La brecha generacional
Varias generaciones de j¨®venes han sido despojados del derecho a saber de d¨®nde venimos
Existe realmente una brecha generacional en nuestro pa¨ªs? Los ¨²ltimos estudios demosc¨®picos as¨ª parecen indicarlo, lo que tampoco es tan distinto de lo que estamos contemplando en otros pa¨ªses de nuestro entorno. No hay, una vez m¨¢s, ninguna excepcionalidad hisp¨¢nica. Tal vez nuestra ¨²nica particularidad consista en que dicha cisura afecta, no tanto a los mecanismos o el funcionamiento del sistema, cuanto a las bases mismas en que este se sustenta. La piedra angular a tal respecto la constituye la opini¨®n que a cada uno de los segmentos generacionales implicados le merece el fen¨®meno hist¨®rico de la Transici¨®n y sus posteriores desarrollos pol¨ªticos. Los mayores de 35 se sienten comprometidos con sus logros, los m¨¢s j¨®venes los cuestionan. ?A qu¨¦ se debe esta ruptura? El asunto es preocupante. Todos hemos militado en alg¨²n momento en alguna forma de extremismo. F¨¦lix de Az¨²a planteaba hace tiempo que si las opiniones de su generaci¨®n se hubieran materializado, Catalu?a ser¨ªa hoy una rep¨²blica mao¨ªsta. En cierta forma, est¨¢ a punto de llegar a serlo.
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La causa principal de esta fractura generacional tiene mucho que ver con uno de los mayores fracasos que, m¨¢s all¨¢ de sus incuestionables ¨¦xitos, puede atribuirse a nuestro desarrollo democr¨¢tico (el m¨¢s prolongado de nuestra historia, hay que recordarlo): el de la educaci¨®n. Mucho antes de que el populismo asaltara el cielo de la pol¨ªtica ya hab¨ªa anidado, en forma de banalizaciones pedag¨®gicas, en nuestras instituciones educativas. Hay varias generaciones a las que no solo no se las ha educado en la comprensi¨®n de los principios de un sistema democr¨¢tico, sino que se las ha adoctrinado directamente en la desafecci¨®n a los mismos. Lo que ha ocurrido en Catalu?a, en este sentido, no es sino la expresi¨®n m¨¢s extrema de dicha inercia, pero cualquiera puede comprobar c¨®mo andan las cosas, por ejemplo, en muchas de las facultades en las que se imparte eso a lo que llamamos Humanidades. Y todo ello se ha producido con la inexplicable indiferencia de los diversos Gobiernos, independientemente de su signo pol¨ªtico.
Cuando varias generaciones de j¨®venes han sido despojadas de la oportunidad hist¨®rica, y del derecho, a comprender de d¨®nde venimos, y de comparar lo que somos con lo que hemos sido; cuando los s¨ªmbolos representativos de lo que, seg¨²n todas las valoraciones internacionales, es una de la democracias m¨¢s avanzadas del mundo se han asociado a una suerte de transacci¨®n innoble con el franquismo, no es extra?o que, en seg¨²n qu¨¦ circunstancias cr¨ªticas, hayan surgido movimientos cuyas consignas fueran tan discutibles desde un punto de vista democr¨¢tico como ¡°no nos representan¡± o ¡°nuestros sue?os no caben en tus urnas¡±. En definitiva: que ¡°lo llaman democracia y no lo es¡±.
Pero ?que es entonces la democracia? Solo aquello que, en una perversa petici¨®n de principio, se designa como tal desde las filas del populismo. La expresi¨®n r¨¦gimen del 78, tan cargada de rencor y desprecio, y usada por muchos j¨®venes para referirse a la democracia que les da cobijo es, tal vez, la muestra m¨¢s flagrante del fracaso del sistema democr¨¢tico en el ¨¢mbito educativo.
La expresi¨®n ¡°r¨¦gimen del 78¡± es la muestra m¨¢s flagrante del fracaso del sistema democr¨¢tico en el ¨¢mbito educativo
Hace ya algunas semanas se celebr¨® en el Congreso el 40? aniversario de las primeras elecciones democr¨¢ticas, con la asistencia de muchos de los que participaron en aquella proeza colectiva. Yo era entonces casi un ni?o, pero recuerdo el entusiasmo con el que aguard¨¦ toda la noche los resultados electorales: mi experiencia hasta entonces era un mundo en el que los mayores no se atrev¨ªan a hablar por miedo a acabar presos. Est¨¢ muy bien que las instituciones conmemoren aquellas primeras elecciones democr¨¢ticas, pero se ha vuelto a poner de manifiesto la indiferencia de aquellas respecto a una imprescindible pedagog¨ªa. ?No hubiera sido deseable que algo as¨ª se hubiera festejado en colegios e institutos? ?No hubiera debido aprovecharse para difundir entre los j¨®venes su significado de ruptura con cuarenta a?os de tiran¨ªa? ?No debieran haber participado en dichos actos Ayuntamientos y barrios, centros sociales y universidades? La consecuencia m¨¢s patente de esta negligencia institucional es una democracia patol¨®gicamente acomplejada que ha dejado la iniciativa a quienes aspiran a derrocarla. Si el panorama del pasado nos remite a un presente problem¨¢tico, las perspectivas de futuro resultan aun m¨¢s preocupantes: ?C¨®mo sostener un edificio cuya necesidad y sentido, por parafrasear lo que Cernuda afirmaba de la belleza, mucha gente ni los ve ni los siente?
Manuel Ruiz Zamora es fil¨®sofo.
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