Errores
Me ha sorprendido mucho el escaso inter¨¦s que suscita la historia personal de los suicidas del Daesh, sus razones, su motivaci¨®n
Las vacaciones terminan con la sensaci¨®n de que este verano ha sido un impostor. La tranquilidad, incluso la pizca de aburrimiento propia del descanso m¨¢s largo del a?o, no sobrevivi¨® a los primeros d¨ªas de agosto. El final, m¨¢s all¨¢ del d¨ªa 17, nos ha ofrecido un espect¨¢culo espantoso. Cometer errores forma parte de la condici¨®n de los seres humanos. Todos nos equivocamos a diario y, con m¨¢s frecuencia de la que desear¨ªamos, las consecuencias de nuestras equivocaciones desarrollan una magnitud que rebasa cualquier c¨¢lculo. Es obvio que cuando la alerta de un organismo norteamericano de Inteligencia lleg¨® a este o a aquel ordenador, varias personas se equivocaron en Barcelona y en Madrid al considerar que no hab¨ªa motivos para temer atentados en Las Ramblas. Eso resulta triste, lamentable y desde luego tr¨¢gico, pero no es escandaloso. Lo que estamos viviendo a partir del instante en que esa alerta se hizo p¨²blica, s¨ª me lo parece. Y no se trata de que Trapero me caiga bien o mal, de que me alinee o no con el Gobierno, ni siquiera de que la utilizaci¨®n pol¨ªtica de este error, incluida su inconcebible campa?a contra los medios de comunicaci¨®n, no me produzca un profundo desaliento. Me lo produce, pero a¨²n temo m¨¢s sus consecuencias. Desde que padecemos el terror de Daesh me ha sorprendido mucho el escaso inter¨¦s que la historia personal de los suicidas, sus razones, su motivaci¨®n, su trayectoria, despierta en quienes los juzgan sin intentar en ning¨²n momento comprenderlos, por muy odiosos que resulten sus actos. Pero si yo estuviera en la piel de un yihadista, ante este espect¨¢culo, no dudar¨ªa en volver a atentar en Barcelona. Esa es, en mi opini¨®n, la peor equivocaci¨®n de todos los protagonistas de esta historia.
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