Carta a un amigo taxista
La llegada del coche aut¨®nomo es inevitable y mucho mejor que oponerse es adaptarse
Comprendo tu angustia y tu consternaci¨®n. Son tiempos de grandes transformaciones, y no solo para ti. Las nuevas tecnolog¨ªas est¨¢n cambiando nuestra forma de trabajar, descomponiendo algunas de las normas sobre las que hemos construido nuestra sociedad en los ¨²ltimos 150 a?os. Seg¨²n algunas estimaciones ¡ªuna de la Universidad de Oxford¡ª, el 50% de las profesiones que conocemos hoy podr¨ªan desaparecer de aqu¨ª a 20 a?os, a medida que se perfeccionen la rob¨®tica y la inteligencia artificial.
Uno de los sectores m¨¢s afectados por estas transformaciones es precisamente el tuyo, el de la movilidad. Lo que hemos empezado a ver en los ¨²ltimos a?os ¡ªalternativas al taxi como Uber, Lyft, Hailo y Juno, servicios de coches compartidos como Car2Go y Enjoy, bicicletas inteligentes como Superpedestrian¡ª no son m¨¢s que los primeros indicios. Prep¨¢rate: los autom¨®viles (o los camiones) sin conductor, ya en fase de experimentaci¨®n avanzada en todo el mundo, desde EE?UU hasta Singapur, ser¨¢n el pr¨®ximo paso. Entonces quedar¨¢n obsoletos muchos trabajos, incluidos ¡ªpara qu¨¦ negarlo¡ª el tuyo y los de millones de conductores activos hoy en todos los continentes.
Son cambios trascendentales pero que ya hemos visto en el pasado. En el siglo XVII, los barqueros del T¨¢mesis lucharon contra la llegada de la competencia en tierra firme, los primeros taxis tirados por caballos. Siglos despu¨¦s, esos taxis de tracci¨®n animal quedaron desplazados por la aparici¨®n del autom¨®vil, como cuenta Rel¨¢mpago, una pel¨ªcula de 1928 sobre las melanc¨®licas vicisitudes del ¨²ltimo cochero de Nueva York.
No me gustar¨ªa que ma?ana te encuentres en esa misma situaci¨®n. Hoy, igual que entonces, tenemos dos opciones: si decidimos defender incondicionalmente los coches de caballos, perderemos todos. Pero, si nos subimos al carro de las nuevas tecnolog¨ªas ¡ªque es el carro de la Historia¡ª, todav¨ªa tendremos posibilidades de arregl¨¢rnoslas. Podremos dirigir la transici¨®n, controlarla en lugar de acabar atropellados.
Porque, en el fondo, se trata de eso, de comprender c¨®mo recorrer el camino hacia un mundo nuevo. Para ello te propongo un pacto. Todos nosotros ¡ªla sociedad¡ª debemos asegurarnos de no dejaros solos, en esta dif¨ªcil traves¨ªa, ni a ti ni a todos los dem¨¢s millones de taxistas que van a perder su puesto de trabajo en los pr¨®ximos a?os (ni a todos los que, en sectores como la radiolog¨ªa, las finanzas o el m¨ªo, la arquitectura y el urbanismo, tambi¨¦n se quedar¨¢n en casa debido a la introducci¨®n de los robots y la inteligencia artificial). Y t¨², por tu parte, debes comprometerte a no obstaculizar una transici¨®n inevitable y a tratar de ser, por el contrario, part¨ªcipe y protagonista.
Las palabras cruciales para reanudar una discusi¨®n son transici¨®n y redistribuci¨®n. Transici¨®n, para poder digerir los vuelcos tecnol¨®gicos actuales sin que nos aplasten. Para ayudar a quien ha perdido hoy su trabajo a encontrar otro ma?ana, y para educar a las nuevas generaciones en las profesiones del futuro. Redistribuci¨®n, porque es fundamental saber a qui¨¦n ir¨¢n a parar los beneficios de este nuevo mundo. ?A quien ha invertido capital? ?O a quien ha permanecido parado? Una idea posible ser¨ªa cobrar impuestos a los robots o las nuevas inteligencias artificiales. No es una boutade, me refiero a cobrar impuestos sobre el capital y transferir ese dinero, quiz¨¢, a quien ha perdido el puesto de trabajo. Una propuesta desgraciadamente rechazada hace unos d¨ªas en el Parlamento Europeo, pero que, de pronto, ha encontrado un defensor inesperado: Bill Gates.
Si sabemos conducir la transici¨®n y la redistribuci¨®n, el futuro podr¨ªa ofrecer numerosas oportunidades. Como escrib¨ªa el historiador estadounidense Lewis Mumford en la d¨¦cada de 1930, ¡°el mayor beneficio de la mecanizaci¨®n no es la eliminaci¨®n del trabajo¡±, sino la sustituci¨®n de un trabajo desagradable por otro m¨¢s creativo y de m¨¢s valor a?adido.
Los periodos de grandes transformaciones siempre han acarreado tambi¨¦n grandes oportunidades. A principios del siglo pasado, el impulso de la motorizaci¨®n estimul¨® el desarrollo de todas las grandes empresas de las que, todav¨ªa hoy, depende buena parte de nuestra econom¨ªa. De la misma forma, si en los pr¨®ximos a?os podemos hacer que los beneficios de esta nueva era se repartan entre todas las categor¨ªas sociales, tendremos la posibilidad de plasmar una sociedad nueva y tal vez mejor. Pero, para eso, necesitamos tu colaboraci¨®n.
Carlo Ratti es catedr¨¢tico en el Massachusetts Institute of Technology.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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