemas a los que se enfrenta la mayor¨ªa de la poblaci¨®n¡±, remacha.
Por supuesto, la pol¨ªtica sanitaria cubana es altamente delicada. El r¨¦gimen sigue siendo autoritario; los despachos de los funcionarios p¨²blicos todav¨ªa est¨¢n adornados con fotos de Fidel y Ra¨²l, y a veces de Hugo Ch¨¢vez, y los lemas de estos se exhiben en lugares destacados de los edificios p¨²blicos. Y a pesar de su loado sistema m¨¦dico, el Ministerio de Salud P¨²blica dificulta el acceso a periodistas e investigadores acad¨¦micos.
En el hospital Salvador Allende, en un pabell¨®n de gerontolog¨ªa que, por extra?o que parezca, no tiene nada de deprimente, Juli¨¢n, el hijo de Ofelia, se sienta junto a la puerta de la habitaci¨®n. Lleva all¨ª 24 horas, turn¨¢ndose con su hija y su hermano. Como es pr¨¢ctica habitual para todos los pacientes, all¨ª siempre hay un familiar u otro cuidador.
¡°Estoy aqu¨ª para ayudarla si quiere levantarse, ir al ba?o o dar unos pasos¡±, explica Juli¨¢n. ¡°Ella fue mi ra¨ªz, y yo la cuido¡±.
Samantha Moore espera poder aplicar en Detroit las lecciones y las experiencias vividas en Cuba. ¡°Es fenomenal ir por la calle y que alguien te diga ¡®?Qu¨¦ hay, doctora, c¨®mo est¨¢?¡±.
Reportaje realizado con una beca del International Reporting Project (IRP).
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