El olvido de la cultura
Se discute muy poco sobre esa cultura no especializada ni profesionalizada llamada humanidades
En estos d¨ªas de agosto, de vago est¨ªo, como dir¨ªa el maestro, quiz¨¢s es el momento de reflexionar sobre algo que la pol¨ªtica y los pol¨ªticos tienen olvidado: la cultura.
Como se sabe hay infinitas nociones del t¨¦rmino cultura, muchas de ellas contradictorias entre s¨ª. Hace muchos a?os, la Unesco estableci¨® doscientos conceptos distintos de cultura. Una tarea in¨²til pero con una conclusi¨®n significativamente peligrosa: la cultura no es nada y es todo. Es decir, se trata de una palabra banal, polis¨¦mica, cualquier actividad humana es cultura, todas las culturas son igualmente valiosas, no hay jerarqu¨ªa entre ellas. Desde luego, al hablar de cultura no me refiero a este concepto. Me refiero a otra idea de cultura, a las huellas que el trabajo intelectual y art¨ªstico de tantos seres humanos han aportado al conocimiento y a la belleza, me refiero a una tradici¨®n que dialoga entre s¨ª y contribuye decisivamente a nuestra felicidad.
Los creadores son los aut¨¦nticos arist¨®cratas de nuestro tiempo, una ¨¦lite a quienes debemos agradecimiento por todo lo que nos han dado para que sepamos controlar nuestras vidas, conocer nuestras conciencias, admirar el mundo que nos rodea, sea mineral, vegetal o animal, de quienes podemos deducir las reglas morales que permitan la convivencia equitativa entre todos, aquellos que nos han ense?ado a distinguir entre los grandes valores ¨¦ticos que articulan nuestra sociedad. El desprecio a estos grandes, y casi siempre modestos, creadores, y la admiraci¨®n por los triunfadores de la nada, es una de las se?ales que muestran la decadencia de nuestros tiempos.
Pues bien, de eso no tratan los pol¨ªticos. Los ministerios y las consejer¨ªas de Cultura sirven, sobre todo en la actualidad, para dar prebendas y subvenciones con la finalidad de acallar a los cr¨ªticos con el poder, impedirles ejercer su funci¨®n creativa. M¨¢s cultura no es aumentar el presupuesto de cultura, en muchos casos es exactamente lo contrario. De ah¨ª el silencio de los intelectuales.
Se discute sobre econom¨ªa, sobre el funcionamiento de las instituciones pol¨ªticas, en Espa?a muy especialmente sobre esa entelequia reaccionaria que son las identidades colectivas. Pero no, o muy poco, sobre el estado de nuestra cultura, de esa cultura no especializada ni profesionalizada que suele ser llamada humanidades, de esa cultura que deber¨ªa constituir el m¨ªnimo com¨²n denominador de todas las personas de una sociedad desarrollada.
Los principales instrumentos de esa cultura ¡ªlos centros de ense?anza, los medios de comunicaci¨®n, la industria editorial, musical y cinematogr¨¢fica¡ª viven de los poderes p¨²blicos y de los grandes grupos econ¨®micos, siempre est¨¢n pendientes de agradarles para recibir su apoyo y subvenci¨®n. De eso no se habla y se deber¨ªa hablar. No solo en agosto, en los perezosos d¨ªas de vago est¨ªo.
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