El oc¨¦ano, un factor clave para la sostenibilidad
En Espa?a no existe una estrategia marina, sino una agenda muy amplia y extraordinariamente fraccionada
Hace unas semanas, bajo la presidencia de Suecia y Fiji, se celebr¨® en Nueva York la primera Conferencia de Naciones Unidas Nuestro oc¨¦ano, nuestro futuro, dedicada al Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 ("conservar y utilizar de manera sostenible los oc¨¦anos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible"). La cita ha marcado un hito en la implementaci¨®n de la Agenda 2030, subrayando la estrecha relaci¨®n entre mar y tierra, la dependencia que existe entre los dos espacios para la buena salud de nuestros ecosistemas y la posibilidad real de un desarrollo sostenible beneficioso para las personas.
No ha sido f¨¢cil ganar ese reconocimiento: mar y tierra han sido tratados como realidades tangentes, a pesar de los inmensos beneficios que a lo largo de la historia el oc¨¦ano nos ha reportado. Hemos concentrado buena parte de nuestras ciudades y asentamientos en la costa, nos hemos nutrido de la pesca, hemos viajado y desarrollado el comercio y el encuentro entre cultura distintas atravesando el oc¨¦ano, los climas m¨¢s duros se atemperan con su proximidad¡ Y la ciencia nos ense?a c¨®mo el mar ejerce una labor de termostato de nuestro clima y nos ofrece generosamente las riquezas de la maravillosa ¨Cy no siempre bien conocida¨C vida que alberga.
"Nacemos, vivimos, sufrimos, amamos y morimos en tierra... y nos entierran", dice Julian Reyna, de la Comisi¨®n Permanente del Pac¨ªfico Sur para explicar los motivos por los que cuesta tanto entender por qu¨¦ es importante tomarse en serio la salud del oc¨¦ano. El problema es que estamos llegando a un punto cr¨ªtico en su conservaci¨®n. El cambio clim¨¢tico y el deshielo masivo de los polos est¨¢n detr¨¢s de una vertiginosa acidificaci¨®n que puede llevar a la extinci¨®n de los arrecifes de coral; pl¨¢stico, residuos y fertilizantes alteran el buen estado de salud del agua y las especies que lo habitan, a menudo terminando por introducirse en la cadena tr¨®fica en forma de micropl¨¢sticos, metales pesados, etc¨¦tera. Cambio clim¨¢tico, de nuevo, amenazando el litoral y las zonas bajas, con frecuencia densamente pobladas¡ Consecuencias en cascada que alteran en primer lugar las condiciones f¨ªsicas y qu¨ªmicas del oc¨¦ano, para contagiar a los ecosistemas y acabar convirti¨¦ndose en efectos perversos para la realidad social y econ¨®mica en la que vive el hombre.
Por todo ello, hay que celebrar el entusiasmo con el que, por primera vez, la comunidad internacional parece reaccionar frente a la pesca ilegal y la sobrepesca, la explotaci¨®n no controlada de recursos mineros y fondos marinos. En poco tiempo, los gobiernos han subrayado su voluntad de proteger la biodiversidad marina m¨¢s all¨¢ de las aguas jurisdiccionales, y de actuar en tierra y en mar frente al vertedero en el que lo hemos convertido y asumen y se comprometen a actuar para proteger entornos y personas extraordinariamente vulnerables por su elevada dependencia del buen estado marino y el litoral.
No siempre hemos estado a la altura ni en nuestras contribuciones a los esfuerzos internacionales a escala regional o global ni en la protecci¨®n dom¨¦stica de nuestro territorio y aguas jurisdiccionales
Una agenda muy amplia y extraordinariamente fraccionada. Es una constante de la que tampoco escapa nuestro pa¨ªs. No hay una estrategia marina, una visi¨®n de conjunto sobre todos estos aspectos, aun cuando haya habido ya algunos intentos.
No siempre hemos estado a la altura ni en nuestras contribuciones a los esfuerzos internacionales a escala regional o global ni en la protecci¨®n dom¨¦stica de nuestro territorio y aguas jurisdiccionales: baste ver nuestra l¨ªnea de costa o el lento arrancar de las figuras de protecci¨®n marina.
Sin embargo, cabe observar con esperanza un cambio importante en las demandas sociales y la voluntad institucional¡ Se trata de una agenda compleja, con claroscuros. Pensemos en algunos de los desaf¨ªos, muchos de los cuales todav¨ªa encuentran escaso eco en el debate p¨²blico. Por ejemplo, se observan avances en la eliminaci¨®n de la pesca ilegal y la sobrepesca, combinados con una mayor atenci¨®n a las condiciones laborales y derechos sociales; o en el incremento de las ¨¢reas protegidas y la demanda creciente de prohibici¨®n total de nuevas exploraciones de hidrocarburos off shore y regulaci¨®n de actividades industriales en alta mar. Desesperante es constatar lo que queda por hacer en la respuesta que requieren los vectores de contaminaci¨®n desde tierra o la correcta aplicaci¨®n de la directiva marco de agua. Hemos mejorado en conocimiento de la vulnerabilidad del litoral, pero poco se ha hecho para afrontarla. Y poco o nada se ha iniciado la reflexi¨®n sobre necesidades reales y vulnerabilidad de las infraestructuras costeras ¨Cincluida una inmensa capacidad portuaria, cuya demanda de uso deber¨ªa evolucionar a la baja conforme cae el consumo de combustibles f¨®siles¨C. Un ¨²ltimo y llamativos la sorprendente fiebre por los grandes cruceros sobre los que, claramente, hay un inmenso margen de mejora.
Algunas de estas cuestiones deber¨¢n ser tratadas en contexto regional: nada mejor que la gobernanza regional del oc¨¦ano para favorecer la coherencia y la visi¨®n de conjunto. Muchas otras reclaman a gritos mayor atenci¨®n, mayor conexi¨®n, m¨¢s solidez en los debates¡ simplemente, formar parte de la agenda p¨²blica aspirando a obtener respuestas dom¨¦sticas a la altura de lo que nos jugamos.
La agenda es inmensa. Y en la Red Espa?ola de Desarrollo Sostenible y la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe Alberto queremos dedicarle el espacio que se merece, favorecer el di¨¢logo y la acci¨®n de los distintos actores que trabajan sobre estas cuestiones, el conocimiento y la reflexi¨®n, la propuesta de soluciones y las agendas orientadas a la acci¨®n.
Teresa Ribera, presidenta del Consejo Asesor de la Red Espa?ola para el Desarrollo Sostenible (REDS), y Carol Portabella, presidenta de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe Alberto II de M¨®naco en Espa?a.
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