Ni tubos de escape ni monarqu¨ªas medievales
El coche privado del futuro ser¨¢ el¨¦ctrico o h¨ªbrido y, sobre todo, compartido
Cabe preguntarse c¨®mo ser¨¢n las ciudades del pr¨®ximo futuro. La revoluci¨®n del autom¨®vil que tanta libertad de movimientos nos brind¨® ha terminado con el tiempo en convertir nuestras urbes en grandes aparcaderos de coches roturadas por autopistas humeantes que apenas dejan espacio al ciudadano. ¡°Toda planificaci¨®n urbana es para los coches; la gente no importa¡±, declaraba recientemente Carlos Dora, coordinador de Salud P¨²blica y Medio Ambiente de la OMS. La revoluci¨®n del autom¨®vil se ha vuelto contra nosotros mismos si tenemos en cuenta que pronto hasta el 70% de la gente vivir¨¢ en la ciudad.
Pero ya hemos iniciado la contrarrevoluci¨®n. El important¨ªsimo fondo soberano noruego ya no invierte en empresas que explotan combustibles f¨®siles. Ahora, el pa¨ªs, productor de petr¨®leo, quiere terminar con la venta de autom¨®viles de di¨¦sel o gasolina en 2025. El ministro de Ecolog¨ªa de Francia, Nicol¨¢s Hulot, ha anunciado que tampoco en Francia se vender¨¢n esos veh¨ªculos a partir de 2040. Volvo, la antigua firma sueca hoy de propiedad china, ha asegurado que en 2019 dejar¨¢ de fabricar coches solo con motor de combusti¨®n. Hoy circulan en el mundo unos dos millones de veh¨ªculos el¨¦ctricos. En 2040 ser¨¢n 600 millones.
Pero esta nueva revoluci¨®n no se va a conformar con cambiarle los humos a los coches. Con gran esfuerzo, no hay ciudad moderna que se precie que no abra nuevos carriles bici y que no cierre al tr¨¢fico una calle tras otra, adem¨¢s de prohibir viejos y contaminantes motores. Ahora que tenemos asfaltado el planeta nos damos cuenta de que el trabajo que nos aguarda es volver atr¨¢s y desalojar un tanto a estos fant¨¢sticos ingenios t¨¦cnicos de nuestras vidas; hacer un poco de espacio para la bici, para las zonas verdes y la convivencia en general al aire libre. No es una moda. Es una imperiosa necesidad de recuperar el aire limpio. El sucio produce enfermedades graves, millones de muertes prematuras y un cambio clim¨¢tico que amenaza con acabar con el planeta tal como lo conocemos.
La industria, gran empleadora de mano de obra, ya se est¨¢ reconvirtiendo. El coche privado del futuro ser¨¢ el¨¦ctrico o h¨ªbrido y, sobre todo, compartido. El porvenir de las ciudades pasa por tupidas redes de transporte colectivo limpio que ayuden a liberar las calles de tanto autom¨®vil recuperando la dimensi¨®n humana de la ciudad, m¨¢s acorde con nuestros nuevos est¨¢ndares de vida saludable.
Ese futuro no est¨¢ tan lejano. Y sus primeros efectos ya son palpables incluso a nivel geoestrat¨¦gico. ?Acaso el bajo precio del petr¨®leo no est¨¢ relacionado con la reducci¨®n de la demanda y las pobres expectativas de consumo dada la nueva cultura y la mayor eficiencia de los motores de combusti¨®n? Imagine por un momento la ciudad del futuro: m¨¢s limpia, m¨¢s espaciosa, m¨¢s verde, m¨¢s silenciosa y sin tubos de escape. E imagine tambi¨¦n a esos pa¨ªses que nadan en la abundancia por el monocultivo del petr¨®leo y que casualmente albergan monarqu¨ªas de corte medieval o Gobiernos de tendencia tir¨¢nica. Imagine su transformaci¨®n. Quiz¨¢ sea para bien.
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