El tiempo de la furia
Isaiah Berlin caracteriz¨® el nacionalismo como el resultado de una humillaci¨®n, igual que una rama flexible que, doblada con violencia, cuando se suelta golpea con sa?a. Es tarde para preguntarse a qui¨¦n va a golpear en Catalu?a la rama de Berlin
Es raro que, hasta donde alcanzo, nadie apele a Isaiah Berlin para tratar de entender lo que ocurre de un tiempo a esta parte en Catalu?a, porque el pensador ruso razon¨® con gran lucidez sobre el nacionalismo y su visi¨®n de este vale en gran parte para nosotros. Seg¨²n Berlin, el nacionalismo es antes que nada una respuesta a la actitud de menosprecio hacia los valores tradicionales de una sociedad, el resultado de un orgullo herido y de un sentimiento de humillaci¨®n en sus miembros socialmente m¨¢s conscientes, que llegado el momento produce rabia y autoafirmaci¨®n.
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Esta herida infligida en el sentimiento colectivo de una sociedad no es una condici¨®n suficiente para el surgimiento del nacionalismo (adem¨¢s, esa sociedad debe contar con un grupo de personas que buscan un foco para la lealtad o la autoidentificaci¨®n, o una base para su poder y, al menos en la cabeza de sus miembros m¨¢s sensibles, con una imagen de s¨ª misma como naci¨®n sustentada en alg¨²n factor de unificaci¨®n general, como una lengua o una historia com¨²n, real o inventada); no es pues una condici¨®n suficiente, esa herida colectiva, pero s¨ª necesaria, o al menos lo ha sido hist¨®ricamente. Berlin aduce a menudo el ejemplo del primer nacionalismo, el alem¨¢n, que germin¨® en el siglo XVII con una defensa de la cultura germ¨¢nica frente a la prepotencia francesa y acab¨® con una explosi¨®n de chovinismo agresivo durante y despu¨¦s de la invasi¨®n napole¨®nica; salvadas las muchas distancias, algo semejante ha ocurrido en Catalu?a en los ¨²ltimos a?os. Berlin afirma que un sentimiento nacional herido es como una rama flexible, doblada con tanta violencia que, cuando se suelta, golpea con furia. Aunque el nacionalismo catal¨¢n casi nunca ha sido violento, en Catalu?a estamos ahora mismo en el tiempo de la furia.
Es evidente que el franquismo infligi¨® una herida colectiva en el sentimiento nacional catal¨¢n, no atenuada por el hecho asimismo evidente de que muchos catalanes fueron franquistas ni por el de que no solo los catalanes fueron heridos: el franquismo hiri¨® (o mat¨®) a media Espa?a. La herida catalana, sin embargo, es innegable: la lengua catalana fue perseguida, la cultura catalana fue humillada y ninguneada, las instituciones catalanas fueron abolidas. En suma: el franquismo, una hipertrofia monstruosa del nacionalismo espa?ol, quiso acabar con el nacionalismo catal¨¢n. Pero desde los a?os cincuenta del siglo pasado algunos catalanes heridos empezaron a construir contra el franquismo un discurso sobre el orgullo de ser catal¨¢n, sobre la dignidad de Catalu?a, de su lengua, su cultura y sus instituciones, y tras el franquismo consiguieron no solo convertirlo en hegem¨®nico sino tambi¨¦n llevarlo al poder de la Generalitat, la instituci¨®n que desde 1980 gobierna la ampl¨ªsima autonom¨ªa catalana instaurada por la democracia y que permiti¨®, entre otras muchas cosas, la dignificaci¨®n de la lengua y la cultura catalanas.
Soberbia, o matonismo, es decidir que nosotros los catalanes vamos a decidir por todos los espa?oles
Fue una batalla dura, noble y leg¨ªtima, en gran parte encabezada por el hombre m¨¢s vilipendiado de Catalu?a desde que en 2014 declar¨®, muy probablemente para proteger a sus hijos de la actuaci¨®n de la justicia, que desde hac¨ªa d¨¦cadas pose¨ªa una fortuna en el extranjero: hablo de Jordi Pujol, presidente de la Generalitat desde 1980 hasta 2003 y sin duda el pol¨ªtico catal¨¢n m¨¢s relevante del siglo XX.
Durante sus m¨¢s de dos d¨¦cadas de poder incontestado, Pujol contribuy¨® decisivamente a devolver el orgullo a los catalanes; el problema es que, en manos de sus hijos (los carnales y los pol¨ªticos), ese orgullo se ha trocado en soberbia, cuando no en matonismo. La manifestaci¨®n m¨¢s clara de esa soberbia es el llamado ¡°derecho a decidir¡±, una aberraci¨®n ling¨¹¨ªstica (el verbo ¡°decidir¡± es transitivo; no se puede decidir en abstracto: hay que decidir ¡°algo¡±) y por tanto una aberraci¨®n pol¨ªtica y moral, un derecho inexistente que ha sido erigido sin embargo en mantra por el independentismo catal¨¢n y que viene a significar que, as¨ª como durante el franquismo los catalanes no pudimos decidir absolutamente nada, ahora lo vamos a decidir absolutamente todo, incluido lo que ata?e a todos los espa?oles.
Porque el refer¨¦ndum ilegal convocado a la brava por la Generalitat para el 1 de octubre pr¨®ximo no pretende decidir el futuro de Catalu?a ¡ªcosa que por fortuna llevamos haciendo los catalanes desde el inicio de la democracia, en elecciones municipales, auton¨®micas, estatales y europeas¡ª, sino el futuro de Espa?a entera, cosa que obviamente deber¨ªamos decidir todos los espa?oles, y no solo los catalanes.
El franquismo infligi¨® una herida colectiva en el sentimiento nacional catal¨¢n
Soberbia, o matonismo, es decidir que nosotros, los catalanes, vamos a decidir por todos los espa?oles, o de lo contrario violamos o intentamos violar las reglas que nos hemos dado entre todos. Soberbia, o matonismo, es pretender negociar con el Gobierno espa?ol una salida a la presente situaci¨®n sobre la base de un lema acu?ado por el actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que dice as¨ª: ¡°O refer¨¦ndum o refer¨¦ndum¡±; o sea: ¡°O lo que yo quiero o lo que yo quiero¡±. Y puro y simple matonismo es decir, como ha dicho el presidente Puigdemont ante una asamblea de alcaldes independentistas, no s¨¦ si dirigi¨¦ndose a los no independentistas, al Gobierno de Madrid o al resto de Espa?a: ¡°Damos miedo, y m¨¢s que daremos¡±.
Es la rama flexible de Berlin, que, tras ser doblada, vuelve a golpear con furia. No cabe duda de que, desde que en el verano de 2012 se dispar¨® el independentismo hasta entonces minoritario en Catalu?a al calor de los efectos demoledores de la crisis y su brusca crecida se convirti¨® en la primera manifestaci¨®n del populismo en Espa?a, el Gobierno espa?ol ha podido hacer much¨ªsimo m¨¢s de lo que ha hecho para encauzar el descontento (un descontento importante, desde luego: el independentismo obtuvo el 47% de los votos escrutados en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas, m¨¢s que suficiente para gobernar el Parlamento catal¨¢n pero del todo insuficiente para emprender una aventura tan incierta como la de la independencia).
El problema radica en que a estas alturas, con la Generalitat lanzada a toda m¨¢quina contra el muro de la legalidad democr¨¢tica, empezando por la propia legalidad catalana, es demasiado tarde para preguntarse a qui¨¦n va a golpear en Catalu?a la rama de Berlin, porque de uno u otro modo ya nos ha golpeado a todos; en realidad, mucho me temo que a estas alturas lo ¨²nico que podemos preguntarnos es c¨®mo minimizar los da?os. Menudo desastre.
Javier Cercas es escritor.
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