Cantal
En la imaginaci¨®n un volc¨¢n es un drag¨®n: su particularidad es que escupe fuego, y lo dem¨¢s son monta?as
De ni?a, un d¨ªa constru¨ª un volc¨¢n. Era de peri¨®dico forrado con plastilina y le dej¨¦ en la cima espacio para un vasito de vinagre blanco te?ido de rojo. De vez en cuando yo vert¨ªa una pizca de bicarbonato y ¨¦l escup¨ªa una lava espumosa, rosita, que me llenaba de orgullo. Veinticinco a?os despu¨¦s me encuentro frente a una serie de maquetas que, si bien m¨¢s profesionales y plastificadas, recuerdan mucho a mi volc¨¢n.
Estoy en una peque?a ciudad francesa llamada Aurillac. No hay nada muy interesante y es muy lento llegar. Quiz¨¢ lo m¨¢s interesante es lo lento que es llegar. Est¨¢ a unos 300 kil¨®metros de cualquier punto importante del sur de Francia (Toulouse, Bordeaux, Lyon) pero hay que cruzar el macizo central, entrando y saliendo de todo tipo de volcanes. Literalmente. El macizo central contiene representantes de todos los tipos de volcanes que existen.
No es justo decir que no hay nada en Aurillac. Hay un r¨ªo, la Jordanne, en donde se puede pescar truchas siempre y cuando la devuelvas viva al agua. Y en una colina junto a su humilde ch?teau, est¨¢ el Mus¨¦um des Volcans. Aurillac es la capital de la regi¨®n de Cantal, que debe su nombre al estratovolc¨¢n m¨¢s grande de Europa. Un estratovolc¨¢n es picudo, como el que dibujan los ni?os.
Con parafernalia de los noventa ¡ª?CD-ROM!¡ª, el museo cuenta la historia de los volcanes en general y de Cantal en particular. Entre las maquetas oficiales, se asoman otras en cart¨®n pintado, seguramente hechas por ni?os que olvidar¨¢n las lecciones pero recordar¨¢n el volc¨¢n que ellos construyeron. Al final hay una sala sobre la fauna y flora locales, llena de b¨²hos y marmotas disecados.
Cuando uno se dispone a salir e irse a conocer el otro Cantal ¡ªel queso¡ª aparece una sala de v¨ªdeo. Es aqu¨ª donde el museo logra mejor su cometido. Alternando escenas de lava en movimiento con im¨¢genes a¨¦reas de la regi¨®n, nos explica realmente el paisaje. En el lento viaje para salir de aqu¨ª ya no ver¨¦ solo vacas marrones (llamadas salers, como otro queso) pastando en calmos pastizales. Ver¨¦, seg¨²n el tipo de roca, ebulliciones, borbotones, cascadas de piedra candente.
En la imaginaci¨®n, un volc¨¢n es un drag¨®n: su particularidad es que escupe fuego, y lo dem¨¢s son monta?as. Pero en el l¨¦xico s¨ª le reconocemos sus etapas. De un volc¨¢n que ya jam¨¢s erupcionar¨¢, decimos que est¨¢ extinto. De uno que a¨²n nos amenaza, diremos que est¨¢ durmiente. Queda clar¨ªsimo: un volc¨¢n es un ser vivo. Ojal¨¢ alberg¨¢ramos la misma certeza sobre los museos, pobres animales sabios en perenne descuido.
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