Chipre, el ¨²ltimo muro de Europa
Un enclave deseado por diferentes actores internacionales. Un pa¨ªs partido en dos desde la invasi¨®n turca de 1974. El ¨²ltimo muro que separa una capital europea. Grecochipriotas y turcochipriotas se distancian cada vez m¨¢s en un conflicto interminable. Mientras, miles de extranjeros buscan una oportunidad en este lugar estrat¨¦gico entre Oriente y Occidente.
FALTAN TRES D?AS para la fiesta. Cada estudiante tendr¨¢ que llevar la vestimenta t¨ªpica de su pa¨ªs. Ammar Haj Hassan, de 22 a?os, no tiene en su armario nada que se parezca al traje sirio. Lleva sin volver a casa cinco a?os, desde que empez¨® la carrera de Farmacia en la Eastern Mediterranean University. El campus de Famagusta es hoy su ¨²nico hogar. Un hogar en un Estado, la Rep¨²blica Turca del Norte de Chipre, que no existe. O que ning¨²n pa¨ªs del mundo, salvo Turqu¨ªa, reconoce. Aun as¨ª, hay 20.000 alumnos matriculados en esta moderna universidad, la mayor¨ªa procedentes de Turqu¨ªa, ?frica y Oriente Pr¨®ximo. Como Shadi Aggash, de Ramala, que estudia Finanzas y se ha ofrecido a dejarle a Hassan un atuendo palestino que a ¨¦l le sobra. Ambos cuentan que vinieron a estudiar a este pa¨ªs del Mediterr¨¢neo oriental porque es un ¡°oasis de paz¡± a pesar del conflicto que sufre la isla desde hace 43 a?os. ¡°Aqu¨ª hay chicas muy guapas de todo el mundo¡±, bromea Aggash mientras mira de reojo a las dos iran¨ªes que se sientan al lado. ¡°Los estudiantes nos eligen por la calidad de nuestros grados, porque es un sitio muy seguro y porque no necesitan visado ni ning¨²n tipo de permiso de residencia¡±, explica el rector, Necdet Osam. Tambi¨¦n tiene que ver con que las titulaciones ¡ªimpartidas en ingl¨¦s¡ª est¨¢n acreditadas por el Ministerio de Educaci¨®n de Turqu¨ªa, lo que les permite dar luego el salto a Europa o Estados Unidos.
Este ambiente cosmopolita contrasta con el que se respira en el resto de la ciudad. Apenas se ve gente en las deterioradas callejuelas del centro de Famagusta, sus playas est¨¢n casi vac¨ªas y los hoteles de Varosha, el barrio griego donde veraneaban Elizabeth Taylor o Sophia Loren en los setenta, est¨¢n abandonados y ocupados por soldados. Durante siglos, Famagusta fue uno de los puertos estrat¨¦gicos del Mediterr¨¢neo, un enclave de paso entre Oriente y Occidente. Hoy no atracan barcos en el muelle y la mayor¨ªa de turistas que la visitan no se quedan ni a dormir. Es una urbe decadente en una isla militarizada y dividida en dos. Dentro de un pa¨ªs, Chipre, donde se levanta el ¨²ltimo muro de Europa.
El norte de Chipre, ocupado por Turqu¨ªa y condenado al ostracismo internacional, intenta salir adelante gracias al ¡®boom¡¯ de las universidades.
Desde que en 1974 el Ej¨¦rcito turco invadi¨® un tercio del territorio, los turcochipriotas viven en el norte, en la autoproclamada Rep¨²blica Turca del Norte de Chipre (RTNC), custodiados por unos 35.000 soldados turcos. Los grecochipriotas residen en el sur, en la Rep¨²blica de Chipre, pa¨ªs miembro de la Uni¨®n Europea. La poblaci¨®n del norte no llega a los 300.000 habitantes. La del sur, m¨¢s de 800.000. Todos han aprendido a convivir separados por una frontera de 180 kil¨®metros, la llamada L¨ªnea Verde, que vigilan un millar de cascos azules, y que atraviesa la capital, Nicosia.
Pero el statu quo puede dar un giro en cualquier momento. La inestabilidad creciente en Oriente Pr¨®ximo (la costa de Siria queda a unos 100 kil¨®metros de Chipre), el descubrimiento de las reservas de gas en sus aguas y el pulso entre varios actores ¡ªcon el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a la cabeza, seguido de la UE y Rusia¡ª condicionan el futuro de la isla. La comunidad internacional, auspiciada por la ONU, reclama la reunificaci¨®n del pa¨ªs. Pero las ¨²ltimas negociaciones para alcanzar un acuerdo se volvieron a frustrar en julio. Mientras, la decadente Famagusta, condenada como todo el norte al ostracismo mundial, sale adelante gracias a sus universidades internacionales. En los ¨²ltimos a?os se han abierto 14 campus ¡ªla mayor¨ªa privados¡ª en el norte. Ahora mismo hay matriculados casi 80.000 estudiantes extranjeros. Este sector se ha convertido en una de las principales v¨ªas de financiaci¨®n de su asfixiada econom¨ªa, que depende de las ayudas de Turqu¨ªa. Otra son los casinos, frecuentados muchas veces por turcos que no pueden darse ese gusto, prohibido en su pa¨ªs.
pulsa en la fotoEliza (a la izquierda) grecochipriota, y Ceyda, turcochipriota, frente a una parte del muro compuesto por bidones oxidados y sacos terreros en la parte griega de la capital.Ana Nance
El turismo tambi¨¦n aflora poco a poco. El norte tiene muchos atractivos naturales e hist¨®ricos, como las ruinas romanas y griegas de la ciudad de Salamina. Ceren Bogac, una turcochipriota que participa en Famagusta Ecocity, el proyecto para recuperar el antiguo barrio griego de Varosha, reivindica la riqueza cultural de esta parte de la isla. ¡°Tenemos que restaurar nuestro patrimonio, que en realidad es el de todos¡±, dice mientras se escucha de fondo la llamada a la oraci¨®n de la mezquita Lala Mustafa Pasha, una imponente catedral g¨®tica que los otomanos convirtieron en templo musulm¨¢n en el siglo XVI. La mayor¨ªa de turistas se concentra en Girne (nombre turco de la antigua ciudad griega de Kyrenia), un para¨ªso playero, resguardado por verdes monta?as desde las que ondean varias banderas de la Rep¨²blica Turca del Norte de Chipre. Aqu¨ª hay una importante colonia de ingleses. Stephen Day es uno de ellos. El vicepresidente de la British Residents Society, organizaci¨®n que representa a los brit¨¢nicos que viven en la parte ocupada, lleva 12 a?os disfrutando de su jubilaci¨®n en Chipre. ¡°Hay unos 10.000 compatriotas con casa aqu¨ª¡±, cuenta. Con los turcos, forman las comunidades for¨¢neas m¨¢s grandes en el norte.
En el sur, en la Rep¨²blica de Chipre, alrededor del 23% de la poblaci¨®n son expatriados. Sobre todo de Reino Unido, Grecia y Europa del Este. La zona grecochipriota recibi¨® en 2016 tres millones de turistas. Y Pafos, la ciudad m¨¢s occidental de la isla, ha sido declarada Capital Europea de la Cultura 2017. Cada vez m¨¢s extranjeros quieren instalarse en la tercera isla m¨¢s grande del Mediterr¨¢neo atra¨ªdos por el clima, la calidad de vida y el idioma (los isle?os heredaron el ingl¨¦s de su ¨¦poca colonial). ¡°Aqu¨ª no se muere nadie, pero es un conflicto tenso con un mont¨®n de soldados a ambos lados de la frontera¡±, recordaba antes del verano Espen Barth Eide, ¨²ltimo enviado especial de la ONU.
Grecochipriotas y turcochipriotas convivieron durante siglos. Los primeros, de fuerte identidad helena, son mayor¨ªa. La idea de anexionarse a Grecia (un movimiento conocido como?enosis) siempre ha estado muy vigente entre ellos. Sobre todo en la ¨¦poca en la que Chipre era una colonia brit¨¢nica. Los segundos, en minor¨ªa, quer¨ªan separarse de sus vecinos ortodoxos. En 1959, los chipriotas consiguieron su ansiada independencia brit¨¢nica. La nueva Constituci¨®n integraba a los dos grupos ¨¦tnicos en un mismo Estado. Un a?o despu¨¦s, Reino Unido ¡ªque se quedar¨ªa con dos bases militares en la isla que luego han utilizado para sus operaciones en Oriente Pr¨®ximo¡ª firmaba un tratado de garant¨ªas con Grecia y Turqu¨ªa para preservar el orden pol¨ªtico del nuevo pa¨ªs. Pero la estabilidad dur¨® poco.
¡°Aqu¨ª no se muere nadie, pero es un conflicto tenso con un mont¨®n de soldados en ambos lados de la frontera¡±, dice Espen Barth Eide, ¨²ltimo enviado especial de la ONU.
En los sesenta, la violencia entre las dos comunidades fue en aumento. La ONU decidi¨® enviar un contingente de 8.000 cascos azules. La tensi¨®n estall¨® el verano de 1974. Un golpe de Estado orquestado por una junta militar en Atenas, que pretend¨ªa llevar a cabo la?enosis, acab¨® con el Gobierno del arzobispo Makarios?III. Entonces Ankara lanz¨® una operaci¨®n militar para defender a los turcochipriotas e invadi¨® la parte septentrional, hasta ocupar m¨¢s de un tercio de la isla. En los meses de julio y agosto de 1974, el antiguo ?aeropuerto de Nicosia, capital de Chipre, se convirti¨® en un campo de combate. El que fue el aer¨®dromo m¨¢s moderno de la isla es desde entonces un fantasmag¨®rico lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Todav¨ªa hoy se pueden ver las balas que impactaron en un avi¨®n de pasajeros de la compa?¨ªa Cyprus Airways que nunca volvi¨® a despegar. El graznido de los cuervos hace eco dentro de la turbina de sus motores. Las dos pistas de aterrizaje han sido devoradas por los matojos y el secarral. Los alambres oxidados y los cristales se desparraman por el suelo de una de sus dos terminales. La contienda acab¨® con un pa¨ªs dividido y una l¨ªnea de alto el fuego controlada por la ONU que discurre por el aeropuerto. ¡°Nosotros no podemos cambiar esto. Es una zona muerta¡±, sentencia el oficial de la ONU Robert Sch¨¹tz. ?l es uno de los casi?900 cascos azules que permanecen?todav¨ªa en Chipre vigilando la L¨ªnea Verde. Los soldados patrullan por tierra y aire esta franja desmilitarizada que se extiende de este a oeste y que ocupa un ancho de terreno que oscila entre los 20 metros y los 7 kil¨®metros. El viejo aeropuerto qued¨® dentro de este territorio neutral y aqu¨ª se encuentra el cuartel general de la ONU en Chipre.
Aquel verano de 1974, unos 160.000 grecochipriotas del norte tuvieron que huir y ponerse a salvo en el sur. Y viceversa. M¨¢s de 40.000 turcochipriotas del sur fueron obligados a desplazarse al norte. Todos pensaron que volver¨ªan pronto. Stavroulla Vassiliadou Yiannaka tiene 82 a?os y a¨²n sigue esperando. La anciana ortodoxa no puede reprimir las l¨¢grimas al recordar c¨®mo tuvo que dejar su casa en Katokopia, un pueblo al noroeste de Nicosia que qued¨® en la zona ocupada, para ponerse a salvo en la capital. Su marido y ella ten¨ªan tres hijos peque?os. ¡°Tuvimos que empezar de cero¡±. En 2003, cuando el Gobierno del norte abri¨® la frontera (desde entonces hay varios puestos de control para cruzar la L¨ªnea Verde), visit¨® su casa. Le abri¨® la puerta una se?ora turcochipriota. ¡°Me dijo que era de Pafos, que tambi¨¦n ella tuvo que abandonarlo todo¡±. Su hija Mar¨ªa, de 50 a?os, no fue capaz de acompa?arla. "Son recuerdos muy dolorosos".
Donde s¨ª suele ir esta profesora de arte es al campo de naranjos y limoneros de sus padres y que se encuentra en la L¨ªnea Verde. "Son unas pocas hect¨¢reas, no podemos construir porque es una zona protegida por la ONU, solo nos dejan recoger la cosecha pero tiene un gran valor fundamental para m¨ª".
Cuando se le pregunta a la abuela por la situaci¨®n del pa¨ªs, Stavroulla contesta: ¡°Los turcochipriotas han sido nuestros hermanos. Podemos convivir con ellos, pero sin los colonos¡±.
Se refiere a los turcos que llevan a?os instal¨¢ndose en la isla, pero la falta de cifras oficiales impide saber cu¨¢ntos son. Cada vez son menos los que pueden contar en primera persona c¨®mo fue la convivencia entre las dos comunidades. Las nuevas generaciones han crecido sin contacto. ¡°El desconocimiento del otro es culpa de la educaci¨®n que han recibido¡±, explica Niyazi Kizilyurek, un respetado profesor turcochipriota de la Universidad de Chipre. Tampoco ayuda la alta tasa de emigraci¨®n. La isla atrae a los jubilados extranjeros, pero expulsa a sus j¨®venes. ¡°Cuanto m¨¢s tiempo pase, m¨¢s crecer¨¢ el desinter¨¦s por la reunificaci¨®n¡±, advierte Kizilyurek.
Cuando Ceyda Alcicioglu ten¨ªa seis a?os se imaginaba a los ¡°grecochipriotas como monstruos¡±. Esta veintea?era creci¨® en la parte turca de Nicosia, una capital europea dividida por un muro de sacos terreros, espinosas alambradas y viejos bidones de lat¨®n. La frontera se hace imperceptible si no fuera por los soldados que permanecen en ambos lados. Cada ma?ana, la joven cruza el puesto de control griego para ir al museo en el que trabaja. Alcicioglu consigui¨® unas pr¨¢cticas en un programa que promueve el intercambio entre j¨®venes de los dos lados. Cuando llega al puesto de la calle Ledras, la principal v¨ªa comercial, tiene que identificarse ante los soldados grecochipriotas. Esta tarde ha quedado para tomar unas cervezas con Elizavet Kozakou, una grecochipriota que ha encontrado empleo en el lado turco. Ella tambi¨¦n tiene que mostrar su documento de identidad para ir a la universidad en la que trabaja. Ambas esperan que el conflicto se resuelva. ¡°Aunque parece que a nadie le interesa realmente¡±, sostiene Kozakou.
¡°Las generaciones que nacieron despu¨¦s de 1974 han crecido sin contacto entre el norte y el sur. Cuanto m¨¢s tiempo pase, menos interesar¨¢ la reunificaci¨®n¡±.
El presidente grecochipriota, Nikos Anastasiadis, y el l¨ªder turcochipriota, Mustafa Akinci, se reunieron a primeros de julio en la localidad suiza de Crans-Montana para llegar a un acuerdo que?volvi¨® a frustrarse. La negociaci¨®n, auspiciada de nuevo por la ONU, apostaba por un Chipre reunificado bajo la f¨®rmula de una federaci¨®n bicomunal con una ¨²nica soberan¨ªa. El asunto m¨¢s espinoso fue el de siempre: las garant¨ªas de seguridad. El Gobierno de Anastasiadis pide la retirada de los 35.000 soldados turcos del norte. Algo impensable para los turcochipriotas, porque sienten que la presencia militar es la ¨²nica que les garantiza su pervivencia frente a la supremac¨ªa griega. Una propuesta que tambi¨¦n desaprueba Ankara. En una ocasi¨®n, Erdogan defini¨® la relaci¨®n entre su pa¨ªs y el norte de Chipre como la ¡°de una madre con su hijo¡±. Un v¨ªnculo que, seg¨²n algunos expertos, no ayuda a la reconciliaci¨®n. ¡°Turqu¨ªa es un l¨ªder agresivo en potencia que afecta a todo Oriente Pr¨®ximo¡±, sostiene Hubert Faustmann, director de la fundaci¨®n pol¨ªtica alemana?Friedrich-Ebert-Stiftung?en Nicosia. Los turcochipriotas reivindican que sus hermanos turcos han sido hasta ahora su ¨²nico salvoconducto para salir adelante. Por ejemplo, desde el a?o pasado reciben agua a trav¨¦s de un oleoducto submarino que conecta los dos pa¨ªses y que les permite paliar una terrible sequ¨ªa. El primer municipio beneficiado ha sido Morphou (de unos 19.000 habitantes). Rodeada de campos de naranjos, aqu¨ª se encuentra la iglesia de Agios Mamas, un importante templo ortodoxo cerrado para los feligreses. ¡°Si quiere entrar, hay que pedir permiso¡±, recuerda su alcalde turcochipriota, Mahmut ?z?inar. Lo que ha aumentado en los ¨²ltimos a?os en esta localidad ha sido el n¨²mero de mezquitas. ¡°Ahora viven m¨¢s musulmanes y por eso se construyen m¨¢s templos¡±, explica el regidor.
pulsa en la fotoAntiguo aeropuerto de Nicosia.Ana Nance
Los turcochipriotas de car¨¢cter secular denuncian, en cambio, la islamizaci¨®n de la regi¨®n. ¡°Lo que est¨¢ haciendo Turqu¨ªa es una pol¨ªtica consciente de transformaci¨®n cultural contra la mayor¨ªa de la sociedad aut¨®ctona del norte de Chipre¡±, denuncia el polit¨®logo Faustmann. Muchos temen que esto les separe a¨²n m¨¢s de sus vecinos cristianos. Neophytos, obispo de Morphou, siempre ha intentado tender puentes. ?l fue el primer sacerdote que ofici¨® una misa en el norte. Pero su visi¨®n sobre el futuro no es pac¨ªfica. ¡°La soluci¨®n al problema chipriota se dar¨¢ despu¨¦s de una reorganizaci¨®n mundial, una guerra que ya ha comenzado en Siria¡±, dice desde su despacho, apuntando hacia arriba con su dedo ¨ªndice, como si estuviera en el p¨²lpito.
Cada a?o, miles de parejas de Reino Unido, Rusia y Oriente Pr¨®ximo viajan a Chipre, la isla de la diosa griega Afrodita, para casarse por lo civil.
¡°La comunidad internacional est¨¢ harta de esperar¡±, advert¨ªa Espen Barth Eide antes de la ¨²ltima negociaci¨®n frustrada. El diplom¨¢tico noruego ha intentado acercar posturas durante tres a?os, pero despu¨¦s del fracaso en la reuni¨®n de Crans-Montana, se desped¨ªa del pa¨ªs a primeros de agosto. El descubrimiento de yacimientos de gas al sur de la costa de Chipre puede derivar en otro elemento de confrontaci¨®n. El Gobierno del norte, con Erdogan a favor, exige participar en la explotaci¨®n de unos recursos que pertenecen, seg¨²n ellos, a todos los chipriotas. Estas reservas se extienden por aguas de Israel y L¨ªbano. La?UE apoya la construcci¨®n de un gasoducto?que atravesar¨ªa Chipre y Grecia y que reducir¨ªa la dependencia energ¨¦tica de Europa con respecto a Rusia. Pero hay varios escollos: el elevado coste que tendr¨ªa el gas, la tensa relaci¨®n entre Israel y L¨ªbano, y el problema chipriota.
La presi¨®n puede estallar en cualquier momento. Oleg Reshetnikov no quiere ni pensarlo. Montado en su flamante descapotable, conduciendo a 130 kil¨®metros por hora por la autopista que conecta Nicosia con Limasol, al sur, el empresario ruso presume de lo bien que van sus negocios. Le fascina dejarse llevar por la velocidad mientras atraviesa los campos de trigo que se extienden a ambos lados de la carretera. Si le gusta un sitio, saca el dron del maletero para hacer fotos.
Reshetnikov, de 43 a?os, larga perilla roja y aspecto desenfadado, se instal¨® aqu¨ª con su familia y fund¨® una compa?¨ªa de publicidad online. ¡°Estaba harto del fr¨ªo¡±, cuenta. Tambi¨¦n influyeron las ventajosas condiciones en pol¨ªtica fiscal que ofrece Chipre a los inversores. M¨¢s de 35.000 expatriados rusos residen en Chipre. La mayor¨ªa vive en Limasol, la urbe m¨¢s cosmopolita. Despu¨¦s de cinco a?os de crisis, rescate y recesi¨®n, la econom¨ªa se va recuperando. ¡°Esta isla tiene muchas posibilidades, por eso quiero que mis hijas crezcan aqu¨ª¡±, reconoce Ivan Mikhnevich, uno de los fundadores de la compa?¨ªa de videojuegos Wargaming, con sede en Nicosia. ¡°Por eso hemos creado un partido pol¨ªtico, para luchar por los intereses de los expatriados¡±, cuenta este bielorruso de 38 a?os. ¡°La sociedad a¨²n no es lo suficientemente moderna y democr¨¢tica¡±.
Chipre es hoy m¨¢s que nunca un enclave de nacionalidades y culturas donde cada uno busca su lugar, ajeno al conflicto. Una isla de oportunidades para los futbolistas espa?oles que no han podido brillar en su liga patria. El AEK Larnaca, uno de los equipos de primera divisi¨®n de la parte griega, cuenta en su plantilla con m¨¢s de una decena de jugadores made in Spain. ¡°Yo no sab¨ªa ni d¨®nde estaba este pa¨ªs¡±, confiesa Juanma Ortiz, de 35 a?os, que jug¨® en el Atl¨¦tico de Madrid. ¡°Aqu¨ª cobramos un sueldo a final de mes, nuestros hijos aprenden ingl¨¦s y se parece mucho a Espa?a en el clima y el estilo de vida¡±, explica Imanol Idiakez, el entrenador.
La isla que vio nacer a la diosa Afrodita tambi¨¦n atrae cada a?o a cientos de parejas para contraer matrimonio. Muchos son israel¨ªes y libaneses. En este rinc¨®n tan cercano a Oriente Pr¨®ximo, los enlaces civiles entre personas de diferente religi¨®n no encuentran ning¨²n obst¨¢culo. A las nueve de la ma?ana se celebra la primera boda en el Ayuntamiento de L¨¢rnaca. El novio, Stalisnav Beggelman, es un ruso jud¨ªo afincado en Israel. La novia, Anna Lazko, tambi¨¦n es rusa, pero ortodoxa. Aqu¨ª nadie les pondr¨¢ pegas para dar el gran paso. Los casa Monica Meleki, una concejala b¨²lgara de pelo rojo y cara de mu?eca de porcelana. Empieza la ceremonia. Se escucha una balada de Tina Turner. La m¨²sica la ha elegido Tina Constantinous, la se?ora de la limpieza. Al no tener invitados, ella ser¨¢ la ¨²nica testigo de su amor. Diez minutos despu¨¦s, los reci¨¦n casados empezar¨¢n su luna de miel en este paradisiaco rinc¨®n del Mediterr¨¢neo que sigue sin encontrar su encaje en el mundo.
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