El cocinero, el cr¨ªtico y el cliente
El momento que vive la cr¨ªtica gastron¨®mica ha alcanzado tal nivel de deterioro que un cr¨ªtico haciendo honestamente su trabajo puede acabar siendo noticia de portada

La historia es sencilla. La joven estrella culinaria Jordan Kahn abre Vespertine, su nuevo restaurante en Los ?ngeles. No est¨¢ llamado a ser un restaurante m¨¢s: el cubierto sale a 500 d¨®lares por cabeza y todo indica que es, con diferencia, el restaurante m¨¢s caro de la ciudad. No est¨¢ mal por una comida. A 100 d¨®lares por escal¨®n se sit¨²a un pelda?o por debajo de lo que se cotizaba en Noma Tulum, la bizarra aventura que Ren¨¦ Redzepi mantuvo un semestre en la Riviera Maya, y a 10 del nivel estratosf¨¦rico y m¨¢s bien obsceno que alcanza este a?o el Sublimotion de Paco Roncero en Ibiza: 1.500 d¨®lares por experiencia, que es como algunos le dicen a la comida cuando tienen que justificar precios como ese. Llegados al punto de buscar un cierto tipo de p¨²blico la cocina deja de ser un reclamo; la exclusividad queda en manos del precio. Cuanto m¨¢s alto, m¨¢s cadenas de oro, m¨¢s exhibici¨®n hortera en la mesa y m¨¢s deportivos de lujo en la puerta. Glamour de suburbio moscovita.
El caso es que llega Gary Baum, el cr¨ªtico de The Hollywood Reporter, a Vespertine en su cuarta noche de servicio y le hace una cr¨ªtica. Su texto deja claro que no le gusta la propuesta y la valoraci¨®n no resulta precisamente favorable. Por lo que leo, les da duro con el palo de la escoba y exhibe argumentos dif¨ªcilmente rebatibles que no gustan al joven chef estrella. Si no hubiera sido as¨ª y la cr¨ªtica hubiera resultado favorable, nadie hablar¨ªa del tema. En todo caso, hubiera sido aplaudida y no habr¨ªa trascendido a ese patio de vecinas universal que son las redes sociales. Pero no es el caso.
Corren tiempos bien extra?os en la cr¨ªtica de restaurantes y las cosas se complican todav¨ªa m¨¢s cuando esta afecta a uno de los grandes. Ha pasado un a?o y medio desde que otra cr¨ªtica rigurosa y argumentada del controvertido Peter Weiss ¡ªtitular en The New York Times¡ª al restaurante Per Se, una de las estrellas del firmamento culinario neoyorkino y global, se convirti¨® en noticia mundial. El momento que vive la cr¨ªtica gastron¨®mica ha alcanzado tal nivel de deterioro que un cr¨ªtico haciendo honestamente su trabajo puede acabar siendo noticia de portada.
Los cl¨¢sicos de la cr¨ªtica estadounidense siempre hicieron gala de distancia: mejor esperar tres o cuatro meses a que el negocio se asiente que precipitar un juicio de valor. Alguno lo hace notar, medio en p¨²blico, medio en privado, y los tiburones empiezan a saltar fuera del agua. El debate est¨¢ armado y por todo lo grande. Llego a ¨¦l a trav¨¦s del periodista especializado Nicholas Gill, impulsor de New Wolder ¡ªuna web dedicada a las gastronom¨ªas latinoamericanas que merece ser seguida¡ª, la contin¨²o en un par de webs y veo c¨®mo se desencadena en las redes sociales. Cr¨ªticos de una y otra costa opinan sobre el asunto. Aparentemente, no se trata del contenido de la rese?a, sino de la oportunidad de hacerla unos d¨ªas despu¨¦s de abrir el restaurante.
Hay quien piensa que los restaurantes necesitan tiempo y rodaje antes de ser criticados. Defienden que es preciso esperar a que perfilen los detalles, ajusten el servicio, pulan los ritmos en la cocina, depuren la carta, consoliden el negocio y se adapten al tiempo que les toca vivir antes de sufrir juicios de valor. Bien pudiera ser si este fuera un asunto privado a ventilar entre cr¨ªticos y cocineros. Hay un tercer elemento que nadie incluye en el debate, aunque cumple un papel protag¨®nico: el cliente. El mismo cliente que se sent¨® a comer el primer d¨ªa de vida del restaurante y pag¨® religiosamente sus 500 d¨®lares, el que lo hizo el segundo d¨ªa, el tercero, el cuarto o pasado un mes. Ese mismo cliente al que nadie alivia la carga econ¨®mica que supone una comida servida en un restaurante sin rodar, sin ajustar el servicio, a falta de un pulido y seis reparaciones en los platos o de un hervor en los conceptos que maneja el jefe del asunto. El cliente no importa. Acabaremos encontrando avisos a pie de carta: ¡°Hemos abierto hace poco, no moleste al chef con valoraciones precipitadas¡±.
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