Letizia, la reina perfecta
Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla como la heredera de una milenaria dinast¨ªa
Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla no ya como una reina, sino como la heredera de una milenaria dinast¨ªa. Delgada, hier¨¢tica, de tez albina. Y como escrib¨ªa Valle Incl¨¢n en Sonata de Est¨ªo,consciente del desd¨¦n patricio de los criollos.
No se refer¨ªa a ella, obviamente, pero el pasaje ilustra la disciplina mental y corporal con que Letizia ha conseguido que el consorte parezca el rey titular. Ocurre con Rania en el reino de Jordania, pero no puede decirse que Abdal¨¢?II, a diferencia de Felipe?VI, parezca precisamente un monarca esbelto ni distinguido.
Por eso tiene m¨¢s m¨¦rito la metamorfosis de Letizia. Ninguna reina de Europa eleva la barbilla mejor que ella. Ninguna plebeya se habr¨ªa sofisticado tanto para lucirse ingr¨¢vida, a c¨¢mara lenta, en la gran alfombra roja de Londres. Que era una pasarela.
No podr¨ªa sospecharse que fue becaria en el peri¨®dico La Nueva Espa?a ni podr¨ªa reconocerse el menor atisbo de su antiguo vasallaje, pero semejante bagaje patrimonial y biogr¨¢fico representa una ventaja para la reina: viene del otro lado, conoce el otro lado.
Y, por id¨¦nticos motivos, sabe lo que esperamos los espa?oles y los espectadores. Es decir, la abdicaci¨®n de cualquier liturgia opulenta ¡ªun buen ejemplo fue la comuni¨®n colegial de Leonor¡ª y una telegenia profesional que Letizia estimula para mirar a la c¨¢mara como si la sedujera y robar el plano con sus guantes blancos.
Imaginamos que debe frustrarle el silencio y el papel gregario que delimitan su cargo, sus funciones, pero Letizia ha logrado sofisticar su imagen et¨¦rea para romper en a?icos el florero y ocupar en solitario la portada del Times. Es la meta reina. Su presencia da que hablar como un remedio al mutismo protocolario y como una reivindicaci¨®n. Le ocurr¨ªa a Jackie Kennedy con el presidente. Y le ocurri¨® a Victoria Beckahm con Beck hasta que decidi¨® ella quedarse con el cetro.
Lo hemos comprobado en Londres con ocasi¨®n de la visita de Estado a Reino Unido. Necesita Letizia un vestuario enciclop¨¦dico, una vitalidad esc¨¦nica, teatral, casi como una r¨¦plica a la imagen inmutable de la reina Sof¨ªa. Por eso cambia de aspecto y de peinado. A Letizia no habr¨ªa forma de fijarla en un sello ni de acu?arla en una moneda. Y esa personalidad, y esa tenacidad, no s¨¦ si hacen de ella una mujer feliz, pero s¨ª la convierten en una reina perfecta.
La prensa brit¨¢nica la ha tratado como tal. Le ha reconocido el m¨¦rito de haber superado el desaf¨ªo que supon¨ªa contrastarse y reconocerse delante de la reina de todas las reinas. Que es Isabel?II y que ocupa un pelda?o superior porque presume de su noci¨®n metaf¨ªsica y porque ha demostrado que la mejor manera de estar cerca del pueblo es alejarse de ¨¦l con el boato, la liturgia, la dimensi¨®n sagrada.
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