Disgregaci¨®n y hegemon¨ªa
Pese a la movilizaci¨®n, la cohesi¨®n democr¨¢tica frente al terror se quebr¨® muy pronto hace 20 a?os
El argumento esgrimido por la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para rechazar la colocaci¨®n de una pancarta en homenaje a Miguel ?ngel Blanco, ¡°no destacar a una v¨ªctima sobre las dem¨¢s¡±, es muy d¨¦bil. De aplicar la misma regla, hubieran debido ser rechazados los homenajes, y no digamos la escultura de Genov¨¦s, a los abogados laboralistas asesinados en su despacho de la calle Atocha. Eran un peque?o grupo de hombres, identificables, y homenajearles hubiese equivalido a menospreciar a las dem¨¢s v¨ªctimas del terrorismo franquista. Incluso ya entonces una interpretaci¨®n perversa pudo decir que conferirles un protagonismo era tanto como impulsar una imagen positiva del comunismo, del mismo modo que ahora los inefables truchimanes de Podemos denuncian una maniobra de imagen del PP. Lamentable.
El asesinato de Miguel ?ngel Blanco represent¨® en la historia de ETA, y en la historia de la valoraci¨®n social de ETA, un acontecimiento comparable al del asesinato de los laboralistas: vino a suponer la revelaci¨®n de lo que en realidad era la banda, un grupo criminal cuyo grado de deshumanizaci¨®n anulaba todas las pretensiones de aparecer como luchadores rom¨¢nticos en defensa de una naci¨®n oprimida. Y la sociedad espa?ola respondi¨® con un estallido de conciencia c¨ªvica que, como nunca, estuvo a punto de movilizar a todos los ciudadanos, vascos incluidos, contra el terror. Los dem¨®cratas entonces supieron percibirlo; Manuela Carmena no ha sabido hacerlo. Fundir a Miguel ?ngel Blanco con un fondo general de v¨ªctimas, y como salida de emergencia, es un error. M¨¢s a¨²n si no se especifica que son las v¨ªctimas de ETA.
En el escenario pol¨ªtico espa?ol, hay personajes siempre fieles a s¨ª mismos. As¨ª Podemos, que tanto en el tema Miguel ?ngel Blanco como ante el presidente venezolano Nicol¨¢s Maduro rompe siempre la unidad democr¨¢tica, asoci¨¢ndose a Bildu. Autodefinici¨®n para quien quiera entenderlo.
Claro que tambi¨¦n esa cohesi¨®n democr¨¢tica frente al terror quebr¨® muy pronto hace 20 a?os, ignorando la movilizaci¨®n social. El PP trat¨® de capitalizar el tr¨¢gico episodio y arruin¨® la imagen unitaria con el abucheo a Raimon. Izquierda Unida se escap¨® de inmediato y el PNV de Arzalluz, Anasagasti y Erkoreka puso r¨¢pidamente proa hacia el Pacto de Lizarra con los responsables pol¨ªticos del crimen.
Era cuesti¨®n de mantener como fuera la hegemon¨ªa en Euskadi. El independentismo la est¨¢ logrando ahora en Catalu?a, con el apoyo de unas redes sociales en constante movilizaci¨®n. La vuelta al orden de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, es la mejor prueba de ello y el PSC parece aceptarlo. Un panorama de totalitarismo horizontal que nada tiene que ver con las reiteradas proclamas de democracia de Carles Puigdemont, y que desde sus inicios en 2012 el Gobierno de Mariano Rajoy ignor¨® con displicencia. Es la ley contra las masas, no los ciudadanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.