Urge rectificar
La depuraci¨®n en la Generalitat revela el giro autoritario del independentismo
A medida que avanza y se profundiza, la remodelaci¨®n del Gobierno catal¨¢n se confirma como una depuraci¨®n en toda regla. Como una purga de los dirigentes m¨¢s apegados a la legalidad democr¨¢tica y que, con raz¨®n, m¨¢s dudas albergaban sobre el imposible buen fin de un objetivo tan descabellado como el de ir a una secesi¨®n unilateral, in¨¦dita en el mundo democr¨¢tico, mediante un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n ilegal sin garant¨ªas.
La sustituci¨®n de un prudente consejero de Interior, Jordi Jan¨¦, por un radical como es Joaquim Forn ha logrado ser empeorada en el siguiente escal¨®n, la direcci¨®n de los Mossos d'Esquadra, la polic¨ªa auton¨®mica. Al acreditado defensor de la legalidad democr¨¢tica Albert Batlle le ha reemplazado Pere Soler, cuyas manifestaciones p¨²blicas anteriores a la asunci¨®n del cargo ¡ª¡°espero que nos vayamos ya [de Espa?a], porque me dais pena todos los espa?oles¡±¡ª revelan un nivel de autoritarismo y xenofobia inconcebible en quien dirigir¨¢ el cuerpo policial que garantiza los derechos y libertades de todos los catalanes.
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Que el president Puigdemont no tenga pudor en alentar un cambio de tal calibre en la direcci¨®n de los Mossos deja bien claras sus intenciones. No se pretende mayor coherencia, ni la adhesi¨®n a un proyecto: se buscan conjurados para incumplir la ley, poner las instituciones de todos al servicio de unos y romper la convivencia. Es claro que Forn y Soler no aterrizan en el Govern para aportar m¨¢s seguridad a las calles y garantizar los derechos de los ciudadanos. Sino para lo contrario. No llegan para dirigir a los Mossos, sino para forzar que, llegado el caso, incumplan su vocaci¨®n de hacer respetar la vigente legalidad democr¨¢tica, reiterada por sus representantes sindicales. No acuden a aliviar conflictos, sino a multiplicarlos; no a suturar fisuras, sino a agrandarlas. Para muchos ciudadanos de Catalu?a no constituyen una garant¨ªa, sino un peligro.
Tambi¨¦n el nuevo consejero de la Presidencia, Jordi Turull, suma al fanatismo ideol¨®gico la imprudencia. Se estren¨® ayer como portavoz fi¨¢ndose al secretismo en la compra de urnas para el controvertido refer¨¦ndum.
A medida que este Gobierno se radicaliza, se mustian sus pretendidos valores: del barniz democratista de votar, a las coacciones a los que se opongan a colaborar; del derecho a decidir de los ciudadanos, a las decisiones ilegales adoptadas por sanedrines carentes de responsabilidad; de la transparencia, al oscurantismo.
Lo peor de este viaje al conflicto es su sentido autoritario. En el que va quedando cada d¨ªa m¨¢s claro que la apelaci¨®n al di¨¢logo (ojal¨¢ que hubiera sido impulsado por el Gobierno central) resulta decorativa. Todos los pasos del proc¨¦s son ya mon¨®logos: con las instituciones europeas, con los parlamentarios de la oposici¨®n, con la mitad de la ciudadan¨ªa, con los propios dirigentes nacionalistas m¨¢s sensatos.
Esta estrategia conducir¨¢ inevitablemente al desastre a la Generalitat; a la divisi¨®n de la sociedad catalana; a la tensi¨®n del conjunto de los espa?oles; al deterioro de la recuperaci¨®n econ¨®mica. Urge rectificar: por ah¨ª, no, pues del radicalismo que se sit¨²a al margen de la ley y viola los derechos de los catalanes nunca nada bueno se alcanzar¨¢.
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