La explosi¨®n de reclamos de Mayo del 68
Medio siglo despu¨¦s de la revuelta parisina, toca hacer balance de los logros de una generaci¨®n que quiso cambiar el mundo
Vayan calentando motores. El pr¨®ximo a?o se cumple medio siglo de Mayo del 68 y ya existen numerosas iniciativas para recordar las gestas de aquella revuelta, protagonizada sobre todo por j¨®venes y en la que se pretendi¨® encontrar la playa debajo de los adoquines de Par¨ªs. ¡°La imaginaci¨®n al poder¡± fue otra de sus consignas. Llegaban sobrados, cargados con la p¨®lvora que iba a servirles para incendiar todas las viejas convenciones, hablaban de liberaci¨®n, de romper todo tipo de cadenas. ¡°Expertos en demoliciones¡±: as¨ª llamaba Guy Debord, el fil¨®sofo que celebr¨® aquellas movilizaciones, a todos aquellos contestatarios radicales, sus amigos.
Hubo muchas movilizaciones en 1968, y todas se parecieron un poco, pero fueron tambi¨¦n radicalmente distintas. Tuvieron el hilo conductor de la rebeld¨ªa: aquellos j¨®venes (y no tan j¨®venes en algunos casos) se levantaron contra la autoridad. El poder al que se enfrentaban era, sin embargo, diferente seg¨²n qu¨¦ lugar, seg¨²n qu¨¦ circunstancias. En Praga no quer¨ªan saber nada del r¨¦gimen comunista, en M¨¦xico se protestaba contra el autoritarismo del PRI, en las universidades americanas se peleaba contra la guerra de Vietnam y en Par¨ªs, en Par¨ªs: ¡°Seamos realistas, pidamos lo imposible¡±.
?Aquella generaci¨®n que en el 68 coronaba una d¨¦cada de contestaci¨®n a las rancias costumbres burguesas se ha ido rodeando con el tiempo de una aureola m¨ªtica. Hicieron el amor de todas las maneras posibles, se apuntaron a todas las revoluciones (mao¨ªsmo, guevarismo, anticolonialismo, trotskismo, anarquismo), deshicieron todos los tab¨²es, fueron violentos cuando hac¨ªa falta (contra el imperialismo yanqui) y pacifistas cuando conven¨ªa (reclamando derechos iguales para los afroamericanos). Se drogaron de todas las maneras, inventaron el flower power, convirtieron las liturgias del rock en una nueva religi¨®n.
Los festejos del pr¨®ximo a?o podr¨ªan pecar de excesivos con estas credenciales. Por eso conviene escuchar el testimonio de uno de los que estuvo all¨ª. En la Universidad de Cambridge hubo una concentraci¨®n de protesta contra la guerra de Vietnam. Intervinieron las fuerzas de orden p¨²blico, la gente se dispers¨®. ¡°De repente me encontr¨¦ corriendo junto a uno de los polic¨ªas que hab¨ªan estado controlando la manifestaci¨®n¡±, le cont¨® el historiador Tony Judt a Timoth Snyder en Pensar el siglo XX. ¡°Mientras ¨ªbamos trotando, se volvi¨® hacia m¨ª y me pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ tal ha ido la manifestaci¨®n, se?or?¡¯, y yo, sin encontrar nada de extra?o o absurdo en la conversaci¨®n, me volv¨ª y le respond¨ª: ¡®Yo creo que ha ido bastante bien, ?no?¡¯. Y continuamos nuestro camino. Esa no era forma de hacer una revoluci¨®n¡±.
El propio Judt hace en El refugio de la memoria un balance de los logros de su generaci¨®n. ¡°Correcci¨®n pol¨ªtica, pol¨ªtica de g¨¦nero y, sobre todo, hipersensibilidad con los sentimientos heridos (como si existiera un derecho a no ser ofendido): ese ser¨¢ nuestro legado¡±. No es gran cosa, si es que tiene raz¨®n. Y, si es as¨ª, habr¨¢ que convenir que los de aquella generaci¨®n fueron unos magn¨ªficos charlatanes.
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