El c¨®nsul y los vendimiadores
?Cu¨¢nto hay de sesgo econ¨®mico en la cr¨ªtica social a un acento?
Dos noticias que afectaban a los andaluces, directa o indirectamente, aparec¨ªan en la prensa ayer. El c¨®nsul espa?ol en Washington ha sido destituido por un comentario ofensivo que hab¨ªa hecho en su Facebook sobre el atuendo y la forma de hablar de la presidenta de Andaluc¨ªa. Los comentaristas prestaron notable atenci¨®n a este tema y a la ineficacia como diplom¨¢tico de alguien con un comportamiento tan impertinente. La segunda noticia era la llegada masiva de trabajadores andaluces a la campa?a de vendimia francesa, que los medios explicaban por las ventajosas condiciones laborales de nuestros vecinos.
?Cu¨¢nto hay de sesgo econ¨®mico en la cr¨ªtica social a un acento? Cuando explico a mis alumnos la historia de la lengua espa?ola, tengo ineludiblemente que acercarme a esa pregunta. Los castellanos prestigiaron el modelo toledano de hablar (aunque no sabemos muy bien en qu¨¦ consist¨ªa este) mientras Toledo fue influyente; cuando, en el XVI, se propag¨® en Espa?a la man¨ªa por la limpieza de sangre y se asoci¨® Toledo a un viejo pasado de mezcla musulmana y subsistencia jud¨ªa, tal canon se derrumb¨®. Si los espa?oles de hoy dicen a¨²n que el modelo de buen hablar espa?ol est¨¢ en Valladolid (y no en zonas vecinas como Burgos o Zamora) y en Madrid es porque ambas han sido capitales de Espa?a. El hecho de que en Sevilla surgieran en el siglo XVI fen¨®menos hoy tan extendidos por Am¨¦rica como el seseo o la desaparici¨®n de vosotros tiene que ver con la capacidad de disidencia ling¨¹¨ªstica frente a la corte que tuvo la cabeza de Andaluc¨ªa en la f¨¦rtil ¨¦poca del comercio indiano, cuando en el puerto de Sevilla atracaban los barcos de Am¨¦rica. A mayor capacidad econ¨®mica de un lugar, m¨¢s prestigio ling¨¹¨ªstico tienen sus rasgos. La gente empieza a hablar distinto, inicia un cambio en la lengua, pero solo consiguen difusi¨®n hacia arriba y terminan llegando al habla est¨¢ndar los fen¨®menos que resultan prestigiosos porque est¨¢n respaldados por un n¨²cleo de poder econ¨®mico o social.
No es de lengua de lo que estamos hablando. De nuevo hay que citar la divisa de la campa?a de Clinton: es la econom¨ªa, est¨²pido. Y ni siquiera es solo la econom¨ªa. Se est¨¢ hablando de supremac¨ªas que se quieren defender: de ridiculizar a la presidenta porque lleva el vestido del color de la reina; de ningunearlas a ambas, en el fondo, porque el c¨®nsul no se ha fijado en que, en la foto, ambas est¨¢n escoltadas por dos pol¨ªticos con iguales trajes de chaqueta azules y similares corbatas de rayas. ?A alguien se le ocurrir¨ªa faltar el respeto a ellos con el argumento de que no coordinaron modelito? Se ridiculiza la apariencia, que es el primer signo de identidad, y se ridiculiza la forma de hablar, que es el segundo signo con que nos presentamos a los dem¨¢s.
?A alguien se le ocurrir¨ªa faltar el respeto a ellos con el argumento de que no coordinaron modelito?
Todos hemos imitado el acento de alg¨²n hablante de espa?ol alguna vez, y los paniaguados l¨ªmites de la correcci¨®n pol¨ªtica no deben frenar la voluntad de cualquiera de remedar acentos como el catal¨¢n, el cubano, el gallego, el argentino o el vasco (cito los que me vienen a la cabeza como m¨¢s imitados). La cuesti¨®n con el andaluz, sin embargo, rebasa la de los otros acentos que enriquecen la pronunciaci¨®n (y tambi¨¦n la gram¨¢tica y el l¨¦xico) del espa?ol general, ya que ha sido tristemente com¨²n utilizarlo como arma de denigraci¨®n al adversario pol¨ªtico (?c¨®mo vas a gobernar bien si hablas andaluz?), como rasgo identificativo de una clase social baja (la asistenta de la serie de turno es siempre andaluza) y como forma de hablar incapaz de usarse para contenidos serios (aunque seas Premio Pr¨ªncipe de Asturias, si hablas andaluz, lo que dices es gracioso). ?De qui¨¦n es la responsabilidad de estos hechos? Seguramente los andaluces hemos consentido demasiado y seguramente las instituciones han consentido demasiado: hasta lo que s¨¦, es la primera vez, con el cese de este c¨®nsul tan sin gracia, que se castiga pol¨ªticamente a quien menoscaba la forma de hablar andaluza, y hay que felicitar al ministro de Asuntos Exteriores, el jerezano Alfonso Dastis, por la determinaci¨®n ejemplarizante de su decisi¨®n.
Claro que en el espa?ol de Andaluc¨ªa hay rasgos que tienen poco prestigio, y los primeros que los consideramos vulgares somos los propios andaluces, que los usamos en los entornos informales y no en la tribuna p¨²blica. He impartido miles de horas de clase en la Universidad de Sevilla hablando con el acento que tiene una sevillana de mi edad, y en ese acento va incluida la alteraci¨®n de la s, pero no el rotacismo (alcalde > arcarde) que seguramente empleo cuando estoy relajada en un ambiente amistoso. Por cierto, tambi¨¦n me entend¨ªan en las universidades de Tubinga y Oxford los alumnos extranjeros a los que di clase, que agradec¨ªan notablemente que alguien les hablase en la norma de pronunciaci¨®n m¨¢s pr¨®xima a Am¨¦rica, a donde miraban (m¨¢s que a Espa?a) como horizonte profesional. Tambi¨¦n hay rasgos considerados vulgares en el espa?ol hablado por los catalanes (y acudo a la variedad que practica el c¨®nsul), como la pluralizaci¨®n de haber (hab¨ªan muchos coches). En el andaluz, como en otras variedades, hay un est¨¢ndar m¨¢s o menos t¨¢cito, que es el que en general emplean pol¨ªticos y periodistas cuando hablan en p¨²blico.
No tienen cabida en el estereotipo andaluz que algunos se empe?an en perpetuar el primer gram¨¢tico del espa?ol, el sevillano Nebrija, ni los ocho premios Nobel de Literatura (de once) que proceden de la zona donde se habla norma meridional (Am¨¦rica o Andaluc¨ªa). Pero no tiene sentido sacar m¨¢s argumentos ling¨¹¨ªsticos o hist¨®ricos, porque en el fondo no es la lengua lo que sustenta la burla del c¨®nsul. Es la econom¨ªa. Son los vendimiadores.
Lola Pons Rodr¨ªguez es profesora de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla.
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