?Empieza a declinar la buena estrella de Macron?
La s¨²bita ca¨ªda de popularidad enciende las alarmas de una presidencia sustentada en la comunicaci¨®n
?Est¨¢ perdiendo Emmanuel Macron el estado de gracia a los tres meses de llegar al El¨ªseo? Una encuesta de Ifop para Journal du Dimanche ha encendido todas las alarmas. Realizada entre el 17 y 22 julio, constata una peligrosa ca¨ªda de 10 puntos en apenas un mes. El grado de aceptaci¨®n del joven presidente ha ca¨ªdo del 64% al 54%, y eso cuando a¨²n no ha concretado las medidas m¨¢s pol¨¦micas, como la reforma laboral o los cambios en el estatus de jubilados y funcionarios. Es la segunda mayor p¨¦rdida de popularidad en los primeros cien d¨ªas de mandato de un presidente despu¨¦s de la que sufri¨® Jacques Chirac en 1995, y tal vez esta coincidencia no sea casualidad. Tanto Chirac como Macron se beneficiaron de una concentraci¨®n inusual de voto prestado para frenar la amenaza ultraderechista de los Le Pen. Los analistas pol¨ªticos escudri?an ahora los signos demosc¨®picos para tratar de dilucidar si estamos ante una vuelta al principio de realidad o si, por el contrario, la erosi¨®n de Macron se debe a una nueva caracter¨ªstica, m¨¢s insidiosa e imprevisible, de los tiempos: la absoluta volatilidad de los estados de ¨¢nimo y las preferencias de los ciudadanos.
Los tempranos casos de corrupci¨®n que han mermado su equipo, el encontronazo con un Ej¨¦rcito que a?ora las condiciones de la antigua grandeur o la inquietud por las reformas anunciadas han podido tener su peso en la erosi¨®n del liderazgo de Macron. De ser as¨ª, todo puede ir a peor cuando comience a aplicar la parte dura de su programa. Pero el propio director de Ifop, J¨¦r?me Fourquet, se preguntaba si la ca¨ªda tiene que ver con una presidencia basada en la comunicaci¨®n. Nadie discute la capacidad de Macron para estos menesteres. Sin esa habilidad, por muchas que sean las circunstancias favorables, no se explica que alguien que era pr¨¢cticamente desconocido hace solo tres a?os pueda ser hoy el presidente m¨¢s joven de la Rep¨²blica. No es que no tenga m¨¦ritos dial¨¦cticos. Muchos recuerdan su intervenci¨®n en el debate electoral en el que hundi¨® a Marine Le Pen mostrando que era una candidata temeraria que se atrev¨ªa con todo sin saber de nada, y menos que nada de econom¨ªa.
La campa?a de Macron se ha basado en una combinaci¨®n deliberadamente ambigua de mensajes para que, adem¨¢s de frenar a Le Pen, muchos pudieran votarle por razones diferentes. Incluso opuestas. Todo estuvo minuciosamente estudiado para cultivar las emociones positivas y llevar hasta el paroxismo la imagen id¨ªlica de una Francia fuerte y confiada. Sus primeros pasos en el El¨ªseo han estado orientados a proyectar su figura de joven presidente-emperador repleto de entusiasmo juvenil, como se?alaba recientemente en Barcelona el cineasta Costa Gravas. El director probablemente m¨¢s politizado de la cinematograf¨ªa francesa no esconde su admiraci¨®n por Macron y su habilidad para conectar con ese esp¨ªritu tan extendido del ¡°franc¨¦s que quiere ser revolucionario sin dejar de ser burgu¨¦s¡±. Pero la ecuaci¨®n puede romperse cuando muchos se vean en la tesitura de perder el bienestar y las seguridades burguesas en aras de la modernidad l¨ªquida que encarna Macron. El tiempo dir¨¢.
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