La no vida de Roberto Saviano
No s¨¦ si estoy medio muerto o medio vivo. Lo que s¨¦ es que la amenaza de los Casaleses me ha convertido en peor persona. M¨¢s desconfiado, m¨¢s ego¨ªsta. Siento odio por los amigos que me abandonaron cuando sali¨® el libro, entre una partida de Playstation y una de la Liga Fant¨¢stica. Apenas salgo de casa. No puedo usar tarjeta de cr¨¦dito. Vivo escoltado 24 horas al d¨ªa. Ya no soy un hombre, soy un equipo. Los muchachos son fant¨¢sticos, son napolitanos como yo, hacemos deporte juntos, boxeamos en el gimnasio... Pero echo de menos N¨¢poles, aquellos retrasos eternos del tren en la estaci¨®n... El tiempo se ha deformado, los minutos son extra?os, cada movimiento banal requiere un d¨ªa entero. Y no puedo hacer las cosas m¨ªnimas: pasear, tomar algo en un bar, comprar una nevera. Ayer fuimos al supermercado y fue pat¨¦tico. Los carabineros alrededor del carrito, todos opinando sobre la pasta que deb¨ªa coger. La gente se asust¨®, nos abrieron paso en la caja para que nos fu¨¦ramos r¨¢pido. Cuando salimos les dije a los chicos: 'No volvemos".
As¨ª es la vida de Roberto Saviano. Una vida no vida, una vida-muerte, una especie de muerte en vida. Tr¨¢gica muchos ratos, a veces tambi¨¦n tragic¨®mica, tensa sin interrupci¨®n. Triste, solitaria y virtual.
El ¨¦xito de Gomorra, uno de los fen¨®menos m¨¢s espectaculares de la historia italiana (dos millones de copias en su pa¨ªs, 33 traducciones, m¨¢s de dos a?os en lo alto de la lista de best sellers), se ha convertido en una maldici¨®n para su autor.
Reconocimiento, premios y elogios, fama, dinero y viajes no compensan la otra cara de la moneda: Saviano ha sido difamado, escupido e insultado por los j¨®venes de su propia tierra, abandonado por sus amigos, condenado a muerte. Y hoy vive agazapado, rodeado de armas y carabineros, a toda velocidad y a media voz.
Sus ojos muestran una melancol¨ªa infinita, sus gestos son a ratos desesperados; su cara, la imagen de la vulnerabilidad. No deja de hablar por los dos m¨®viles y de mandar y recibir sms. "Casi no veo a nadie, es mi mayor v¨ªnculo con la gente".
S¨®lo tiene 29 a?os, pero se nota que ya no es aquel muchacho bromista que se iba a comer el mundo cuando se licenci¨® en filosof¨ªa por la Universidad Federico II de N¨¢poles, siguiendo la ilustre herencia de Giordano Bruno y Benedetto Croce. En aquella ¨¦poca empez¨® a escribir su primer relato real, titulado La tierra padre. Naturalmente, trataba sobre la Camorra.
Contada por Saviano, la Mafia napolitana, o mejor dicho, campa?a, dej¨® de ser lo que era a ojos de mucha gente -una banda de bandoleros dirigidos por tipos m¨¢s o menos honorables que trafican y asesinan, pero en el fondo protegen a una poblaci¨®n abandonada a su suerte (aunque esto ¨²ltimo siga siendo verdad)-. Y pas¨® a ser El Sistema, un poderoso holding criminal que, seg¨²n el ¨²ltimo censo realizado por el jefe de los carabineros de N¨¢poles, general Gaetano Maruccia, responsable de la seguridad de Saviano, "cuenta al menos con 80 clanes y m¨¢s de 3.000 afiliados armados, a lo que se a?ade una extensa red de colaboradores".
En otras palabras, un ej¨¦rcito sin uniforme ni moral, que comete, de media, un asesinato cada 2,5 d¨ªas desde 1979, factura miles de millones de euros anuales, controla una parte del tr¨¢fico de coca¨ªna europeo, domina el negocio de la extorsi¨®n, la usura, las basuras y el transporte de desechos t¨®xicos, capta a ni?os de 11 a?os pag¨¢ndoles como centinelas, obtiene grandes contratos p¨²blicos que se licitan en Campa?a, blanquea ingentes cantidades de dinero negro en la construcci¨®n espa?ola, compra pol¨ªticos, designa alcaldes, maneja de forma directa o indirecta el 40% de las tiendas de N¨¢poles, cose ropa en negro para las grandes firmas, dirige la importaci¨®n y distribuci¨®n de mercanc¨ªas falsas procedentes de China, y campa a sus anchas en el puerto de la ciudad y el sector alimentario.
Cuando Saviano empez¨® a escribir, estimulado por la fiebre de libertad y aventura que le inculcaron sus lecturas precoces y, m¨¢s tarde, por el aura de rebeli¨®n respirada en los seminarios que dirige Gerardo Marotta, abogado y fil¨®sofo octogenario, todav¨ªa gran baluarte moral napolitano, en el Instituto de Filosof¨ªa fundado por Croce, era un chaval feliz, aunque no paraba de trabajar. "Ten¨ªa cuatro o cinco oficios: en una pizzer¨ªa, dando clases de repaso a ni?os por las tardes, como alba?il ocasional en el campo de Caserta, becado para un doctorado en historia contempor¨¢nea y colaborando en peri¨®dicos y webs como Nazion e Indiana".
As¨ª y todo, tard¨® s¨®lo unos meses en enhebrar los 11 relatos reales que forman Gomorra. "Escrib¨ªa en un apartamento de los vicoli (callejones) de I Quartieri Spagnoli. Compart¨ªa piso con amigos. Ten¨ªa mi habitaci¨®n propia, y all¨ª escrib¨ªa, parapetado tras los papeles de los jueces. Hab¨ªa siempre un ruido infernal en el barrio. Cuando me fui no pod¨ªa dormir porque hab¨ªa demasiado silencio. Adoraba aquel sitio, era un lugar familiar. Suena ret¨®rico, claro, porque la familia sirve para controlarte. En casa viv¨ªa una amiga costurera, y ten¨ªamos de vecinos a 30 budistas que meditaban y cantaban. Un d¨ªa, un napolitano se hart¨®, sali¨® a la ventana y les grit¨®: "?Al¨ª Bab¨¢, me est¨¢is tocando las pelotas!".
Poco despu¨¦s, el manuscrito se convirti¨® en libro gracias al olfato de los editores de Mondadori. "Me publicaron el primer cuento en la revista Nuovi Argumenti (abril de 2005), y despu¨¦s me hicieron un contrato de joven promesa. Me dieron 5.000 euros como anticipo por 5.000 copias", recuerda Saviano.
Muy pronto ese contrato dio paso a otro con cifras de estrella. "En mayo de 2006, cuando el libro sali¨® por fin a la calle, era el tipo m¨¢s feliz del mundo. Viv¨ª los cinco mejores meses de mi vida. Era un hombre libre. Dej¨¦ de ser alba?il, y la pizzer¨ªa. Los cr¨ªticos me elogiaban y los lectores me le¨ªan, era escritor como hab¨ªa so?ado. Luego me dieron el Premio Viareggio, se vendieron 100.000 copias, empec¨¦ a escribir en La Repubblica y Espresso, a hablar en televisi¨®n... Y, de repente, en octubre, todo se par¨®. Y me qued¨¦ clavado en esos meses. Todo lo que ha pasado despu¨¦s no lo he vivido".
Llegaron las primeras amenazas de los Casaleses, el clan del pueblo donde se cri¨®, Casal del Pr¨ªncipe. Y eran n¨ªtidas. Deb¨ªa morir. No s¨®lo sab¨ªa demasiado y lo hab¨ªa contado con nombres y apellidos, relacionando cada dato con su fuente, sino que, sobre todo, el libro hab¨ªa llegado a demasiada gente. La Camorra estaba en boca de todos. Ya no era el tradicional mal menor napolitano (fisiol¨®gico, alegal...). Era un c¨¢ncer internacional.
Los jueces antimafia tomaron la advertencia en serio. Hab¨ªan ayudado al joven periodista d¨¢ndole acceso a los procesos (escritos y orales) contra Francesco Schiavone, Sandok¨¢n; Antonio Iovine, Michele Zagar¨ªa, Francesco Bidognetti (todos Casaleses) y otros bosses napolitanos como los Di Lauro o Lo Russo.
Y aquel muchacho de aspecto desvalido (cara de camorrista, cr¨¢neo cubista, barba de tres d¨ªas, pies planos "y peso welter") hab¨ªa respondido a la confianza con una prosa de cirujano que mezclaba coraje, calidad, denuncia y ¨¦tica. Hac¨ªa falta protegerle, y r¨¢pido. El 13 de octubre de 2006, el ministro del Interior, Giuliano Amato, decidi¨® que Saviano deb¨ªa vivir escoltado. "Recuerdo que el d¨ªa en que vinieron los carabineros a buscarme a casa para llevarme al cuartel, los vecinos bromeaban: '?Robb¨¨, por fin te han arrestado!'. Amato fue de una sensibilidad extraordinaria. Dijo que el Estado deb¨ªa protegerme porque a trav¨¦s de m¨ª defend¨ªa la libertad de expresi¨®n, un principio constitucional. Eso me convirti¨® en s¨ªmbolo de la libertad de palabra. Siempre le agradecer¨¦ eso".
Han pasado dos a?os y cuatro meses desde aquel 13 de octubre. Sus viejos amigos se largaron. Su antigua novia le dej¨®. Su familia se dispers¨® m¨¢s de lo que estaba (sus padres se separaron muy pronto). Y Saviano se culpa de todo eso. Lamenta, dice, "haber destruido mi mundo por un libro; haber hecho da?o a todos los que me quer¨ªan".
Su vida est¨¢ "suspendida, cancelada, detenida". Como esas vidas rotas de repente por un accidente, un atentado o una condena injusta.
S¨®lo fuera de Italia se relaja un poco m¨¢s. Por eso, en noviembre se dio el desahogo de decir que se iba del pa¨ªs, que hab¨ªa decidido exiliarse por un tiempo. Se arrepinti¨® enseguida. Dif¨ªcilmente otro pa¨ªs aceptar¨ªa dedicarle (y pagar) la protecci¨®n que necesita. "Es as¨ª. O no me dan protecci¨®n, o me dan una escolta como la que tengo aqu¨ª". Un destino casi irreversible.
Hacer la cita para este reportaje ha llevado semanas por cuestiones de seguridad. El primer intento, en diciembre, se aplaz¨® porque los niveles de alerta se dispararon del todo. Un primo de Sandok¨¢n, llamado Carmine Schiavone y colaborador de la justicia (un pentito: arrepentido), revel¨® que la Camorra ten¨ªa plan y fecha. Lo matar¨ªan antes de que acabara el a?o, colocando una bomba a su paso por la autopista A-1 que une Roma con N¨¢poles.
Superada esa angustiosa fecha de caducidad, la alerta baj¨®. Schiavone, que m¨¢s que un pentito parece el portavoz de la Camorra, declar¨® que sus ex compinches hab¨ªan decidido esperar a que se apaguen un poco los focos para matarle. Con m¨¢s calma. Por fin pudimos pactar el encuentro. Con la ayuda de su amabil¨ªsima asistente, Manuela, programamos ir juntos a N¨¢poles, comer con ¨¦l, conocer a su amigo el general Maruccia, comandante del Comando Provinciale dei Carabinieri di Napoli. E intentar explicar lo que siente un escritor condenado a muerte que a¨²n no ha cumplido 30 a?os.
Es 16 de enero, hace una ma?ana preciosa y g¨¦lida, y los dos coches blindados llegan puntuales y muy juntos, desliz¨¢ndose con elegancia italiana. Saviano va sentado en el primer coche, asiento de atr¨¢s, a la derecha. Las sirenas dejan de ulular y los autos se detienen. Los cinco escoltas bajan y otean la calle con sus gafas oscuras y sus pinganillos. Saviano se queda sentado dentro del Lancia Thesis gris.
Nos saludamos, y Pina empieza a hacer fotos. Los carabineros ni se inmutan. Est¨¢n habituados. A estas alturas han sido fotografiados 2.000 veces y saben que la Camorra conoce al cent¨ªmetro sus caras, que sin embargo no denotan miedo alguno.
Los chicos de la escolta llevan chalecos antibalas, cazadoras negras y pistol¨®n al cinto. Tienen la cara curtida y acento napolitano, y se mueven como profesionales. No dan un paso en falso, no hacen un gesto de m¨¢s. Son silenciosos, y cuando hablan es en voz baja y con pocas palabras. Nando, el jefe, ejerce un mando suave pero inflexible.
Saviano hace el recuento del armamento: los Casaleses tienen 100 kilos de TNT y un variado arsenal de metralletas y pistolas. "S¨¦ que acabar¨¢n conmigo. Tarde o temprano lo har¨¢n".
Silencio absoluto durante un rato largo.
Avanzamos a bandazos y tirones. Salir del centro de Roma un lunes a la una de la tarde suele ser una empresa heroica. Pero en diez minutos estamos en la A-1. La del ultim¨¢tum. Marco pisa a fondo el acelerador y en unos segundos el Lancia despega hacia N¨¢poles. Pina sigue haciendo fotos y filmando (v¨ªdeo en elpais.com), y el habit¨¢culo se hace diminuto para tomar notas. Pero no parece sitio ni momento para quejarse.
-?As¨ª que ¨¦sta es su vida actual?
-As¨ª es. Ellos van a los sitios antes de que vaya yo. Llegan primero ellos, controlan, luego voy yo. Para cualquier cosa. Si hay que comprar una nevera, por ejemplo, ellos van delante, luego voy yo y la miro, elijo el modelo, y vamos a otra tienda distinta a comprarla. Nunca volvemos al mismo sitio.
-?Siempre ha tenido cinco escoltas?
-Empec¨¦ con dos, luego subieron a cinco.
-?Cambia mucho de casa?
-Cada vez que vemos un detalle raro. Por ejemplo, si hay una obra en un edificio cerca y sabemos que en ella trabaja gente de N¨¢poles que, por ejemplo, ha sido juzgada, me cambian de casa. Basta con eso.
-?Le escoltan tambi¨¦n dentro de casa?
-No, normalmente en casa no entran. Esperan detr¨¢s de la puerta. Veinticuatro horas.
-Parecen tranquilos.
-Tienen experiencia antimafia de muchos a?os. Han protegido a personalidades, jueces y supertestigos. Los eligi¨® Maruccia.
-Con tanto roce se habr¨¢n hecho amigos.
-Claro, son tipos magn¨ªficos. Y eso me obliga a seguir adelante, a no renunciar. Les debo eso a los que me defienden.
-?Ve a otros amigos en casa alguna vez?
-Poco. Muchos se han alejado desde que sali¨® el libro. Entender eso fue muy doloroso. Es natural porque desapareces, te haces invisible y te vuelves peor persona. Desconf¨ªas, est¨¢s nervioso, tienes la cabeza en otro sitio, y nada ni nadie parece a la altura tr¨¢gica de tu situaci¨®n...
-La normalidad se hace absurda.
-S¨ª, las propuestas de las personas normales, hablar de idioteces, ir a tomar una cerveza, tener charlas superficiales, al principio no lo aguantaba. Estaba metido en un torbellino donde s¨®lo exist¨ªa mi trabajo, mi situaci¨®n, y buscaba respuestas en los libros. He hecho una especie de descenso a los infiernos literarios para entender qui¨¦n, antes que yo, en situaciones m¨¢s graves, ha logrado sobrevivir.
-?Y qu¨¦ autores le han ayudado?
-Los perseguidos por los sovi¨¦ticos, Bor¨ªs Pasternak, Varlam Shalamov... Y m¨¢s recientemente, Anna Politovskaia, que acab¨® de forma tr¨¢gica, pero se enfrent¨® siempre a las difamaciones. No la olvidar¨¦. Ni olvido las cartas y diarios del juez Falcone, lo que escribi¨® y public¨®, porque resisti¨® ataques cotidianos, parecidos a los que sufro yo...
-Y, tantas veces, con la complicidad del Gobierno.
-S¨ª. Estoy convencido de que en Italia, cuando se lucha contra determinados poderes, el destino de las personas queda marcado. No necesariamente de forma tr¨¢gica, aunque muchas veces sea as¨ª...
-?Dej¨¢ndote fuera del circuito?
-Te calumnian, dicen que te exhibes, que te haces publicidad. Eso es lo incre¨ªble, porque se crea un c¨ªrculo vicioso que impide la palabra. Y lo que las mafias temen es justo eso: la atenci¨®n.
-Cuando escribi¨® el libro, ?imagin¨® que pasar¨ªa algo as¨ª?
-Yo era un tipo joven que le¨ªa, discut¨ªa y escrib¨ªa. De repente, me encontr¨¦ en medio de esta guerra. Pensaba que me iba a crear problemas, pero no tan graves. Ahora no puedo pisar N¨¢poles. Este viaje es el primero que hago en un mes. Todas las ciudades me invitan menos la m¨ªa. A pesar de que Gomorra es el libro m¨¢s vendido de la historia sobre la ciudad.
-Suena ir¨®nico, s¨ª.
-Quedan pocos faros de resistencia, pocas fuerzas sanas all¨ª. Uno es Marotta, el fil¨®sofo; otro, el cardenal Sepe. Y el padre Raffaele Nogaro, en Caserta, que sigue la tarea de don Peppino Diana, el cura de Casal di Principe que fue asesinado. Es curioso que las instituciones religiosas hagan la labor del Estado. ?se es el drama del sur de Italia.
-?La crisis econ¨®mica lo empeorar¨¢?
-Seguro. Y eso permitir¨¢ al capital criminal entrar en todas partes.
Debemos de ir por el kil¨®metro 80. Faltan 150 para N¨¢poles. No hay mucho tr¨¢fico, y el coche vuela como en los videojuegos. Los que van por la izquierda se meten bajo nuestro morro a toda mecha. "Tardamos poco m¨¢s de una hora", informa Saviano, "si los carabineros nos paran, sonre¨ªmos". Es la primera broma del viaje. Saviano parece de mejor humor que hace unos meses, cuando dijo que se iba. Pero seg¨²n nos acercamos a N¨¢poles se pone m¨¢s tenso.
-En realidad, vive una especie de vida virtual. Como de superh¨¦roe al rev¨¦s.
-Una vida virtual y blindada. La gente me visita como a un enfermo, me traen agua y az¨²car, como decimos en Italia. La satisfacci¨®n me la dan cosas virtuales, como Facebook, recibo miles de mensajes de j¨®venes. Eso es precioso. Todav¨ªa en este pa¨ªs hay gente que tiene ganas de la palabra.
-?Siente m¨¢s ese apoyo que el de la clase intelectual?
-De repente ha cambiado el papel del escritor y algunos se han sentido bajo asedio. Mucha gente les exige que se pronuncien. Antes cre¨ªan que los libros no pod¨ªan cambiar las cosas, hoy ya no se puede decir eso. Quiz¨¢ se puede decir que algunos escriben palabras que no cambian las cosas, y otros escriben palabras que permiten a la gente tener instrumentos para cambiar las cosas. El poder enorme que tiene el lector que elige leer un libro... Quiz¨¢ ¨¦l no se da cuenta. Yo s¨ª. Los lectores, y no el libro, son la clave de mi historia. Si nadie lo hubiera le¨ªdo, a la Camorra le habr¨ªa importado mucho menos.
-La periodista de Il Mattino Rosaria Capacchione, autora del libro El oro de la Camorra, tambi¨¦n vive bajo escolta.
-S¨ª, es un caso parecido. La diferencia es que todav¨ªa vive en N¨¢poles y trabaja all¨ª. A m¨ª me consideran un payaso porque escribo fuera, a ella la respetan.
-Ya dijo Cannavaro que estas cosas de la Mafia es mejor no esparcirlas...
-La Mafia hace sentir culpable a todo el mundo. A unos porque saben poco, a otros porque piensan mucho. Cannavaro se equivoca en una cosa. No es un problema local, es global: invierten en todas partes.
-Muchos napolitanos piensan como ¨¦l.
-S¨ª, un d¨ªa un abogado me grit¨®: "?A ti la escolta te la pago yo!". Y los vecinos de un apartamento que tuve se organizaron y pagaron varios meses por adelantado mi alquiler para no tenerme all¨ª.
N¨¢poles aparece, ancha y bell¨ªsima, en el horizonte. "Ves N¨¢poles y despu¨¦s mueres", reza el dicho. Una frase que no parece oportuno citar cuando el coche aparca en el cuartel de carabineros. Por suerte, la pizzer¨ªa est¨¢ cerca, en la calle de Toledo. He ah¨ª la explicaci¨®n de por qu¨¦ la Mafia napolitana se llama Camorra.
Los libros son la gran pasi¨®n de Saviano. Desde peque?o. S¨®lo se le ilumina la cara cuando habla de literatura y cuando llega la pizza humeando, vera napolitana: mozzarella de b¨²fala, tomates cherry, crujiente y blanda a la vez. Un manjar.
Saviano la corta en tri¨¢ngulos y sopla por encima haciendo c¨ªrculos, como un ni?o. Luego dice que tom¨® de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, la inspiraci¨®n para escribir su "relato real". Y que est¨¢ deseando encontrarse con Mario Vargas Llosa y venir con ¨¦l a N¨¢poles. "Es un escritor fabuloso y, como Cervantes, conoce el alma napolitana. Lo elegir¨ªa como padrino para mi regreso p¨²blico, me dar¨ªa mucho placer. Ser¨ªa estupendo si Marotta lo organizara en el Instituto, porque esa gran tradici¨®n laica y c¨ªvica napolitana es la que me ayud¨® a escribir el libro. Los maestros de los revolucionarios franceses eran napolitanos. Aqu¨ª nacieron las ideas de libertad en Europa. Y no por azar Giordano Bruno muri¨® en la hoguera, sino porque intent¨® volver a N¨¢poles. Ten¨ªa la hospitalidad del mundo entero, pero prefiri¨® volver. Lo detuvieron en Venecia y lo quemaron. Algunos me dicen: 'Habla de la gran cultura, y no de la mala vida'. Caravaggio es la belleza, y esa belleza me da fuerzas para contar el mal. Si no existiese esa belleza, no habr¨ªa esperanza de salir. Pero si la belleza la usamos para cubrir el mal, se convierte en tapadera".
Otra fuente de resistencia es el humor napolitano. Eduardo de Filippo, Tot¨°, "y su sentido tr¨¢gico y c¨®mico de la vida". "De Filippo era como Tot¨° dirigido por Pasolini. La tragedia de la miseria y el hambre, y el re¨ªrse de ambas cosas y hacerlas parecer f¨¢ciles. Tomaba a broma su destino, pero no es verdad que lo ¨²nico l¨ªcito sea resignarse".
Aunque Salman Rushdie le anim¨® a hacerlo. "Estuve con ¨¦l en Nueva York. Llegu¨¦ con la escolta, se acerc¨® con Ian McEwan, cada uno me cogi¨® de un brazo y me llevaron al coche. No me lo pod¨ªa creer. Salman me dijo lo que siento. Que mucha gente piensa que para un escritor estar amenazado es glamouroso. Que nadie me entender¨¢, salvo alg¨²n pol¨ªtico (¨¦l dice que s¨®lo le entend¨ªa Margaret Thatcher). Que nadie creer¨¢ que lo que m¨¢s deseas es tomar un caf¨¦ en un bar. Que la ¨²nica forma de reconquistar tu libertad es decidirlo. Que lo importante es mantener libre la cabeza y saber cu¨¢ndo quieres volver a ser libre. Que me busque un buen exilio... Pero eso tengo que pensarlo bien, porque comenzar de cero es dif¨ªcil".
Se acab¨® la pizza: un caf¨¦ napolitano, exquisito, y nos vamos a paso ligero a conocer a uno de los mejores amigos de Saviano: el general Gaetano Maruccia, hombre afable, culto y cort¨¦s.
-?Por qu¨¦ ha sido tan importante el libro de Saviano, general?
-Porque ha amplificado la atenci¨®n del gran p¨²blico sobre la Camorra y ha hecho m¨¢s comprensible su potencial criminal. Antes se cre¨ªa que eran meros g¨¢nsteres urbanos, no criminales organizados como la Cosa Nostra o la 'Ndrangheta. Parec¨ªan el pariente pobre de las mafias, y no es as¨ª. Son un poder armado y horizontal, con diversas estructuras y una jerarqu¨ªa poco clara, compuesto de grupos aut¨®nomos y a veces enfrentados entre s¨ª. Y varios niveles. Las peque?as bandas locales, que viven sobre todo del pizzo y el tr¨¢fico local de droga, son responsables del gansterismo urbano y a veces trabajan para bandas que no tienen nada que envidiar a las endrine calabresas o las familias sicilianas.
-?Teme por la vida de Saviano?
-El dispositivo es adecuado al nivel de riesgo. Obviamente, es necesario mantener siempre la guardia alta y actuar con extrema prudencia.
-Usted le conoce hace a?os. ?Podr¨ªa definirlo en diez l¨ªneas?
-Eso no se le pregunta a un amigo, y menos si est¨¢ ¨¦l delante. Es un joven brillante, inteligent¨ªsimo, sabe manejar los datos con enorme visi¨®n analizando el presente y anticipando el porvenir. Su gran talento para escribir le ha permitido hacer ese libro, basado en el estudio anal¨ªtico del fen¨®meno y en su gran conocimiento del terreno. Sabe ver cosas que a otros se les escapan. No siempre ver es saber ver. Su riqueza cultural y su innata capacidad de an¨¢lisis y s¨ªntesis le deben llevar a escribir con profundidad de lo que sea. Gomorra es la demostraci¨®n tangible de su calidad de escritor-periodista. Pero no debe afirmarse en el imaginario colectivo s¨®lo como experto en Camorra. Debe escribir de otros temas.
-?Se acabar¨¢ exiliando?
-Creo que sus declaraciones sobre un posible traslado al extranjero fueron s¨®lo el momento de desmoralizaci¨®n de un joven que se ha visto de repente en el centro de una fama y una red muy compleja de responsabilidades y tareas. Si sucediese eso, no ser¨ªa coherente con su forma de ser ni con su mensaje de compromiso social. Pero conoci¨¦ndole, estoy seguro de que eso no pasar¨¢.
-?Ganar¨¢n esta guerra?
-Estoy convencido, no luchamos solos. No hay tiempos, es una batalla diaria. Hace falta esencialmente reforzar las intervenciones sociales, dar oportunidades para que se pueda salir del perverso circuito criminal. S¨®lo con represi¨®n no vamos a ninguna parte. Necesitamos todos los recursos, cultura, trabajo, educaci¨®n, paciencia y tiempo, escritores, periodistas. Se trata de erradicar la violencia como concepto de vida.
Estamos de vuelta en Roma. Saviano se escabull¨® el viernes a media tarde para pasar el fin de semana con la mamma (versi¨®n oficial), y hoy hemos quedado en la sede de su editorial, Mondadori. En el s¨®tano del edificio, un lugar oscuro, pero no demasiado carcelario, comparte una peque?a oficina con Carlo Carabba, de 28 a?os, editor de Nuovi Argumenti y uno de los que ayudaron a descubrir al "genio" cuando en 2005 ley¨® y recomend¨® a la revista el primer relato.
"No es verdad que Roberto haya cambiado a peor", explica Carabba. "Sigue siendo muy simp¨¢tico y bromista, y es menos t¨ªmido, est¨¢ m¨¢s seguro de s¨ª mismo. Las amenazas le han hecho da?o, sobre todo los ataques de sus paisanos j¨®venes. Pero el calor de sus lectores es enorme. Eso le ha dado mucha fuerza".
Por fin, la buena noticia: Saviano est¨¢ escribiendo otra vez. Tiene dos proyectos sobre la mesa. Uno es una novela real sobre el crimen organizado internacional. El otro hablar¨¢ de ¨¦l mismo, del hombre solitario. Ser¨¢ casi una vendetta.
-Tengo que canalizar de alguna forma el rencor que siento hacia los amigos que me dejaron cuando escrib¨ª Gomorra. Siento odio hacia ellos. Entiendo que la vendetta no es un arte noble, pero me dejaron tirado cuando m¨¢s les necesitaba. Y la amistad es lo contrario, ?no?
-?Con la familia las cosas van mejor?
-Cuando mis padres se separaron, mi hermano y yo nos quedamos con mi madre, que es qu¨ªmica y siempre estaba de viaje yendo a congresos. Estudiamos en un colegio de Caserta. A mi padre, que es m¨¦dico de pueblo, le ve¨ªamos el fin de semana... He arruinado la vida de todos los que ten¨ªa cerca. Mi hermano se fue a trabajar al norte. Y con mi padre no tengo relaci¨®n.
-Dicen que todo est¨¢ en la infancia. ?Qu¨¦ recuerda de la Camorra de entonces?
-Mi padre me llevaba a visitar enfermos a los pueblos del campo casertano. Muchas veces ve¨ªa escenas apocal¨ªpticas. Recuerdo las b¨²falas muertas flotando en el r¨ªo Volturno. Cuando se hac¨ªan viejas, las tiraban al agua para ahorrarse la bala. Recuerdo que pesc¨¢bamos lubinas en el r¨ªo, porque a fuerza de que la Camorra robara la arena del r¨ªo para hacer cemento, en vez de que el r¨ªo desembocara en el mar, el agua salada entraba en el cauce. Mi padre siempre tuvo miedo de la Camorra, pero nunca se rebel¨®. Ve¨ªa sus coches lujosos y sent¨ªa rabia. Pero no dec¨ªa nada, nunca. Siempre sent¨ª esa asfixia. Todo iba mal, pero nadie pod¨ªa pararlo. Siempre fue as¨ª. "Si eres furbo (p¨ªcaro), puedes aprovecharte", dec¨ªan. Si piensas que lo puedes cambiar, eres un listillo, un loco. Como si alguien fuera a Roma y dijera que el Papa se tiene que ir de San Pedro. La Camorra sabe que s¨®lo tiene problemas cuando mata demasiado. Ayudan a las familias con hijos minusv¨¢lidos, a los chicos que suspenden en el colegio los mandan a Roma para que aprueben...
-As¨ª que no son s¨®lo el Estado, sino el Estado del bienestar.
-Pero el welfare camorrista es un privilegio, no un derecho. Te lo pueden quitar.
-?Cu¨¢ndo decidi¨® ser escritor?
-A los 14 o 15 a?os. Siempre le¨ªa, me enloquec¨ªan los cl¨¢sicos. Nacer en tierra de Camorra no s¨®lo supone muerte y sangre, tambi¨¦n vives rodeado de las mejores ruinas de la antig¨¹edad. An¨ªbal y Espartaco eran los personajes de mi infancia. Mi abuelo y mi t¨ªo siempre me contaban historias de Espartaco. La cultura es lo que nos salva la vida de verdad, mi tierra me ha regalado eso. La An¨¢basis de Jenofonte se parece a m¨ª. Para escribirla, Jenofonte se hizo mercenario. Jenofonte estaba tatuado, y yo tambi¨¦n. Se tatu¨® un jabal¨ª. Lo consideraban un reaccionario. Pero en el libro dijo: "No te f¨ªes de quienes escriban cosas no vividas".
-Pero a usted ese libro vivido le ha jodido la vida.
-Ahora estoy encerrado en habitaciones, voy de habitaci¨®n a habitaci¨®n, a veces doy pu?etazos en las paredes. Es una media muerte, o una media vida.
-Acabar¨¢ alg¨²n d¨ªa...
-Quiz¨¢ mi liberaci¨®n llegar¨¢ y podr¨¦ pasear otra vez por la plaza del Plebiscito cuando sea viejo, o con una peluca rubia. Pero no lo creo. N¨¢poles no s¨®lo no olvida, tambi¨¦n siente rencor. Gomorra ha saltado la tapa de tantos silencios... No me lo perdonar¨¢n nunca. Me dicen: "Est¨¢s ganando pasta con la monnezza (basura), ?eh?", o "deja de escribir gilipolleces, buffone". Los escoltas se indignan m¨¢s que yo, y tengo que decirles que me deben defender de los ataques f¨ªsicos, no de los espirituales.
-Orhan Pamuk se ha ido de Turqu¨ªa.
-Europa, con M¨¦xico, es hoy el lugar de m¨¢s riesgo para los escritores. Al autor de El Padrino b¨²lgaro le mataron de un tiro en la cabeza. A Politovskaia y a la periodista que retom¨® su trabajo, tambi¨¦n... Les da miedo el autor que consigue hacer llegar el mensaje fuera del territorio.
-?Piensa mucho en su propia muerte?
-Bastante. Me dicen que el TNT es lo peor, a m¨ª me dan m¨¢s miedo las balas. S¨¦ que me lo har¨¢n pagar, est¨¢ escrito. Convivo tanto con eso, que ya ni me asusta. Cuando lleguen, que llegar¨¢n, ser¨¢ dentro de un tiempo. La tensi¨®n me defender¨¢ unos a?os. Mientras tanto, ellos y sus 200.000 seguidores, y tantos pol¨ªticos que intentan minimizarlo, que dicen que son exageraciones, seguir¨¢n con la difamaci¨®n. Dir¨¢n que he copiado, que soy un payaso. Se lo dec¨ªan a Falcone. Y ¨¦l le dijo a su hermana una cosa tremenda. Que no se defend¨ªa de la calumnia porque se defiende sola, y que la Mafia le har¨ªa un favor mat¨¢ndole porque as¨ª quedar¨ªa claro que no era un arribista y dec¨ªa la verdad.
-No podemos terminar as¨ª. Su arma es la palabra y la verdad, y son m¨¢s poderosas que las balas.
-Contar la verdad me ha ayudado a alejar las sombras que ten¨ªa encima y dentro. En parte han ganado ellos, por hacerme vivir as¨ª. Pero por otro lado han perdido. En Facebook hay miles de j¨®venes discutiendo sobre la Camorra. Me han destruido la vida, pero lo que yo he hecho ya no es m¨ªo. Es de los ni?os.
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