Encierros
?Qu¨¦ es el resto del a?o, comparado con los sanfermines?
Sin dudar, l¨ªbreme Dios, que la Fiesta del Orgullo ha sido la m¨¢s alta y populosa ocasi¨®n que vieron los siglos, hay que reconocer que los sanfermines tampoco han estado mal. Y tienen a su favor, adem¨¢s, que el a?o que viene se har¨¢n otra vez en Pamplona en vez de trasladarse a Nueva York. Para m¨ª, que ya no puedo meterme en mayores trotes, los sanfermines son los encierros... vistos en televisi¨®n. Cada ma?ana a las ocho menos cuarto cojo mi pa?uelico rojo (a veces me conformo con una servilleta), enrollo un peri¨®dico (el Abc es el que m¨¢s se presta) y me instalo frente a la pantalla. Si noto las punzadas de la artrosis en piernas y brazos, mejor que mejor: le ponen su punto de dramatismo virtual a la aventura que voy a correr por personas interpuestas. Y luego los tres c¨¢nticos a san Ferm¨ªn, los tensos momentos de la espera en la que mocetones de brazos tatuados y chicas sin miedo ni grasa rezan como seguro que no lo hacen el resto del a?o (pero... ?qu¨¦ es el resto del a?o, comparado con los sanfermines?). Es dif¨ªcil no enamorarse de ellos y ellas en ese p¨®rtico del peligro con gozo. Estalla el chupinazo, se abren los portones, suenan las esquilas como las campanas medievales tocaban a rebato para avisar la llegada del enemigo y salen los morlacos con su galope enga?osamente pesado, ominoso. Se inician las carreras, los quiebros, tropezones y ca¨ªdas, regates audaces, cornadas al paso, el riesgo feliz de los que a¨²n no temen estar vivos. Qui¨¦n pudiera, ay, qui¨¦n pudiera...
A m¨ª me gustar¨ªa que en los encierros los toros fuesen saliendo de uno en uno o todo lo m¨¢s de dos en dos, para poder verlos con mejor detalle. Esos toros espl¨¦ndidos a los que dicen que tanto hacemos padecer... En el resto de Europa gozan de mejor trato, porque desaparecieron hace siglos.
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