Cervantes contra la corrupci¨®n
Los pol¨ªticos que solo aspiran a forrarse tienen el mismo prop¨®sito de cohecho que tanto escandalizaba al Quijote. Los viejos valores que defend¨ªa el caballero andante exigen comportarse con honor y sobreviven en el subconsciente colectivo
En una entrevista reciente, con motivo de la presentaci¨®n de mi libro Cerbantes en la casa de ?boli, a la pregunta acerca de las posibles similitudes entre la pol¨ªtica de entonces y la de ahora respond¨ª precipitadamente que las situaciones son muy distintas y no deber¨ªan hacerse comparaciones. Ciertamente, en la etapa sobre la que versa mi obra todav¨ªa no hab¨ªan surgido algunas de las similitudes a las que enseguida me referir¨¦.
Sin embargo, mi respuesta no me dej¨® tranquilo. Unos d¨ªas despu¨¦s, revisando la obra Utop¨ªa y contrautop¨ªa en el Quijote, de Jos¨¦ Antonio Maravall, ya en el segundo cap¨ªtulo ¡ªtitulado Cr¨ªtica de la situaci¨®n del presente¡ª, como para censurar severamente aquella respuesta m¨ªa, me top¨¦ con tres aseveraciones que mi maestro pon¨ªa como ejemplo de lo que el caballero andante consideraba el mal principal de aquel tiempo. La primera es de Sancho Panza, y dice:
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¡°¡ª¡ tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales¡. Y el d¨ªa de hoy, mi se?or don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado¡± (II-XX).
La segunda la dice la Gitanilla:
¡°¡ªCoheche vuesa merced, se?or tiniente; coheche y tendr¨¢ dineros, y no haga usos nuevos, que morir¨¢ de hambre¡, que de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias y para pretender otros cargos¡±.
Y la tercera es del propio Sancho, al comunicar por carta el 20 de julio de 1614 a su esposa Teresa estar dispuesto a aplicar tales m¨¢ximas en la ¨ªnsula Barataria:
¡ª¡°De aqu¨ª a pocos d¨ªas me partir¨¦ al gobierno, adonde voy con grand¨ªsimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo¡± (II-XXXVI).
Verdaderamente, esto s¨ª guarda grandes similitudes con lo que sucede ahora. Recuerdo ciertas conversaciones entre pol¨ªticos en las que uno dec¨ªa: ¡°Yo estoy en pol¨ªtica para forrarme¡±; y otro: ¡°Tengo que hacerme rico¡, tengo que ganar mucho dinero¡; de lo que te d¨¦, me das la mitad bajo mano¡±. Aunque luego los jueces considerasen que tales fechor¨ªas no ten¨ªan valor forense, a los efectos que aqu¨ª nos interesan eso da igual: manifiestan el mismo prop¨®sito de cohecho y de corrupci¨®n en el Gobierno que animaban a la Gitanilla y al gobernador Sancho Panza, para esc¨¢ndalo del caballero andante. Esa es probablemente una de las razones por la que el Quijote sigue gozando de tantos lectores adictos en nuestro tiempo.
Los valores antiguos no desaparecen. Son absorbidos y sublimados en instituciones
El maestro Maravall asociaba todo aquello con el ascenso de la pol¨ªtica moderna, que signific¨® la aparici¨®n del ej¨¦rcito regular ¡ªfrente a la m¨ªstica de la caballer¨ªa antigua, individual, representada por el Quijote¡ª, de la econom¨ªa monetaria y el poder del dinero, y de la administraci¨®n de los expertos y letrados, a trav¨¦s de la burocracia.
Estas tres novedades vinieron a sustituir al imperativo que impulsaba la acci¨®n de las ¨¦lites dirigentes entre la Edad Media y el Renacimiento, que no era otro que el honor. En las etapas tempranas de la modernidad el ascenso del poder de los monarcas sobre sus antiguos iguales no fue solo cuesti¨®n de pura fuerza. La subordinaci¨®n de los se?ores feudales de la guerra ante la preeminencia de los nuevos monarcas y emperadores se vio acompa?ada por el culto al honor, la lealtad y el compa?erismo fraternal en las ¨®rdenes de caballer¨ªa ¡ªla Orden del Tois¨®n, en el caso de los Habsburgo¡ª. En suma, la nueva aristocracia moderna retom¨® el concepto antiguo de ¡°virtud¡± ¡ªque hab¨ªa movido a los grandes h¨¦roes desde la antig¨¹edad grecorromana¡ª, recuperada en el Renacimiento y ensalzada por Maquiavelo, a quien, seg¨²n mi novela, Cervantes lee en la biblioteca de los ?boli.
Esa es la principal ense?anza que recibi¨® Miguel de su patr¨®n, Ruy G¨®mez da Silva, pr¨ªncipe de ?boli, a quien se lo hab¨ªan transmitido sus mayores en la casa de los T¨¦llez de Meneses ¡ªconquistadores de Ceuta¡ª, la emperatriz Isabel de Portugal y el emperador Carlos de Gante. Ellos le dieron el trato exquisito que hizo de Ruy G¨®mez el m¨¢s afamado cortesano de su tiempo y el pr¨ªncipe del Renacimiento por antonomasia en Espa?a.
El honor implica legitimidad, otorgada de coraz¨®n a los gobernantes por quienes se someten a su autoridad secular. No basta con el poder de la fuerza militar, ni del dinero, ni de la autoridad burocr¨¢tica y judicial (ni siquiera constitucional, dir¨ªamos ahora). En ese culto fue educado Cervantes dentro de la casa de ?boli, antes de que Felipe II terminase con lo que significaba la Orden del Tois¨®n, asesinando a Egmont. Y parece que Miguel lo observ¨® hasta su muerte. Poco antes, el Quijote se hab¨ªa declarado vencido ante el empuje de las fuerzas que menospreciaban el honor, retir¨¢ndose a morir cuerdo como Alonso Quijano, El Bueno, aunque hubiera vivido loco como don Quijote, ebrio del honor y los ideales ut¨®picos de la caballer¨ªa antigua, preso de una locura que nos recuerda el elogio de Erasmo de Rotterdam.
El individuo asocial trata de aprovechar para su inter¨¦s exclusivo el esfuerzo de todos
Mucha gente piensa que al cambiar las edades sus valores quedan barridos para siempre, pero no es as¨ª. Los valores antiguos no desaparecen. Son absorbidos y sublimados en instituciones. Hegel lo denomin¨® ¡°aufhebung¡± y subyace al ¡°esp¨ªritu del tiempo nuevo¡± de Ortega.
Herbert Spencer consider¨® a los grandes ceremoniales de la Edad Media y el Renacimiento como el origen de las instituciones modernas. Para Norbert El¨ªas la ¡°sociedad cortesana¡± de los siglos XVII y XVIII ¡ªprecedente de la ¡°sociedad burguesa¡±¡ª constituye el laboratorio en que ciertas formas de coerci¨®n imprescindibles para la convivencia social son asumidas por el individuo socializado. M¨¢s tarde esta autolimitaci¨®n o subordinaci¨®n voluntaria de la pasi¨®n individual a las reglas m¨ªnimas de respeto a la colectividad pasaron a formar parte del sentido com¨²n, que fue para los ilustrados ingleses la argamasa de las sociedades modernas avanzadas, imprescindible para que la mano invisible permita cohonestar el inter¨¦s individual con el bienestar colectivo.
La corrupci¨®n es una forma de conducta desviada por la que el individuo asocial trata de aprovechar para su inter¨¦s exclusivo el esfuerzo de todos, comport¨¢ndose como un gorr¨®n, en la esperanza de pasar inadvertido, ya que la mayor¨ªa no lo hace y conf¨ªa en los dem¨¢s. Su cinismo se aprovecha de los valores de nuestra ¨¦poca, laica y utilitaria, para ¡°forrarse y hacerse rico¡±, pero sin respetar aquellas reglas m¨ªnimas. Lo que sucede es que los viejos valores, que exigen comportarse con honor, sobreviven en el subconsciente colectivo y parecen estar reaflorando cuatro siglos despu¨¦s con impulso quijotesco en nuestra vida colectiva.
?lvaro Espina es soci¨®logo.
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