Roberto Saviano: ¡°Los criminales buscan su identidad en mis historias¡±
NADIE FUE AL concesionario a recoger la Ducati Monster roja que hab¨ªa pagado con el inesperado ¨¦xito de Gomorra. Su hermano y ¨¦l cumpl¨ªan a?os con algunos d¨ªas de diferencia y aquel cicl¨®n de 650 cent¨ªmetros c¨²bicos servir¨ªa para celebrarlo. De camino a casa, con solo 26 a?os y una sonrisa incontenible, Roberto Saviano (N¨¢poles, 1979) hubiera jurado que las cosas no pod¨ªan ir mejor. Y ten¨ªa raz¨®n. Ese d¨ªa, como el resto de su familia, tambi¨¦n comprendi¨® que no volver¨ªa a salir solo a la calle durante mucho tiempo. Todav¨ªa menos, subido a una moto. Han pasado 11 a?os desde que el clan de los Casalesi lanz¨® su condena sobre el escritor por desvelar sus manejos en Gomorra y la vida de Roberto Saviano, emocionalmente congelada en muchos aspectos aquel septiembre de 2006, es hoy un elemento indisociable de su obra. La reclusi¨®n forma parte de su leyenda y tambi¨¦n ¡ª¨¦l no lo oculta¡ª de la fascinaci¨®n por sus libros, series o pel¨ªculas. El escritor es, sin remedio, el personaje principal de un universo que se retroalimenta con un ej¨¦rcito de secundarios imaginarios que hablan como los mafiosos a los que ha conocido en largas escuchas policiales, y con verdaderos capos de la Camorra que decoran sus casas y se peinan como sus protagonistas. Los Savastano, Conte y dem¨¢s familias que conforman la particular gen¨¦tica del mal trazada por Saviano corren ahora por las calles de Secondigliano como si fueran sus propias criaturas. As¨ª de poco original es la vida. Y puede que la suya, que transcurre a menudo en una oscuridad plagada de miedos, ansiedades y remordimientos, est¨¦ muchas veces contada. Pero todav¨ªa es complicado no alterarse ante sus cambios de ritmo. Esta entrevista, por ejemplo, iba a ser en un hotel de Bolonia. Pero tras unos minutos de espera, un tipo alto, cuadrado y calvo a quien asoma la puntita del ca?¨®n de una pistola bajo la chaqueta, atraviesa el hall directo al periodista. ¡°Acomp¨¢?eme, daremos una vuelta¡±. Es el jefe de la escolta de cinco carabinieri ¡ªles dedic¨® su pen¨²ltimo libro¡ª que esperan fuera plantados alrededor de dos coches blindados. En el asiento de atr¨¢s del primer autom¨®vil, tocado con una gorra azul y una americana, un chico con barba, y algo cejijunto ¡ªel signo preferido de los mafiosos para burlarse de ¨¦l en los juicios¡ª, alarga la mano y pronuncia lo evidente: ¡°Hola, soy Roberto¡±.
Pero para entender a este Saviano, que hoy pasa la mayor¨ªa del tiempo en Estados Unidos y dando conferencias por el mundo, conviene olvidar por un segundo al joven y talentoso periodista, la historia de la moto o el recuerdo de su vida anterior. Empiecen a pensar en ¨¦l como una gran productora internacional de contenidos narrativos que goza de la admiraci¨®n de Scorsese o Salman Rushdie. Una estrella para quien Bono, rey de las buenas causas, pide aplausos en mitad de un concierto. Su talento narrativo solo es comparable a la habilidad para vender el producto y agarrar por el cuello a su interlocutor. Ya sea en este parque bolo?¨¦s en el que ha pedido hacer la entrevista mientras estira las piernas, o desde el otro lado de la pantalla del televisor.
Su serie Gomorra ¡ªun tremendo ¨¦xito global del que rechaz¨® escribir un remake americano para no estropearla¡ª va por la tercera temporada. El formato le gusta, as¨ª que est¨¢ a punto de empezar otra sobre Muamar el Gadafi, esta vez como autor y productor ejecutivo. La reclusi¨®n y el talento dan para mucho, y sigue publicando en los principales medios de comunicaci¨®n, donde enciende y apaga pol¨¦micas como si fueran cigarrillos ¡ªen una de ellas, el xen¨®fobo Matteo Salvini acaba de amenazarle con retirarle la escolta si llega a gobernar¡ª y escribe libros que se publican en 30 idiomas.
Como La banda de los ni?os (Anagrama), su nuevo y potente artefacto creativo, centrado en la delincuencia juvenil del centro de N¨¢poles y en el cambio de paradigma respecto a las viejas familias. Hoy la Camorra es un animal herido, fragmentado y compulsivo que dispara ya casi sin motivo. Por supuesto, tiene una pel¨ªcula en marcha y qui¨¦n sabe si alguna temporada televisiva.
?C¨®mo se puede hablar del mundo, escribir sobre lo que sucede en la calle, estando recluido con escolta las 24 horas del d¨ªa? Es verdad¡ Esta novela la he construido yendo a juicios, escuchando conversaciones interceptadas, le¨ªa investigaciones y entrevistaba a los supervivientes de estas bandas en la c¨¢rcel. La primera escena de humillaci¨®n, por ejemplo, me la cont¨® un polic¨ªa. Hoy solo puedo estar en la calle con los m¨ªos [se?ala a los cinco escoltas que hacen guardia en el parque]. Ya no puedo ser invisible, y eso lo he perdido. Pero tambi¨¦n tengo mucho m¨¢s acceso al material judicial.
Y c¨®mo son los juicios de estos chicos que describe. ?Hay alg¨²n momento en el que se arrepienten o se derrumban? No. Algunos incluso aplauden al o¨ªr una condena de 25 a?os. Como diciendo, ¡°?a qui¨¦n le importa, tengo 16 a?os y saldr¨¦ con 26!¡±. Est¨¢n orgullosos de entrar en la c¨¢rcel. En otra investigaci¨®n a la que tuve acceso, le preguntan a un chico: ¡°Qu¨¦ quieres hacer de mayor¡±. Y ¨¦l responde: ¡°No lo he pensado nunca, igualmente morir¨¦¡±. ?Estamos hablando de Europa? Parece una frase de un miliciano de la yihad.
Los chicos de Scampia empiezan a peinarse como los protagonistas de Gomorra; las casas de los capos donde ha entrado la polic¨ªa ¨²ltimamente se parecen mucho a la de Pietro Savastano, el jefe camorrista de su serie¡ ?Le preocupa que todo el universo que ha creado empiece a convertirse en un referente para delincuentes? Es que ya lo es. Los camorristas usan las mismas palabras que mis personajes, y son conscientes de ello. Pero no escribir sobre estos temas no evitar¨¢ que sigan con lo que hacen. Si no tienen Gomorra, tendr¨¢n Scarface o El Padrino. Son criminales que ven en estas historias su propia representaci¨®n. En mi pueblo, Walter Schiavone se hizo una casa id¨¦ntica a la de Tony Montana [protagonista de Scarface]. Le dio el v¨ªdeo al arquitecto para que la reprodujese¡ Sin embargo, lo extra?o es que en N¨¢poles ahora han abierto una oficina antidifamaci¨®n y denuncian a quienes consideran que hablan mal de N¨¢poles.
¡°Hay una parte de N¨¢poles que es muy hostil conmigo. Hay gente que me escupe encima. Dicen que yo he hecho dinero a costa de la ciudad¡±.
Y usted est¨¢ el primero en la lista. S¨ª, pero lo que yo hago no es hablar mal de una ciudad. Es contar una herida para que se resuelva. El hecho de que los delincuentes se inspiren en la serie, como sucedi¨® con Breaking Bad, no significa que no cometiesen igualmente los delitos. Pero reconozco que el mundo criminal se ve tan representado en mis historias que busca ah¨ª parte de su identidad. Por ejemplo: si quieres ser capo, te peinas como Genny Savastano [uno de los protagonistas de la serie Gomorra], as¨ª la gente que no te conoce ya sabe que eres un tipo duro. El problema es que a veces leo: ¡°Atentado como en Gomorra¡± o ¡°robo como en Gomorra¡±¡, y eso no es verdad: todo esto ya suced¨ªa antes.
Cuando detuvieron al Chapo Guzm¨¢n encontraron un ejemplar de su libro CeroCeroCero firmado. S¨ª, me trajo muchos problemas. Seg¨²n me dijeron, pon¨ªa: ¡°Para el Chapo, un abrazo¡±. Yo no lo hab¨ªa firmado, claro. Pero hubo una avalancha contra m¨ª. Aunque ha habido muchos capos que me han le¨ªdo, como Michele Zagaria, que ten¨ªa Gomorra. Todos ven la serie.
Pero tenemos un l¨ªo metanarrativo importante, hemos llegado a un punto en el que su ficci¨®n y la realidad criminal se retroalimentan. S¨ª, pero yo siempre intento desmontar el mito del mafioso. Muestro en detalle su vida, sus negocios¡ Yo considero El Padrino una obra maestra, pero nunca ves c¨®mo Michael Corleone gana el dinero. No le ves extorsionar, ni construir los casinos. Y ese relato contribuye a la fascinaci¨®n. He intentado contar los mecanismos internos para evitar la mitificaci¨®n.
En la serie Gomorra, justamente, es imposible empatizar con nadie, incluso cuando empiezas a cogerle cari?o a alguno de los personajes. Eso fue una elecci¨®n muy concreta, tambi¨¦n en la pel¨ªcula. En la serie, por ejemplo, cuando te empieza a gustar el Inmortal porque es un justiciero malvado, ¨¦l tortura a una ni?a. Trabajo sobre la imposibilidad de generar empat¨ªa. Los verdaderos protagonistas no son los personajes, sino Scampia, el poder¡
En Scampia tambi¨¦n est¨¢n en contra de su obra¡ ?Hicieron una manifestaci¨®n en mi contra! Pero cuando volvieron ah¨ª los hijos de Di Lauro, narcos que sal¨ªan de la c¨¢rcel, nadie hizo ninguna manifestaci¨®n. Ninguno dijo que no los quer¨ªa porque hab¨ªan pasado 10 a?os en la c¨¢rcel. Solo se manifestaron contra m¨ª. Incluso hay un manifiesto online que se llama Scampiamoci da Saviano. Entiendo que no les gusten mis obras, pero pensar que yo he creado eso es absurdo.
?Vuelve de vez en cuando a N¨¢poles? S¨ª, sobre todo para los juicios. Pero ya no puedo ir como antes. Hay una parte de la ciudad que es muy hostil conmigo. Si te llevo a dar una vuelta lo ver¨¢s: hay gente que me escupe encima. Dicen que yo he hecho dinero a costa de la ciudad. El dinero honesto que ha ganado una persona que escribe es un problema, pero el que han hecho los criminales durante todos estos a?os, no. Llevo 10 a?os viviendo con esto, es algo muy italiano. Es como si los ciudadanos de Albuquerque se hubieran cabreado con los autores de Breaking Bad por la serie¡
Usted y su historia se han convertido en un personaje que forma parte de su propio relato narrativo. ?C¨®mo gestiona esa relaci¨®n? Intento estar lejos del personaje, me interesa poco. Hace poco me di cuenta de que algunos creen que soy alguien antip¨¢tico o triste, o solo un camorr¨®logo¡ Lo que me ha hecho m¨¢s da?o ha sido tener que afrontar esta imagen que se forman los dem¨¢s de ti. Piense que lo de la escolta va m¨¢s all¨¢ de que te impida llevar una vida normal: uno de los motivos por los que no voy a la playa, por ejemplo, es por las cr¨ªticas que recibir¨ªa por pas¨¢rmelo bien con el dinero de los italianos. Pero es que la escolta sirve para esto, para poder dar una vuelta y estar aqu¨ª ahora.
?Se ha llegado a acostumbrar a esta vida? Puede que un poco, a veces pienso que he aprendido de los condenados al 41 bis [el art¨ªculo del C¨®digo Penal que se aplica a miembros de las mafias tras el asesinato del juez Giovanni Falcone y que obliga a una reclusi¨®n extrema] esa capacidad para estar encerrado tanto tiempo [se r¨ªe]. Pero c¨ªclicamente llega la depresi¨®n: no me quiero levantar, no me f¨ªo de nadie, pienso que todos quieren joderme, gravarme, insultarme¡ En mis redes sociales hay 2,5 millones de seguidores, imagina cu¨¢ntos haters puedo tener.
¡°?C¨®mo convives con la idea de que la gente a la que te acercas tiene que compartir tu destino? Es una situaci¨®n de mierda. Si me posiciono hay avalancha de fango¡±.
Da la impresi¨®n de que ¨²ltimamente le han afectado m¨¢s las cr¨ªticas y ese odio an¨®nimo del que habla que la propia reclusi¨®n. As¨ª es. T¨² puedes preguntarme: ¡°?Te matar¨¢n?¡±. Pues no lo s¨¦. Pero si la luz sigue ilumin¨¢ndome, ser¨¢ muy dif¨ªcil. Pero antes de todo eso, llega la deslegitimaci¨®n. Al juez Falcone tambi¨¦n le sucedi¨®: fue devastado toda la vida por los ataques contra su persona. Yo intento aprender de ¨¦l.
Tambi¨¦n le reprochan que ha copiado historias o que ha plagiado. S¨ª, es eso de ¡°esto ya se sab¨ªa¡± o ¡°esto ya se hab¨ªa contado¡±¡ Pero mi fuerza no se basa en dar exclusivas, sino en hacer visible lo que tenemos bajo los ojos de la cr¨®nica diaria. Yo no descubro c¨®mo los capos hacen seg¨²n qu¨¦ cosas, eso est¨¢ en las investigaciones judiciales. Yo lo narro, lo analizo. Y esto lo he tenido que contar muchas veces. Pero me he pasado a la ficci¨®n para no tener que justificarme m¨¢s.
En esta nueva etapa de su vida, se ha interesado mucho ¨²ltimamente por los ni?os: con este libro, con charlas en escuelas, campa?as contra el acoso¡ Me preguntaba si ha pensado en tener hijos en las condiciones en las que vive. Me produce ansiedad, me da terror pensar que la gente a la que quiero tenga que vivir como yo. Mi madre tuvo un infarto y yo me he sentido culpable. Vine corriendo desde EE UU y, en parte, fue porque me sent¨ª como si le hubiera dado yo el pu?etazo en el coraz¨®n. Hace 10 a?os que la hago ir de un lado a otro sin las contrapartidas que yo he tenido: entrevistas, ¨¦xito comercial, trabajar en lo que me gusta¡ Ella solo ha tenido problemas. Y mi hermano, a quien quiero una barbaridad, lo mismo. ?l me dice que est¨¢ conmigo, pero s¨¦ que est¨¢ cansado de aguantar tanto.
?Se lo han dicho alguna vez? Mi hermano, no, porque tiene esa especie de orgullo. Pero mi madre un poco m¨¢s, tambi¨¦n por c¨®mo me he arruinado yo la vida. Los amigos pagan por m¨ª, y eso es muy doloroso. Yo hago una afirmaci¨®n y van a ellos para responderla. Es muy injusto, no s¨¦ si es normal. E-mails, mensajes en el m¨®vil¡ As¨ª que, ?c¨®mo convives con la idea de que la gente a la que te acercas tiene que compartir tu destino? Es una situaci¨®n de mierda, porque cada vez que tomo una posici¨®n p¨²blica hay una avalancha de fango.
Existe una inclinaci¨®n a pensar que su condena ha sido una bendici¨®n comercial. Lo s¨¦, tambi¨¦n a Salman ?Rushdie le dec¨ªan que ten¨ªa que llevar flores a la tumba de Jomeini por haberlo convertido en el escritor m¨¢s famoso del mundo. Y es cierto que hay un lado que me ha dado algo¡ Pero mire, la verdad es esta: yo, cuando recib¨ª las amenazas, hab¨ªa vendido ya 100.000 copias. Mi madre me dice todav¨ªa: ¡°Roberto, no caminabas, volabas¡¡±. Hab¨ªa conseguido ser escritor, publicaba en peri¨®dicos, era lo que quer¨ªa¡ Cuando llega la amenaza, todo se vuelve m¨¢s grande. Ya ten¨ªa un segundo contrato, me estaba comprando una moto¡ Si pudiera volver atr¨¢s, ir¨ªa a aquel septiembre.
?Cambiar¨ªa lo que hizo despu¨¦s de la amenaza? S¨ª, y ser¨ªa mucho m¨¢s prudente, no hubiera hecho Gomorra de la misma manera. Los desafi¨¦, estaba convencido de ser invencible. Ya ten¨ªa una vida de intelectual de verdad, no esta mierda de vida de vagabundo, o personaje clandestino¡ Esta noche duermo con ellos [se?ala a los carabineros que le acompa?an]. Y adem¨¢s, tengo un sentido de culpa enorme porque he arruinado la vida de mucha gente que quer¨ªa mucho. Pero yo ten¨ªa 26 a?os, era muy joven, y estaba convencido de ser invencible. Al final me han despedazado¡ Pero bueno, todav¨ªa estoy aqu¨ª.
?C¨®mo combate el sentimiento de culpa? Lo sufro mucho, siento que no merezco la felicidad. Mis elecciones han determinado la vida de mi entorno. Mi hermano estaba tranquilamente en su pueblo antes de todo esto¡ [toda su familia se mud¨® al norte de Italia]. Tengo dos sue?os recurrentes. En uno estoy en una habitaci¨®n sin ventanas, cerrada a cal y canto, de la que solo puedo salir entrando en un agujero. El otro es que encuentro a mi hermano y a mi madre y no me reconocen.
?Y por qu¨¦ no deja de escribir sobre N¨¢poles? Cuanto m¨¢s me alejo, m¨¢s escribo sobre N¨¢poles. La distancia aumenta la cercan¨ªa del coraz¨®n, del pensamiento y del an¨¢lisis. Todo mi alejamiento es un modo para seguir en N¨¢poles. Es mi tierra, la conozco muy bien y la echo de menos. Por eso me parece una infamia que me llamen enemigo de la ciudad. Cada vez que cierro un contrato, tecleo en Google: ¡°Casa en venta en N¨¢poles¡±. Entonces llamo al banco para pedir la hipoteca, y el tipo me responde: ¡°?Seguro que en N¨¢poles?¡±. Luego cuelgo y no vuelvo a llamar.
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