Banderas
Se ha hecho en la manifestaci¨®n de Catalu?a contra los atentados una afrenta generalizada a las religiones y a las v¨ªctimas
?Alg¨²n desinformado encontr¨® una frase que tuvo su fortuna en la manifestaci¨®n en Barcelona: ¡°Vosotros pon¨¦is las pol¨ªticas; nosotros, los muertos¡±. No se sab¨ªa a qui¨¦n hac¨ªa referencia el ¡°nosotros¡±, pero atendiendo al ingenioso consellerde Interior, los portadores de la pancarta solo pod¨ªan reivindicar a dos de los muertos. Los dem¨¢s, hasta 16 contabilizados, eran ciudadanos del mundo, sobre todo de Europa, Espa?a incluida.
Pero muy pocas banderas los recordaban. Las esteladas fletadas por la ANC ocupaban todo el recorrido de la manifestaci¨®n y los representantes diplom¨¢ticos de las naciones que hab¨ªan puesto los muertos quedaban oscurecidos por unos ni?os vestidos de negro que flanqueaban al rey Felipe VI y representaban, de una manera incierta, al islamismo moderado.
Era una manera discreta de agradecer a todos los musulmanes moderados que no nos mataran a los dem¨¢s. Los ciudadanos catalanes, bien masajeados por el Govern, se disputaban en las carnicer¨ªas de los pueblos un puesto en la cola para dar abrazos llenos de emocionado agradecimiento a los imanes que no predican el asesinato entre sus fieles (s¨ª la sumisi¨®n de la mujer, pero no la muerte). El ¨²nico en recibir el calificativo de asesino fue el Monarca.
Pero lo m¨¢s llamativo fue, desde luego, la pasi¨®n por los inactivos entre los islamistas. Sobre todo por la comparaci¨®n con otras religiones. Nadie del Govern se molest¨® en agradecer, por ejemplo, que ninguna rama del luteranismo haya matado a ning¨²n cat¨®lico en Las Ramblas, y no hay constancia de que se haya agradecido como se deber¨ªa la actitud pasiva de los hinduistas. Los practicantes de la brujer¨ªa vud¨² del Caribe tampoco han recibido la m¨¢s leve menci¨®n.
Se ha hecho en la manifestaci¨®n de Catalu?a contra los atentados una afrenta generalizada a las religiones y a las v¨ªctimas. Sobre todo a estas ¨²ltimas, cuyos familiares no han podido ver suficientemente reconocida su procedencia.
Todo este desaguisado no ha sido fruto de la cultura catalana ni de ninguna necesidad de hacerse perdonar pol¨ªticas desacertadas de integraci¨®n: los autores de la matanza estaban casi tan integrados en Catalu?a como lo estuvieron los j¨®venes cachorros de ETA en Euskadi. Y la cultura catalana no jugaba, antes de que llevaran sus riendas la CUP y Puigdemont, a crear dos comunidades. Por arte de magia, ya no est¨¢ la isl¨¢mica en ese juego bipolar, sino la espa?ola. El juego ha llegado a su l¨ªmite despu¨¦s de la manifestaci¨®n.
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