Un jard¨ªn en el armario
NOS GUSTAN TANTO las flores que no dudamos en meternos en un jard¨ªn. Nos ayudan desinteresadamente a habitar el para¨ªso terrenal de nuestros sue?os, donde satisfacer nuestras ansias de belleza y armon¨ªa. Por ello, a la menor ocasi¨®n, las flores crecen en tiestos, prendas, textiles del hogar, cuadros, papeles pintados, bolsos, collares, vajillas, murales, ropa interior, brazaletes, jarrones, fragancias y salvapantallas.
Los estampados florales se originaron en el continente asi¨¢tico, donde las flores ten¨ªan gran transcendencia cultural. Los exquisitos dibujos de Jap¨®n, ?China e India transmiten la gentileza del alma cultivada: peon¨ªas, crisantemos, flores de loto, claveles, paisley, chintz...
En la Europa medieval y renacentista, estas telas importadas eran un codiciado objeto de lujo, pues, adem¨¢s del placer que proporcionaba su uso, constitu¨ªan tambi¨¦n un s¨ªmbolo de estatus social. Las t¨¦cnicas de estampado europeas se perfeccionaron hasta lograr imitar los dise?os asi¨¢ticos originales y desarrollar nuevos estilos, como el c¨¦lebre Liberty ¡ªicono de los grandes almacenes londinenses creados por Arthur Lasenby Liberty a finales del siglo XIX¡ª, cuyas microflores eran visibles en ambos lados de la tela, permitiendo as¨ª lucirlas del derecho o del rev¨¦s.
pulsa en la fotoVestido con escote coraz¨®n y amplia falda de vuelo realizado en punto de seda de Michael Kors Collection, sandalias de cuero y rafia con tacones plateados de Dolce & Gabbana, brazalete ancho y dorado de Sita Nevado y anillo dorado de Market Place New York. La modelo lleva labial Volupt¨¦ Tint-in-Oil n? 5 y sombra de ojos Couture Palette n? 3, de YSL. En el pelo, fijador efecto brillo Extreme Splash, de L¡¯Or¨¦al Professionnel.Fred Dufour
El simbolismo de las flores ha variado a lo largo de los siglos. A pesar de que algunas corrientes de opini¨®n las identifiquen con una feminidad c¨¢ndida, tierna y predecible, estas han sido s¨ªmbolo de rebeld¨ªa en diversos periodos. Los prerrafaelitas y los decadentes de finales del siglo XIX recurrieron a ellas para reaccionar en contra del puritanismo gris, anclado en la austeridad y el trabajo. Estas corrientes art¨ªsticas se atrevieron a desde?ar la dicotom¨ªa que enfrentaba lo corporal y lo moral, lo est¨¦tico y lo ¨¦tico, y sufrieron las consecuencias. El humor gr¨¢fico de la ¨¦poca ridiculiz¨® a Oscar Wilde cuestionando su masculinidad y retrat¨¢ndolo como un contemplativo que perd¨ªa el tiempo oliendo flores y observando girasoles. Lamentablemente, como el propio Wilde averigu¨®, ¡°a menudo, la sociedad perdona al criminal; al so?ador, nunca¡±.
D¨¦cadas m¨¢s tarde, en terreno abonado por la guerra de Vietnam, brot¨® una florida revoluci¨®n de so?adores: el movimiento hippy. El flower power dio ricos frutos, como la revoluci¨®n sexual o el ecologismo, adem¨¢s de la imagen ic¨®nica de un joven enfrent¨¢ndose con una margarita al ca?¨®n del fusil que le apunta en una protesta pacifista ante el Pent¨¢gono.
Frente a la guerra, flores; ante la crisis, estampados. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero queremos seguir viviendo. El mal no siempre viene por un bien mayor, pero para contrarrestar el optimismo panglosiano de algunas consignas pol¨ªticas (como hacer de la crisis una oportunidad), bien vale un inocente ramo que nos recuerde la posibilidad del ed¨¦n.
Voltaire finaliz¨® su novela c¨®mica Candide recomendando cultivar nuestro jard¨ªn. El jard¨ªn es una met¨¢fora del alma, pero tambi¨¦n de la cultura ¡ªmaterial e inmaterial¡ª como alimento espiritual. Para mejorar la sociedad necesitamos cultivar nuestra flor interior. Atr¨¦vanse.
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