Las ni?as que Freetown olvid¨®
Las menores prostituidas en la capital de Sierra Leona sufren los efectos colaterales del desembarco econ¨®mico chino, el abandono de las autoridades y la exposici¨®n a enfermedades de transmisi¨®n sexual
Habba Stevens vive en Mabella, un barrio deprimido y cercano a la costa de Freetown, la capital de Sierra Leona. Su hogar, y el de sus 12 compa?eras, es un peque?o cobertizo de barro y hojalata de seis metros cuadrados donde se pasean las cucarachas y las ratas como si fuera un ap¨¦ndice m¨¢s de los maltrechos desag¨¹es de la zona. Ninguna tiene m¨¢s de 17 a?os y todas son prostitutas, igual que otras 750 menores de esta ciudad, seg¨²n los datos recabados por la organizaci¨®n cat¨®lica Don Bosco. ¡°Yo voy al colegio por las ma?anas. Esta es la ¨²nica manera que tengo de pagarlo¡±, cuenta Habba.
No resulta sencillo acceder a ciertas ¨¢reas de Mabella. Hay que callejear mucho para llegar a la casa que habitan Habba y sus compa?eras. La noche ya ha tomado esta zona de la ciudad, con escasa iluminaci¨®n artificial, y los caminos son angostos, de tierra, llenos de peatones y rodeados de puestos itinerantes de venta de toda clase de art¨ªculos que provocan peque?as pero numerosas aglomeraciones. El cobertizo de las ni?as, al que hay que entrar en filia india, se encuentra en una de las calles m¨¢s estrechas.
Habba se prepara para salir. Se est¨¢ aseando con una esponja, junto a otras seis menores, al lado de un gran cubo de agua. Las dem¨¢s acaban de irse a la calle. Las presentes acceden, tras pedir permiso a su guardi¨¢n (el propietario de la casa, al que deben pagar una cantidad de sus ganancias), a posponer su marcha y as¨ª charlar un rato.
¡°Mi madre muri¨®, no s¨¦ d¨®nde est¨¢ mi padre y mi abuela no pod¨ªa mantenerme. Conoc¨ª a una amiga que viv¨ªa en la calle y trabajaba como prostituta. Como se ganaba la vida bien, yo decid¨ª hacer lo mismo¡±, explica Habba. Las historias de todas ellas son parecidas. Cuentan que se quedaron hu¨¦rfanas tras el brote de ¨¦bola del 2014, que mat¨® en Sierra Leona a casi 4.000 personas seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, o que nunca han conocido a sus padres, o que tuvieron que huir de su hogar por la pobreza. Todas se han visto solas, j¨®venes y sin medio alguno para subsistir. Por eso viven juntas.
Tras unos minutos. toma la palabra Isatu Kamara. Dice que tiene 15 a?os, aunque parecen menos. ¡°Podemos ganar de 15.000 a 30.000 leones cada noche ¡ªde dos a cuatro euros¡ª, seg¨²n estemos con m¨¢s o menos clientes¡±, afirma.
¡ª ?Sufres agresiones?
¡ª Algunas veces. Muchos hombres no me quieren pagar y me golpean para que no proteste.
¡ª ?C¨®mo te proteges de eso?
¡ª Intentamos cuidar unas de otras. Si vemos que alguna tiene problemas, vamos y la ayudamos.
Con Isatu al mando, la conversaci¨®n deriva a los problemas cotidianos que sufren en el chamizo donde viven. ¡°Mira el techo¡±, ordena mientras se?ala un gran hueco entre la hojalata por el que ahora se ven estrellas y un cielo oscuro. ¡°Hay agujeros por todos lados. Nos mojamos cuando llueve. Y las ratas nos despiertan por la noche. Las cogemos y las tiramos fuera. Muchas veces decimos que esto es una guerra entre ellas y nosotras, y que somos nosotras las que tienen que ganarla¡±, dice. Y todas r¨ªen.
Cuando paran, Isatu sigue hablando. ¡°Desde hace un tiempo, algunos de nuestros clientes no son de Sierra Leona. Son de fuera¡±.
V¨ªctimas colaterales
Seg¨²n publicaron diversos medios locales el pasado mes de abril, las exportaciones a China desde Sierra Leona en 2016 crecieron un 44,8% respecto al 2015 y alcanzaron un valor total de 239 millones de d¨®lares. ¡°Mi Gobierno est¨¢ haciendo todo lo posible para que el comercio bilateral entre ambos pa¨ªses crezca de manera constante¡±, dijo el consejero econ¨®mico chino en el pa¨ªs africano, Shen Xiaokai.
Periodistas que han cubierto temas relacionados a este desembarco econ¨®mico hablan de su envergadura. ¡°La presencia del capital chino se nota, sobre todo, en la construcci¨®n y en la mejora de las grandes infraestructuras, como las carreteras asfaltadas, o la remodelaci¨®n de edificios simb¨®licos como el estadio nacional de f¨²tbol¡±, se?ala Michael K. Jamiru, reportero de IRN (Independent Radio Network). ¡°Est¨¢n levantando edificios de utilidad social como hospitales y creando puestos de trabajo¡±, a?ade James Kaju¨¦, editor Jefe del peri¨®dico local The Exclusive Newspaper.
Alrededor de 750 menores viven en situaci¨®n de prostituci¨®n en Freetown
El capital chino ha aterrizado y tra¨ªdo consigo cientos de trabajadores. Habba, Isatu y las dem¨¢s viven la otra cara de estos acuerdos econ¨®micos. ¡°A algunas nos han llevado al mar. Primero hablan con los barqueros para que contacten con nosotras y nos digan cu¨¢ntas chicas quieren. Despu¨¦s nos montamos en un bote y navegamos hacia los otros barcos, que son mucho m¨¢s grandes¡±, continua Aminata Jallow, de 16 a?os. Se refiere a los buques de pesca chinos y a sus tripulantes, que suelen pasar las noches varados a unos quinientos metros de la costa.
Los asi¨¢ticos les pagan mucho mejor que los locales. Pueden llegar a ofrecer hasta 100.000 leones por hora, diez veces m¨¢s. ¡°A veces nos vamos con el capit¨¢n a una habitaci¨®n y a veces con otros hombres. Vamos con quien quiere poner dinero¡±, dice Aminata.
Las ni?as narran hasta los detalles m¨¢s escabrosos vividos en las embarcaciones, como las continuas coacciones sufridas para que consientan la grabaci¨®n en v¨ªdeo de los encuentros. Est¨¢n sentadas en c¨ªrculo y algunas terminan de prepararse para salir. ¡°Cuando acabamos nos devuelven a los botes. Y los barqueros, como saben que los chinos tienen mucho dinero y cu¨¢nto nos dan a nosotras, nos exigen 50.000 leones para no tirarnos al agua¡±.
Desprotegidas
Las autoridades sierraleonesas no han ignorado el problema. El Comisario Benson, de la Eastern Police de Freetown, pidi¨® hace semanas reunirse con Jorge Crisafulli, director de Don Bosco Fambul, sede de Misiones Salesianas en la capital africana, para analizarlo. Misiones Salesianas es el ¨²nico organismo en Freetown con programas centrados en sacar a estas ni?as de la calle y colabora por ello con las instituciones p¨²blicas sierraleonesas desde hace m¨¢s de 20 a?os.
¡°Benson ten¨ªa pruebas de que hay embarcaciones chinas que estaban llevando a bordo a menores en busca de relaciones sexuales¡±, recuerda Crisafulli. ¡°Me dijo que, en vez de combatir solo desde la polic¨ªa o desde Don Bosco, deb¨ªamos implicar a la sociedad sierraleonesa, organizar encuentros con las familias locales de las zonas tur¨ªsticas para decirles: mirad lo que est¨¢n haciendo con estas ni?as¡±.
Pero las menores responden que no todos los agentes se comportan igual que Benson. Desconf¨ªan de la polic¨ªa, a la que acusan de agresiones y de abusos. ¡°A m¨ª me detuvieron una vez. Me llevaron a la comisar¨ªa junto a una amiga y nos dijeron que, o les d¨¢bamos el dinero que hab¨ªamos ganado, o manten¨ªamos sexo con ellos. No ten¨ªamos nada, todav¨ªa no hab¨ªamos trabajado aquella noche, as¨ª que tuvimos que acceder¡±, relata en Mabella Aminata mientras sus compa?eras corroboran la narraci¨®n y refieren otros casos de maltratos de las autoridades.
Ganamos de 15.000 a 30.000 leones ¡ªde dos a cuatro euros¡ª por noche, seg¨²n estemos con m¨¢s o menos clientes
Fuentes de la jefatura de la unidad Family Support (Grupo de Apoyo a la Familia) de la Polic¨ªa de Lungi (Freetown), que ostenta competencias en esta materia, responden tajantes al ser preguntados por esta conducta. ¡°Hay que reconocer que hay gente mala en todas las instituciones, pero nosotros actuamos contra un agente cuando tenemos testimonios concretos e indicios suficientes. Si se prueba su culpabilidad, se le expulsa del cuerpo y se le lleva a los tribunales¡±, afirman.
Lo cierto es que estas pr¨¢cticas se encuentran perseguidas por la legislaci¨®n sierraleonesa. En el 2012, el Gobierno aprob¨® la vigente Sexual Offence Act (ley sobre Delitos Sexuales), donde regul¨® la prostituci¨®n y las relaciones con menores de edad. ¡°Dice expresamente que no cabe el sexo con menores, aunque sea consensuado o a cambio de dinero. La prostituci¨®n aqu¨ª es un crimen muy serio¡±, explica Curtis A.S.H, asistente legal (una figura parecida a la del procurador en Espa?a). Las penas por cometer este tipo de delitos van desde los 10 hasta los 15 a?os de prisi¨®n.
Hipotecar el futuro
Durante un nuevo encuentro en Grafton, un barrio algo m¨¢s perif¨¦rico y tambi¨¦n zona de refugio de ni?as sin hogar, otro grupo de siete prostitutas menores de edad habla sobre la conveniencia de usar m¨¦todos anticonceptivos. Responde a las preguntas Fatimata, una adolescente de 16 a?os.
¡ª ?Sab¨¦is los beneficios de usar preservativos?
¡ª Sabemos que si no los usamos podemos contraer infecciones, pero no lo hacemos.
¡ª ?Por qu¨¦?
¡ª Bueno, los hombres no quieren. Dicen que si se ponen preservativo no sienten nada. Adem¨¢s nos pagan m¨¢s por mantener sexo sin ¨¦l.
Marta Vara, que imparte talleres sobre sexualidad a menores sin hogar en Freetown como trabajadora de la ONG J¨®venes y Desarrollo, habla sobre el problema. ¡°El ¨ªndice de uso de anticonceptivos aqu¨ª es muy bajo. Algunas de las chicas tienen problemas hasta para entender c¨®mo se quedan embarazadas¡±. Un desconocimiento que se traduce en una tasa de natalidad en adolescentes del 11,7%, la d¨¦cima m¨¢s alta del mundo seg¨²n el ¨²ltimo informe Infancias Robadas de la ONG Save the Children, que sit¨²a a Sierra Leona como el d¨¦cimo peor pa¨ªs del mundo para ser ni?o.
¡°Nosotras nunca nos hemos hecho pruebas. No sabemos c¨®mo¡±, admite Fatimata. El VIH sigue siendo la enfermedad de transmisi¨®n sexual m¨¢s da?ina en Sierra Leona, pero las ¨²ltimas cifras oficiales podr¨ªan no reflejar la gran magnitud del problema. El Banco Mundial de la Salud hablaba en 2015, fecha de los ¨²ltimos datos publicados, de una prevalencia del 0,70% en ni?as de entre 15 y 24 a?os (m¨¢s del doble que entre varones de la misma franja de edad). Otras fuentes apuntan a que la situaci¨®n reviste mucha m¨¢s gravedad. ¡°?Menos del 1%? ?No, no! Entre hepatitis y VIH, yo dir¨ªa que puede haber en torno a un 15% de infectados entre chavalas que viven en la calle¡±, dice Daphne O. M. Serouy, enfermera local que trabaja con menores sin hogar.
Pero a las ni?as les gusta hablar sobre sus sue?os m¨¢s que sobre miedos o enfermedades. Sue?os como el de Habba Stevens, que estudia para ser m¨¦dica, y que por eso va al colegio por las ma?anas. ¡°Quiero dedicarme a ayudar a las personas¡±, afirma. Sue?os como el de Isatu Kamara, que quiere salir de la calle, regresar a la escuela y convertirse en abogada. ¡°Para socorrer a ni?as como nosotras y tambi¨¦n por el dinero¡±, justifica con una sonrisa.
Emma Kamara, que tiene s¨®lo 12 a?os y acaba de llamar a la puerta de Don Bosco Fambul convencida de que puede acogerse a algunos de sus programas, tambi¨¦n sue?a con volver a verse entre l¨¢pices y pupitres y dejar de trabajar en la calle. ¡°No, no es un buen lugar para nosotras. Yo quiero hacer otras cosas¡±, sentencia.
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Art¨ªculo publicado con ayuda de UN Foundation
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