Liberales

Mi habitualmente comedida antipat¨ªa por la democracia liberal se trueca a veces en exasperaci¨®n ante el histri¨®nico espect¨¢culo del contribuyente pose¨ªdo de s¨ª mismo, ese sujeto asocial y degradado que toma como un agravio a su persona cualquier inesperado contratiempo y se pone a bramar cargado de raz¨®n y henchido de ira santa: "?Yo pago mis impuestos!". Toda su vida p¨²blica se ha reducido al nimio papel¨®n de cierto tipo de cliente siempre pronto a saltar como un resorte para exigir el libro de reclamaciones ante la m¨¢s peque?a deficiencia.(Anarquistas de pago) Podr¨ªa decirse que el contribuyente viene a ser m¨¢s o menos como alguien que, habiendo renunciado a la ciudadan¨ªa, se hubiese olvidado de que fue por eso por lo que accedi¨® a pagar, o sea para poder desentenderse, de los negocios p¨²blicos (casi como en el Islam jud¨ªos y cristianos se exim¨ªan por el tributo de los deberes del musl¨ªm) y hoy creyese que paga para ser bien servido, para que Iberia, por ejemplo, no le falle nunca.

("Hacienda somos todos") ?No nos vengan ahora con ficciones! Ni siquiera los accionistas de una empresa privada pueden hoy ya decir que son la empresa; tienen tan poco que ver con ella como con un caballo por el que hayan apostado, a veces con m¨¢s fiable informaci¨®n, en las carreras.

(Anarquistas gratuitos) ?Y pensar que anta?o me indignaba la indiferente abnegaci¨®n de aquellas gentes inagotables en su soportaci¨®n con las calamidades de la Renfe!